martes, 31 de enero de 2012

Una testigo revela la complicidad de la justicia de menores para evitar restituir a hijos de victimas de la dictadura


Una juez de menores de Lomas de Zamora en la última dictadura militar rompió el documento de un nene de 9 meses para darlo en adopción y no devolverlo a sus familiares biológicos, según declaró hoy una testigo en el juicio oral contra los ex dictadores Jorge Rafael Videla y Reynaldo Bignone, entre otros, por robo de bebés.

La asistente social María Felicitas Elías dio su testimonio ante el Tribunal Oral Federal 6 que juzga el plan sistemático para la apropiación de niños en la dictadura, ocasión en la que reveló que la magistrada también envió a tres hermanitos a un instituto porque sus padres eran "montoneros" y habían "desafiado" a la Constitución.

Estos fueron sólo algunos de los casos reflotados hoy por la asistente social Elías ante el tribunal, al detallar el mecanismo “perverso” con que se actuaba en casos de menores con padres víctimas de la represión ilegal.

Elías trabajó en el juzgado de la ya fallecida juez de menores de Lomas de Zamora, Marta Pons, y presenció cómo su entonces jefa rompió el documento de identidad que había llegado “en el pecho de Emiliano Ginés, un bebé de 9 meses que llegó al juzgado en brazos de un policía de la provincia de Buenos Aires”.

“La juez sale de su oficina en ese instante, yo estaba ahí, dice quién es, se le informa, rompió el documento y lo tiró al tacho de basura”, recordó al declarar como testigo la entonces asistente social del juzgado.

El bebé, con síndrome de down, fue internado en el hospital Sor María Ludovica donde falleció meses después, en vez de ser restituído a familiares biológicos.

Otro caso que recordó porque tuvo intervención directa fue el de los tres hermanos Ramírez, derivados al juzgado luego de que su mamá fue ametrallada por militares y su papá fue apresado.

“Los pedía una tía paterna, la visité y redacté un informe a favor de darle la guarda, pero la juez me llamó a su despacho y me dijo que no era lo que esperaba, que eran hijos de un paraguayo montonero que había desafiado la Constitución Nacional y no merecía recuperarlos”, recordó sobre ese diálogo.

Los niños fueron enviados al Hogar de Belén, un internado donde la mayor sufrió abusos sexuales y recién pudieron reunirse con su padre en Suecia, donde se había exiliado, con el retorno de la democracia.

"Estuvieron estas viejas" contó además Elías que escuchó decir por teléfono a Pons, jubilada en 1984 y muerta en 1994, a su interlocutor, el entonces jefe de la Policía bonaerense, Ramón Camps.

La juez daba cuenta de la visita a su despacho de las Abuelas de Plaza de Mayo, Chicha Mariani y Estela de Carlotto, a principios de los 80: “Les dije que no tengo ningún chico de los que buscan”, agregó.

"Los juzgados de menores de la época no tenían alzada, una decisión del juez definía el futuro hasta la mayoría de edad, era un modo de intervención perverso", agregó.

También contó que las Abuelas dejaron carpetas amarillas con datos y fotos de chicos buscados, entre ellos Emiliano Ginés, el bebé de 9 meses internado.

“Sobre él había un documento, que ella rompió, esto hacía factible saber quién era y cómo localizar a sus familiares”, dijo la asistente social.

Otro de los casos fue el de Jorgelina Planas, entregada en adopción a un militar de San Isidro y cuyos datos estaban en las carpetas de Abuelas, pese a lo cual la juez no dijo nada.

La testigo reveló además que en al menos ese juzgado se sabía de centros clandestinos de detención durante su funcionamiento: “Hay gente detenida que está en la Cacha”, escuchó decir una vez a Pons, por ejemplo.

Los jueces del tribunal quisieron saber si había vínculos entre jueces de menores de distintas jurisdicciones y preguntaron sobre otros empleados del juzgado, como el actual miembro del Tribunal Oral Federal 3 Guillermo Gordo, ex yerno de la magistrada y ex secretario de su juzgado en esa época.

“Trabajaba con nosotros en el juzgado, primero fue oficial mayor, luego secretario y el papá de Guillermo era general”, contestó sobre el actual magistrado, al tiempo que indicó que “otro de los secretarios era Raúl Donadío, actual juez de menores” en el mismo distrito.

En la dictadura “había ciertos niños que merecían trato diferenciado y eso era no estar con sus familias por ser hijos de desaparecidos o detenidos, porque no merecían criarlos”, concluyó.

Esta fue la segunda vez que Elías prestó testimonio judicial de lo vivido en el juzgado de Pons, adonde fue empleada porque la juez la conocía desde “el jardín de infantes” y había un vínculo familiar, como explicó cuando retrucó preguntas relativas a la falta de denuncia inmediata de lo que sucedía.

“Había un clima de terror, no había ante quien denunciar, la jueza rechazaba habeas corpus, hasta rechazó el de una chica que vivía al lado del juzgado, fue secuestrada y el padre saltó en ese momento la pared para pedir por ella”, agregó.

La testigo ya declaró ante el juez federal Daniel Rafecas en la causa todavía abierta donde se investiga lo ocurrido con los hermanos Ramirez, tras el asesinato de su madre y la detención del padre a disposición del PEN.

Las “panzonas” que pasaron por La Perla


Teresa Meschiatti, sobreviviente del centro clandestino que funcionó en Córdoba, contó que allí vio a María del Carmen “Pichona” Moyano de Poblete embarazada y que en algún momento de abril o mayo de 1977 la trasladaron a la Escuela de Mecánica de la Armada.

(Fuente: Página/12 - Alejandra Dandan)

“Yo nunca me hubiera imaginado que se podía tener a una mujer a término del embarazo, robarle el hijo y después matarla; y eso que estuve dos años, tres meses y tres días en un campo de concentración.” Teresa Celia Meschiatti declaró en el juicio por el plan sistemático de apropiación de bebés de la dictadura. Sobreviviente del centro clandestino de La Perla, ubicado en la provincia de Córdoba, Meschiatti recordó a las embarazadas de La Perla a quienes los detenidos-desaparecidos empezaron a nombrar como “las panzonas”. En especial habló de María del Carmen “Pichona” Moyano de Poblete, uno de los casos de este juicio, a quien en algún momento de abril o mayo de 1977 trasladaron de Córdoba a la Escuela de Mecánica de la Armada. Las preguntas sobre por qué llegó a parir a Buenos Aires, los alumbramientos en el Hospital Militar de Córdoba y el nombre de quién pudo haber sido el contacto entre el centro clandestino del III Cuerpo del Ejército y los marinos forman parte de las cosas sobre las que Meschiatti se sigue preguntando.

Teresa Meschiatti se presentó como divorciada, nacida en el ’43, jubilada en Suiza, el país al que se fue y donde trabajó hasta 2007 antes de volver a la Argentina. Cuando uno de los jueces del Tribunal Oral Federal Nº 6 se lo preguntó, explicó que militó en Montoneros. Cayó secuestrada en una cita el 25 de septiembre de 1976. Durante más de un año pensó que iban a matarla porque así se lo dijeron en La Perla. Sobrevivió y declaró ante la Conadep, en España, en Italia y en los juicios que se fueron abriendo en el país: Córdoba, Rosario y ayer en Comodoro Py. Cuando la presidenta del TOF Nº 6 le preguntó protocolarmente si tenía algún interés en el resultado de la causa, dijo por qué estaba ahí: “Solamente conservar la memoria de los treinta mil desaparecidos es lo único que me mueve a seguir testimoniando”.

Mientras el juicio oral ingresa en la última fase de testimonios, con su relato, Meschiatti planteó por primera vez –en el marco del debate– lo que sucedió en el centro clandestino más importante de Córdoba. Las distintas fuerzas de la dictadura concentraron ahí, como dijo ella, a la mayor parte de los militantes políticos de la zona, sin distinguir si eran prisioneros de una o de otra de las armas. En el contexto del juicio, La Perla es el espacio por donde pasó Pichona Moyano de Poblete antes de llegar a parir a la ESMA. Ella y su hija siguen desaparecidas.

Las razones por las que Pichona llegó a la ESMA son parte de los secretos que todavía guardan los represores. El traslado a Buenos Aires podría ser parte de la forma en la que la dictadura hacía mover a los prisioneros para sacarles información. O puede reforzar la certeza de que la ESMA funcionó como “caja receptora” de parturientas de otros centros clandestinos del país. Eso de todas formas en este caso no está claro, porque cuando Pichona llegó a la ESMA aún no funcionaba la maternidad clandestina a la que los marinos llamaron “la pequeña Sardá” y fue el lugar donde concentraron a otras prisioneras. El suyo fue el primer parto en el que estuvo Sara Osatinsky. Se hizo en la enfermería y Sara todavía se acuerda de los ruidos de las cadenas mezclados con los gritos del bebé que nacía.

En La Perla, en tanto, Teresa Meschiatti llevaba seis o siete meses secuestrada cuando supo de la presencia de Pichona. Era abril o mayo del ’77. No la vio, pero supo que estaba por otra de las secuestradas encargada de la limpieza y de atender a los que estaban con problemas. “Pichona estaba embarazada a término –dijo Teresa–, con una panza muy elevada, de unos ocho meses. Yo sé que estaba con el marido, los dos habían sido traídos de Mendoza y no sé cuánto tiempo estuvieron, pero estaban detenidos entre los biombos.” Los biombos eran una forma de tabicamiento. Un espacio cerrado en el que introducían a ciertos detenidos que no podían ver ni ser vistos: iban a parar ahí, según Teresa, los que serían trasladados a otro campo o a otro lugar, como para que no pudiesen saber dónde habían estado. O los que se estaban muriendo. A Pichona la iban a trasladar.

“Yo estuve repasando el caso de la panzona, Pichona le decían –dijo Teresa–. Parece que se la llevaron el 1º de abril del ’77, aunque yo en mi primer testimonio digo mayo”, explicó y aclaró lo que dicen muchos testigos. Que no podía ser precisa con las fechas porque “un secuestrado no es un empleado público que da entrada y salida a lo que ve”. Un secuestrado, dijo, sólo recuerda momentos muy precisos. El día que la secuestraron. Las torturas que le dejaron las marcas del III Cuerpo en las piernas. O cuando los militares se aparecieron vestidos con sus capas de gala para saludar a cada prisionero por el Día de la Patria; les dijeron: “Buenos días”, y después salieron a fusilar a dos.

Además de Pichona, Meschiatti habló de otras “panzonas”. Entre ellas, en abril vio a Dalila Bessio de Delgado y en diciembre, a Rita Ales de Espíndola. A Dalila le decían “la panzona número uno”. La habían secuestrado con su pareja, eran de La Falda. A él se lo llevaron por un tiempo a la ESMA. A ella la llevaron a parir al Hospital Militar: “No había posibilidades de tener en La Perla una maternidad Sardá como en la ESMA –dijo Teresa–, no daba el espacio. Nunca trascendió en todo el tiempo que estuvimos, nunca salió la cuestión de que efectivamente hubiera una maternidad en algún lado”.

Tiempo después, apareció Rita Ales con su marido. “El marido salió rapidito, y ella estaba muy preocupada por él, pero ahí hubo una cosa que nos traumatizó muchísimo”, explicó. “El responsable en ese momento era el capitán González, miembro del Comando Libertadores de América. Para la época del parto de Rita nos obligó a limpiar una oficina, que limpiáramos las paredes con lavandina porque la querían hacer tener el bebé en La Perla. Trascendió el dato de que después la iban a tener que matar, cosa que nos llenó de horror: le querían poner una inyección de aire en las venas... Nosotros habíamos visto gente agonizante, pero matar a una persona, jamás. González decidió al final llevarla al Hospital Militar, lo cual al parecer les producía muchos problemas: ya había trascendidos de que no querían ocuparse de ellas porque estaban en un lugar clandestino al que tenía acceso el personal del hospital.”

A lo mejor ésa es una explicación de por qué una de las parturientas llegó a la ESMA. En tanto, las defensas siguieron de cerca durante el resto de la audiencia los datos sobre qué pasó con los niños de cada una de esas mujeres que siguen desaparecidas. Por alguna razón, los militares devolvieron a los dos niños con sus familias biológicas. A las defensas, el dato les permite encontrar supuestas grietas en la idea de un plan total y sistemático de apropiación de niños. A la querella de Abuelas de Plaza de Mayo, sin embargo, esto no la tomó por sorpresa: todo proyecto totalizador tiene sus fisuras, excepciones, que no modifican la regla.

“En Suiza –contó Teresa Meschiatti– se hablaba de tráfico de niños como de un botín de guerra, porque algo así no se regala, se cobra.” Otro dato del que habló fue sobre el represor Héctor Vergés. Lo vio dos o tres veces en La Perla. Y Sara le dijo alguna vez que lo había visto en la ESMA. Meschiatti sabe que en algún momento a Vergés lo trasladaron de Córdoba a Buenos Aires, y ayer dijo que “al no haber (en Córdoba) una estructura de ‘maternidad Sardá’, creo que Vergés ha sido el lazo de la Marina y el Ejército”.

viernes, 27 de enero de 2012

Ex funcionario de Reagan admitió que EE UU conocía el plan de robo de bebés


Elliot Abrams, ex integrante de la Subsecretaría de Estado, reveló detalles de contactos con el ex embajador argentino en Estados Unidos, Lucio García del Solar. “No eran sólo dos niños; o uno o dos oficiales. Existía un patrón”, puntualizó.

(Fuente: Gerardo Aranguren / Tiempo Argentino)

El 3 de diciembre de 1982, el lujoso Hotel Ritz-Carlton de Washington fue la sede de un encuentro entre el entonces embajador argentino en Estados Unidos, Lucio García del Solar, y Elliot Abrams, quien se encontraba al frente de la oficina de Derechos Humanos de la Subsecretaría de Estado norteamericana. Ayer, el funcionario estadounidense declaró por videoconferencia ante el Tribunal Oral Federal 6 sobre esa reunión, en la que García del Solar  reconoció el robo de bebés a padres desaparecidos o asesinados y su entrega a familias “adoptivas”.
“Estábamos al tanto de la situación de los niños y que no eran uno o dos niños, o uno o dos oficiales involucrados. Pensábamos que existía un patrón o plan, porque había mucha gente asesinada o detenida. También pensábamos que los militares habían decidido que algunos de esos niños se les iban a entregar a otras familias. Era un problema de Derechos Humanos, pero también de políticas públicas de Argentina, y el nuevo gobierno iba a tener que ver qué hacía en ese sentido”, aseguró ayer en el juicio por el Plan Sistemático de Robo de bebés el político conservador que fue funcionario de Ronald Reagan y de George W. Bush.
Desde el Consulado argentino en Washington, Abrams, de traje y corbata azul, se sentó frente a la cámara, junto a su traductora. “Entiendo un poco de español pero prefiero, por la situación legal, contestar en inglés”, explicó el testigo, autor del memorándum que detalla la conversación con el embajador argentino y que forma parte del expediente desde que fue desclasificado en 2002.
En uno de los párrafos de ese documento, Abrams relata que tocó “con el embajador el tema de los niños, como los chicos nacidos en prisión o los niños sacados a sus familias durante la ‘guerra sucia’”. También señala que “mientras los desaparecidos estaban muertos, estos niños estaban vivos y esto era, en un sentido, el más grave problema humanitario”. Además, el ex funcionario puntualiza: “El embajador coincidió completamente y ya había hablado esto con su ministro de Relaciones Exteriores y su presidente (dictador Reinaldo Bignone). Ellos no rechazaron su visión, pero señalaron el problema de, por ejemplo, quitar los chicos a sus padres adoptivos”. Además, les propuso “que ese problema se podía poner en manos de la Iglesia o de una comisión donde estuviera incluida la Iglesia”, ya que “las acciones con respecto a esos chicos podían tener enorme contenido humanitario y político”.
“¿Conoce la situación que vivió Argentina entre 1976 y 1983?”, le preguntó ayer el abogado de Abuelas de Plaza de Mayo, Alan Iud. “Tratábamos de seguir la situación, teníamos visitantes de Argentina, de la comunidad de Derechos Humanos, que nos decían que estaba pasando. Recuerdo haberme reunido con Emilio Mignone y Adolfo Pérez Esquivel”, recordó y, ante una nueva pregunta sobre los niños apropiados, agregó: “Conocíamos ese problema. Discutíamos con las oficinas argentinas en Washington sobre eso, porque sentíamos que era el mayor problema de Derechos Humanos y que persistía en el tiempo”.
Las reuniones con el embajador argentino eran periódicas, cada dos o tres meses, siempre a la hora del almuerzo. En esos encuentros, el objetivo principal de García del Solar era que el Congreso de Estados Unidos le otorgara a Argentina un certificado de que se avanzaba en los Derechos Humanos. “Argentina avanzaba a un gobierno democrático. En ese sentido había un progreso. Podíamos certificarlos si no ocurría algún hecho grave”, recordó el ex funcionario estadounidense.
Al ser consultado por el grado de importancia de la reunión que consta en el documento, y por su confidencialidad, el testigo señaló: “Fue una conversación importante. Era una conversación confidencial con un embajador extranjero sobre un tema sensible. Le pedí que hablara francamente y la idea era resguardar la información.” 

miércoles, 25 de enero de 2012

La decisión del Tigre Acosta


(Fuente: Página/12)

El sobreviviente Lisandro Cubas declaró por videoconferencia ante el Tribunal Oral Federal 6 y relató sus contactos con mujeres que parieron en la ESMA y aseguró que Acosta decidía el destino de los niños apropiados. Hoy declara Estela de Carlotto.
  

“Macho, acá no hay límites, todo se puede lograr.” La frase la pronunció a mediados de 1977 el capitán Jorge Acosta, jefe de inteligencia del Grupo de Tareas 3.3 de la Armada, en referencia a la inauguración del cuarto para embarazadas en la ESMA, “la Sardá” en la jerga naval, y la recordó ayer el sobreviviente Lisandro Cubas, quien declaró por videoconferencia desde Venezuela en el juicio por el plan sistemático de apropiación de bebés. Cubas, que estuvo más de dos años secuestrado y tiene dos hermanos desaparecidos, detalló ante el Tribunal Oral Federal 6 sus contactos con mujeres que dieron a luz en la ESMA y aseguró que Acosta, condenado el año pasado a prisión perpetua, era quien tenía facultades para decidir no sólo la vida o la muerte sino también el destino de los niños. El juicio continuará hoy con una ampliación del testimonio de Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, y mañana con la declaración por videoconferencia de Elliot Abrams, el diplomático norteamericano que a partir de un diálogo con el embajador Lucio Alberto García del Solar documentó en 1982 que el dictador Reynaldo Benito Bignone estaba al tanto de la apropiación de bebés y se negaba a devolverlos a sus familiares.

Militante de zona oeste de Montoneros, Cubas fue secuestrado el 20 de octubre de 1976.

–¿Dónde no querés estar? –lo recibió Acosta.

–En la ESMA.

–Ahí estás –sonrió el Tigre.

Cubas declaró sobre cuatro embarazadas desaparecidas con quienes tuvo contacto. Con Ana de Castro dialogó en enero de 1977 en el sótano del casino de oficiales. “Pensaba que iba a perder al bebé por la tortura”, recordó. En junio supo que había dado a luz. “El subcomisario González, de Policía Federal, me confesó que estuvo a cargo de llevar al niño a un hospital de niños porque nació cianótico. A la señora unos días después no la vi más en la ESMA”, apuntó. Con María Hilda Pérez de Donda “militábamos en zona oeste”, recordó. “Me contó que la detuvo Fuerza Aérea” y que la trasladaron “diciéndole que la llevaban a ‘la Sardá’”. “Después de dar a luz me comentó que la visitó su cuñado, a quien conocíamos como Palito, el oficial Donda, y le dijo que no se hiciera problema, que su hija se iba a quedar con la familia”, relató. De Susana Pegoraro recordó que la trasladaron a Mar del Plata durante dos meses, y que volvió a parir en la ESMA a fines de 1977. El cuarto caso fue el de Mirta Alonso, a quien recordó por el apellido de su esposo, Hueravillo. “Tuvo un varoncito pero no tengo más recuerdos”, dijo. “Una de mis preocupaciones es que el tiempo va pasando y se van borrando los recuerdos”, advirtió.

Cubas respondió ante una pregunta específica que Acosta decidía el destino de los bebés. Recordó que cada quince días se reunían los miembros de los grupos de inteligencia y “decidían la suerte de esas personas”. Como ejemplo del poder, relató que a fines de 1978, cuando el Tigre amenazó con “mandar para arriba” a un secuestrado, sus compañeros que hacían trabajo esclavo en “la Pecera” presionaron al teniente Juan Carlos Rolón y consiguieron que intercediera ante Acosta, quien dio marcha atrás con la condena a muerte.

El juicio oral, suspendido por la feria judicial, se reinició el lunes con los testimonios de Carlos Angel Leotta y Nieves Luján Acosta. El primero, que declara en distintas instancias desde 1984, era un vecino platense de la casa de Calle 30 en la que fue secuestrada la beba Clara Anahí Mariani, la nieta que desde entonces busca Isabel Chorobik de Mariani. El dato clave, que le aportó la esposa de un compañero que tenía un almacén en 55 y 30, apodada “La Gallega” y ya fallecida, es que los represores se llevaron a la niña viva y con la manito ensangrentada. Leotta supo por “La Gallega”, quien atendía habitualmente a Diana Teruggi, que la joven había sido asesinada pero que a la nena la habían sacado después de un disparo de mortero que puso fin al enfrentamiento. “Parece que la madre la puso en la bañadera, que era el lugar más seguro”, le confió. Luego del tiro de mortero “todo se cubrió con un hongo de ceniza gris y un humo tremendo. La explosión fue descomunal y le produjo un aborto a una muchacha del barrio”, recordó.

En segundo turno del lunes declaró Acosta, que estuvo secuestrada en la Brigada de Investigaciones de La Plata y en el Pozo de Banfield. Acosta conocía de una unidad básica de Tolosa a Daniel Mariani, a Diana Teruggi y a Clara Anahí, de dos meses. “Daniel nos ayudaba, repartía ropa, azúcar”, recordó. “A los diez días (del operativo en Calle 30), Daniel pasó por mi casa y me contó que habían matado a Diana y que la nena se la dieron a otra persona.” El dato “lo supo por vecinos”, respondió ante una pregunta de la defensa del dictador Jorge Videla. Luego, durante su cautiverio, supo por medio de otro secuestrado que a Mariani lo habían fusilado.

lunes, 23 de enero de 2012

Cronograma actualizado de audiencias


Lunes 23 de enero
10:30 Carlos Angel Leotta
11:00 Nieves Luján Acosta

Martes 24 de enero
12:00 Lisandro Raúl Cubas (videoconferencia)

Miércoles 25 de enero
12:00  Estela Barnes de Carlotto

Jueves 26 de enero
12:00 Elliot Abrahms (videoconferencia)

Viernes 27 de enero
12:00 Maximiliano Manuel Preisinger
 
Lunes 30 de enero
10:00 Mirta Elena Vago
10:30 Miguel Cabrera
11:00 Ernesto González
11:30 Teresa Celia Meschiatti
12:30 Herclia Alba Castillo

Martes 31 de enero
10:00 Margarita Mellia
10:30 Felicitas Elías
11:00 Analía Argento
12:30 Ezequiel Rochistein Tauro  

Lunes 6 de febrero
10:00 Vicente Romero

lunes, 16 de enero de 2012

Los Padrinos

La fiscalía del juicio sobre el plan sistemático de robo de bebés analiza las relaciones de parentesco “creadas” por los represores como posibles pruebas de las apropiaciones de los hijos de desaparecidos. Los padrinos de bautismo o “tíos” que fueron los entregadores de los niños. Las fechas de cumpleaños inventadas para reforzar la pertenencia a la falsa familia. Las marcas de los “intermediarios” en los nombres. Las historias reconstruidas por las víctimas.

(Fuente: Página 12/ Alejandra Dandan)

Luego de escuchar los testimonios de cerca de veinte hijos de desaparecidos apropiados que recuperaron su identidad, el equipo del fiscal Martín Nikilson empezó a analizar las relaciones de parentesco construidas por la última dictadura como indicios que podrían convertirse en pruebas judiciales. Las audiencias del juicio del plan sistemático de robo de bebés permitieron, por ejemplo, advertir el rol que cumplieron los “padrinos” de los niños criados con otra identidad. Esa figura mítica, punto de origen de leyendas y eje de mundos de referencias identitarias, es analizada de cerca por la fiscalía. En varios casos, sus nombres coinciden con las personas que sacaron a los niños de los centros clandestinos y luego los entregaron a las nuevas familias. Así, los nombramientos de “padrinos de bautismo” parecen una retribución de esas familias a sus “benefactores”. En general, los padrinos son hombres de las Fuerzas Armadas o de seguridad o sus mujeres. Y sus nombramientos, un intento de reforzar los falsos lazos de parentesco y borrar los vínculos de sangre. Victoria Montenegro fue bautizada en Campo de Mayo y su padrino fue Horacio Cella, el entonces comisario de San Martín, que fue el lugar donde sus apropiadores habrían ido a buscarla. Horacio Pietragalla fue apadrinado por el apropiador de Victoria, el coronel Herman Tetzlaff, que lo entregó a la empleada doméstica de su casa. Victoria Donda, al declarar en el juicio, mencionó como padrino a Héctor Febres, el distribuidor de niños de la ESMA. En otros casos, los “entregadores” dejan su marca en el nombre de los niños. Nikilson también mira de cerca la elección de la supuesta fecha de nacimiento en busca de otras evidencias de la apropiación. Puede pasar que los días de cumpleaños inventados sean en realidad el día de nacimiento de alguno de los falsos familiares. A Victoria Montenegro, por ejemplo, le anotaron su fecha de nacimiento en coincidencia con el Día del Ejército.

La fiscalía comenzó a prestar atención al rol y los nombres de los padrinos a partir del testimonio de Victoria Montenegro. Desde entonces, cada vez que entra en la sala de audiencias un nuevo ex niño apropiado, se reflota la pregunta. Las respuestas no son siempre iguales, pero varias permitieron entender que podía haber una relación entre el lugar de los padrinos y el de los entregadores/ladrones de esos niños. La hipótesis se convierte en una herramienta de investigación que podría potenciarse en el futuro y que puede aportar a los casos en los que aún faltan datos. Puede ser la punta para encontrar nuevos nietos o la prueba para condenar a quienes dicen no haber tenido idea de la procedencia de los niños.

Las historias

El padrino de bautismo de Victoria Montenegro fue el jefe de la comisaría de San Martín, Horacio Cella. Victoria conserva una foto. Y pese a que no volvió a verlo, sabe que está escondido en algún lugar fuera del país. A esta altura, con la reconstrucción de su historia entre mentiras y verdades, cree que él fue la persona que un día se sentó frente a sus apropiadores para entregarla. Tetzlaff había ido a buscarla a la comisaría con su mujer.

“Cella les decía que ellos tenían que saber si realmente me querían”, dijo Victoria el día de la audiencia. “Les dijo que yo iba a pasar a ser su hija, pero que ellos me tenían que formar como una persona de bien para que no fuera subversiva como mis papás. Ellos dijeron que sí, el tema legal estaba solucionado. Los hicieron pasar a una oficina de la comisaría donde había varios bebés de otros operativos. Había una monja. Les preguntaron si querían un varón rubio, pero ellos dijeron que no. Mary (su apropiadora) me dijo que para que yo me sienta orgullosa, Herman (Tetzlaff) les respondió: ‘la negrita es mi hija’ y se quedó conmigo. Cella les dijo que yo pasaba a ser hija de ellos, que me formaran como una persona cristiana. Me sacaron y a un par de cuadras sé que tiraron toda la ropa con la que yo venía porque no querían nada del pasado.”

Cella luego participó de la ceremonia en Campo de Mayo. Y si el relato de Tetzlaff es cierto, él conocía a Victoria desde antes, porque llevó adelante el operativo en la casa de sus padres. Alguna vez le confesó que entró, los mató y que a ella –que tenía trece días de vida– la sacó sangrando debajo del cuerpo de la madre. La escena de la comisaría de San Martín se produjo varios meses después. Cuando Tetzlaff, luego de convencer a su mujer, decidió ir a buscar a esa niña que había visto tras asesinar a sus padres.

Horacio Pietragalla, a su vez, tiene a Tetzlaff como padrino. El caso de Horacio no es parte de los 35 expedientes que se investigan en el juicio sobre el plan sistemático, pero Victoria lo nombró varias veces durante su declaración. Los dos vivían en el mismo edificio de Lugano. A Horacio lo crió Lina, la empleada doméstica de Tetzlaff. Horacio siempre dijo que estaba destinado a otra persona, alguien que se arrepintió y por eso Tetzlaff se lo dio a la mujer que finalmente lo crió.

Victoria Donda explicó en la audiencia que si bien no sabe quién está nombrado en los papeles como su padrino porque no volvió a leer su fe de bautismo, Febres ocupó ese lugar. “Lo conocí de chiquita, le decía tío”, dijo. “El me decía turquita porque no hay que ser muy creativo para verlo, y así fue hasta que cumplí 15 años. No lo veía habitualmente. En Navidad o en algunos encuentros que hacía el personal de Prefectura y siempre fue como un padrino. Me regalaba cosas, juguetes, no sé. Cuando cumplí 15 años, leí un libro del Che y me hice guevarista y me empecé a vestir como el Che, con boinas y remeras y en una Navidad me vestí como siempre y en vez de decirme ‘turquita’, él me acuerdo que me dijo: ‘zurdita’ y empezamos a discutir de política y después no hubo nueva relación. Mirándolo retrospectivamente, cuando lo detienen –no me acuerdo el año– me acordé de ese comentario de zurdita y que me dijo: ‘Bueno, hay algunas cosas que no tienen arreglo’.”

Victoria Donda nació en la Escuela de Mecánica de la Armada. Febres se encargaba de preparar el ajuar de cuna de los niños de las embarazadas secuestradas en la ESMA. Y luego los distribuía. Como la ESMA funcionó como maternidad clandestina para secuestradas de otros centros clandestinos, es posible que no haya sido la única persona que intervino en la distribución de niños porque, en general, las prisioneras y sus hijos seguían siendo “posesión” del arma que las tenía detenidas.

Esto mismo puede explicar otra de las relaciones de padrinazgo que acaba de aparecer en el juicio oral sobre la Base Naval II de Mar del Plata. El expediente tampoco se ventila en el juicio sobre el plan sistemático, pero puede ser ejemplificador. Se trata del hijo de Cecilia Viñas, Javier Gonzalo Penino Viñas. Sus padres pasaron por la Base Naval II y a Cecilia la llevaron a parir a la ESMA. Javier fue apropiado por Jorge Vildoza, subdirector de la ESMA que sigue prófugo de la Justicia. El padrino de bautismo fue Roberto Luis Pertusio, uno de los hombres más importantes de Mar del Plata, jefe de la fuerza de submarinos de la Base Naval de Mar del Plata y a cargo del centro clandestino en el momento en el que pasó Cecilia. La aparición de Pertusio en el lugar del “padrino” parece estar indicando dos cosas: por un lado, que podría haber sido el “entregador” del niño, en el sentido de quien habilita o autoriza la entrega. Y, por otro lado, acaso más importante, confirmaría que esta hipótesis sirve como herramienta de investigación.

La mano de Banzer

María Natalia Suárez Nelson es hija de María Elena Isabel Corvalán y de Mario César Suárez Nelson. Natalia nació en La Cacha. Sus apropiadores fueron Omar Alonso, un comerciante platense y cantante aficionado de tangos y María Luján Di Mattía. Ellos no podían tener hijos, la anotaron como hija biológica y nombraron como padrinos al capitán de navío de infantería Juan Carlos Herzberg y a su mujer, condenados el año pasado en La Plata por la apropiación de la niña: “Ha quedado debidamente acreditado que el día 8 de agosto de 1977 Juan Carlos Herzberg entregó una beba recién nacida al matrimonio compuesto por Omar Alonso y María del Luján Di Mattía, de la cual posteriormente fue su padrino de bautismo”, dijeron los jueces en la condena. “Herzberg fue quien arrancó de los brazos de la madre a la beba recién nacida y quien perfeccionó la acción de sustraer la niña, cuya entrega ya había comprometido al matrimonio Alonso-Di Mattía tiempo antes.”

Alonso y Herzberg se habrían conocido en el consulado de Bolivia de La Plata, según explicó un testigo de la causa. “Tenían una relación cercana, por el hecho de que Herzberg y su esposa sean los padrinos de María Natalia –lo que se prueba a partir del certificado de bautismo de María Natalia–. A su vez, María del Luján Di Mattía en su indagatoria refirió que ‘quiere resaltar que cuando Herzberg le dio a Natalia la dicente les ofreció que fueran los padrinos, por una cuestión de agradecimiento...’.”

Otro ejemplo es Federico Pereyra Cagnola, cuya historia tiene un punto de contacto con la de Juan Cabandié. Federico es hijo de Liliana Pereyra y Eduardo Cagnola, los dos desaparecidos. Sus padres pasaron por el centro clandestino de la Base Naval de Mar del Plata y a Liliana la llevaron a parir a la ESMA, donde su madre tomó contacto en algún momento con Guillermo Minicucci. A Federico lo criaron dos civiles: Jorge Ernesto Bacca y Cristina Mariñelarena. La madrina de bautismo del niño fue Inés Lugones, la mujer de Minicucci, amiga de Mariñelarena y condenada el año pasado por su rol en la entrega de ese niño.

¿Por qué aparece Minicucci en este caso? Por los sobrevivientes, hoy existe alguna información que permite pensar una hipótesis. Liliana estuvo en la pieza de las embarazadas de la ESMA en el mismo momento en el que estuvo alojada allí Alicia Alfonsín, la madre de Juan Cabandié. Los sobrevivientes, entre ellos Graciela Daleo, que declaró en Mar del Plata, sostienen que Minicucci entró en la pieza de las embarazadas a pispearlas en ese momento.

Desplazamientos, los nombres

El lugar de los “padrinos” no es la única forma en la que los entregadores pueden aparecer en las “biografías” de los niños apropiados.

Hay casos en los que fueron directamente incorporados al nombre de los chicos. En otros, son nombrados como “tíos” en los relatos de las historias familiares.

María Eugenia Sampallo Barragán es hija de Mirta Barragán y Leonardo Sampallo, sus padres pasaron por el Atlético y el Banco y están desaparecidos. Los apropiadores –que fueron Osvaldo Rivas y María Cristina Gómez Pinto– le pusieron de nombre Eugenia Violeta. Según la fiscalía, el nombre es un desplazamiento de las huellas de los entregadores: Violeta era el nombre de la mujer del capitán del Ejército José Berthier, hombre de Inteligencia, amigo de la familia y condenado por haber entregado a la niña.

En un fragmento del alegato, el fiscal Félix Crous indicó: “La foto que ilustra a María Eugenia en brazos de la madre de Berthier, sólo a ellas dos, en uno de los primeros cumpleaños de la niña, es demostrativa de lo estrecho del vínculo de ambas familias. La foto se conservaba en la casa de los Rivas-Gómez Pinto. En el mismo sentido, María Eugenia recuerda que Berthier frecuentaba la casa y que junto con su esposa asistió a sus cumpleaños. También declaró que le dijeron que el nombre Violeta se lo habían puesto por la esposa de Berthier”.

En el caso de Carlos Rodolfo D’Elía, la fiscalía está convencida de que sus apropiadores le pusieron Rodolfo por el nombre del subjefe de la policía de Buenos Aires, el coronel Rodolfo Aníbal Campos, segundo de Ramón Camps, juzgado ahora en el circuito Camps y señalado como la persona que articuló su entrega. A Simón Riquelo, en cambio, sus apropiadores le pusieron de nombre Aníbal Parodi: la fiscalía sospecha que podría ser un homenaje para Aníbal Gordon, integrante del grupo de tareas de Automotores Orletti y una de las personas que participó del secuestro de su madre, Sara Méndez. Como el caso del hijo de Cecilia Viñas, si esa relación fuese cierta podría ser un elemento para la reconstrucción de pruebas aún pendientes. Simón fue apropiado por el ex subcomisario de la comisaría 33 de la ciudad de Buenos Aires, Osvaldo Parodi. Por distintas razones, siempre fue difícil desarmar la coartada de Parodi, que dijo haber encontrado al niño abandonado. Un dato como un homenaje a Aníbal Gordon en medio del nombre del niño, no parece nada menor.

Francisco Madariaga era Alejandro Ramiro Gallo. En su caso, el nombre de Alejandro es el mismo nombre de su apropiador Víctor Alejandro Gallo. Juan Cabandié era Mariano Andrés Falco: él está convencido de que con el nombre de Andrés, sus apropiadores intentaron reforzar el vínculo con su supuesta hermana llamada Vanina Andrea Falco.

Otra lógica que empieza a mostrar la sucesión de audiencias es la generación de fechas en las nuevas biografías familiares. Nuria Piñol, una de las fiscales ad hoc de la causa, sigue de cerca los datos de las historias como parte de las tramas de construcción de identidad: “Borrar las marcas de los niños para que no aparezcan como hijos de otros –dice a Página/12– y meterles una nueva liturgia de fechas, con una nueva significación, eso es una de las cosas que miramos porque es uno de los modos en los que se construye y circula una identidad que se forma no de grandes cosas sino de un nombre, de la pregunta del por qué me llamo de esa manera, del nombre de tus abuelos”.