(Fuente: Página/12)
El sobreviviente Lisandro Cubas declaró por videoconferencia
ante el Tribunal Oral Federal 6 y relató sus contactos con mujeres que parieron
en la ESMA y
aseguró que Acosta decidía el destino de los niños apropiados. Hoy declara
Estela de Carlotto.
“Macho, acá no hay límites, todo se puede lograr.” La frase
la pronunció a mediados de 1977 el capitán Jorge Acosta, jefe de inteligencia
del Grupo de Tareas 3.3 de la
Armada , en referencia a la inauguración del cuarto para
embarazadas en la ESMA ,
“la Sardá ” en
la jerga naval, y la recordó ayer el sobreviviente Lisandro Cubas, quien
declaró por videoconferencia desde Venezuela en el juicio por el plan
sistemático de apropiación de bebés. Cubas, que estuvo más de dos años
secuestrado y tiene dos hermanos desaparecidos, detalló ante el Tribunal Oral
Federal 6 sus contactos con mujeres que dieron a luz en la ESMA y aseguró que Acosta,
condenado el año pasado a prisión perpetua, era quien tenía facultades para
decidir no sólo la vida o la muerte sino también el destino de los niños. El
juicio continuará hoy con una ampliación del testimonio de Estela de Carlotto,
presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, y mañana con la declaración por
videoconferencia de Elliot Abrams, el diplomático norteamericano que a partir de
un diálogo con el embajador Lucio Alberto García del Solar documentó en 1982
que el dictador Reynaldo Benito Bignone estaba al tanto de la apropiación de
bebés y se negaba a devolverlos a sus familiares.
Militante de zona oeste de Montoneros, Cubas fue secuestrado
el 20 de octubre de 1976.
–¿Dónde no querés estar? –lo recibió Acosta.
–En la ESMA.
–Ahí estás –sonrió el Tigre.
Cubas declaró sobre cuatro embarazadas desaparecidas con
quienes tuvo contacto. Con Ana de Castro dialogó en enero de 1977 en el sótano
del casino de oficiales. “Pensaba que iba a perder al bebé por la tortura”,
recordó. En junio supo que había dado a luz. “El subcomisario González, de
Policía Federal, me confesó que estuvo a cargo de llevar al niño a un hospital
de niños porque nació cianótico. A la señora unos días después no la vi más en la ESMA ”, apuntó. Con María
Hilda Pérez de Donda “militábamos en zona oeste”, recordó. “Me contó que la
detuvo Fuerza Aérea” y que la trasladaron “diciéndole que la llevaban a ‘la Sardá ’”. “Después de dar a
luz me comentó que la visitó su cuñado, a quien conocíamos como Palito, el
oficial Donda, y le dijo que no se hiciera problema, que su hija se iba a
quedar con la familia”, relató. De Susana Pegoraro recordó que la trasladaron a
Mar del Plata durante dos meses, y que volvió a parir en la ESMA a fines de 1977. El
cuarto caso fue el de Mirta Alonso, a quien recordó por el apellido de su
esposo, Hueravillo. “Tuvo un varoncito pero no tengo más recuerdos”, dijo. “Una
de mis preocupaciones es que el tiempo va pasando y se van borrando los
recuerdos”, advirtió.
Cubas respondió ante una pregunta específica que Acosta
decidía el destino de los bebés. Recordó que cada quince días se reunían los
miembros de los grupos de inteligencia y “decidían la suerte de esas personas”.
Como ejemplo del poder, relató que a fines de 1978, cuando el Tigre amenazó con
“mandar para arriba” a un secuestrado, sus compañeros que hacían trabajo
esclavo en “la Pecera ”
presionaron al teniente Juan Carlos Rolón y consiguieron que intercediera ante
Acosta, quien dio marcha atrás con la condena a muerte.
El juicio oral, suspendido por la feria judicial, se
reinició el lunes con los testimonios de Carlos Angel Leotta y Nieves Luján
Acosta. El primero, que declara en distintas instancias desde 1984, era un
vecino platense de la casa de Calle 30 en la que fue secuestrada la beba Clara
Anahí Mariani, la nieta que desde entonces busca Isabel Chorobik de Mariani. El
dato clave, que le aportó la esposa de un compañero que tenía un almacén en 55
y 30, apodada “La Gallega ”
y ya fallecida, es que los represores se llevaron a la niña viva y con la
manito ensangrentada. Leotta supo por “La Gallega ”, quien atendía habitualmente a Diana
Teruggi, que la joven había sido asesinada pero que a la nena la habían sacado
después de un disparo de mortero que puso fin al enfrentamiento. “Parece que la
madre la puso en la bañadera, que era el lugar más seguro”, le confió. Luego
del tiro de mortero “todo se cubrió con un hongo de ceniza gris y un humo tremendo.
La explosión fue descomunal y le produjo un aborto a una muchacha del barrio”,
recordó.
En segundo turno del lunes declaró Acosta, que estuvo
secuestrada en la Brigada
de Investigaciones de La Plata
y en el Pozo de Banfield. Acosta conocía de una unidad básica de Tolosa a
Daniel Mariani, a Diana Teruggi y a Clara Anahí, de dos meses. “Daniel nos
ayudaba, repartía ropa, azúcar”, recordó. “A los diez días (del operativo en
Calle 30), Daniel pasó por mi casa y me contó que habían matado a Diana y que
la nena se la dieron a otra persona.” El dato “lo supo por vecinos”, respondió
ante una pregunta de la defensa del dictador Jorge Videla. Luego, durante su
cautiverio, supo por medio de otro secuestrado que a Mariani lo habían
fusilado.
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