viernes, 27 de enero de 2012

Ex funcionario de Reagan admitió que EE UU conocía el plan de robo de bebés


Elliot Abrams, ex integrante de la Subsecretaría de Estado, reveló detalles de contactos con el ex embajador argentino en Estados Unidos, Lucio García del Solar. “No eran sólo dos niños; o uno o dos oficiales. Existía un patrón”, puntualizó.

(Fuente: Gerardo Aranguren / Tiempo Argentino)

El 3 de diciembre de 1982, el lujoso Hotel Ritz-Carlton de Washington fue la sede de un encuentro entre el entonces embajador argentino en Estados Unidos, Lucio García del Solar, y Elliot Abrams, quien se encontraba al frente de la oficina de Derechos Humanos de la Subsecretaría de Estado norteamericana. Ayer, el funcionario estadounidense declaró por videoconferencia ante el Tribunal Oral Federal 6 sobre esa reunión, en la que García del Solar  reconoció el robo de bebés a padres desaparecidos o asesinados y su entrega a familias “adoptivas”.
“Estábamos al tanto de la situación de los niños y que no eran uno o dos niños, o uno o dos oficiales involucrados. Pensábamos que existía un patrón o plan, porque había mucha gente asesinada o detenida. También pensábamos que los militares habían decidido que algunos de esos niños se les iban a entregar a otras familias. Era un problema de Derechos Humanos, pero también de políticas públicas de Argentina, y el nuevo gobierno iba a tener que ver qué hacía en ese sentido”, aseguró ayer en el juicio por el Plan Sistemático de Robo de bebés el político conservador que fue funcionario de Ronald Reagan y de George W. Bush.
Desde el Consulado argentino en Washington, Abrams, de traje y corbata azul, se sentó frente a la cámara, junto a su traductora. “Entiendo un poco de español pero prefiero, por la situación legal, contestar en inglés”, explicó el testigo, autor del memorándum que detalla la conversación con el embajador argentino y que forma parte del expediente desde que fue desclasificado en 2002.
En uno de los párrafos de ese documento, Abrams relata que tocó “con el embajador el tema de los niños, como los chicos nacidos en prisión o los niños sacados a sus familias durante la ‘guerra sucia’”. También señala que “mientras los desaparecidos estaban muertos, estos niños estaban vivos y esto era, en un sentido, el más grave problema humanitario”. Además, el ex funcionario puntualiza: “El embajador coincidió completamente y ya había hablado esto con su ministro de Relaciones Exteriores y su presidente (dictador Reinaldo Bignone). Ellos no rechazaron su visión, pero señalaron el problema de, por ejemplo, quitar los chicos a sus padres adoptivos”. Además, les propuso “que ese problema se podía poner en manos de la Iglesia o de una comisión donde estuviera incluida la Iglesia”, ya que “las acciones con respecto a esos chicos podían tener enorme contenido humanitario y político”.
“¿Conoce la situación que vivió Argentina entre 1976 y 1983?”, le preguntó ayer el abogado de Abuelas de Plaza de Mayo, Alan Iud. “Tratábamos de seguir la situación, teníamos visitantes de Argentina, de la comunidad de Derechos Humanos, que nos decían que estaba pasando. Recuerdo haberme reunido con Emilio Mignone y Adolfo Pérez Esquivel”, recordó y, ante una nueva pregunta sobre los niños apropiados, agregó: “Conocíamos ese problema. Discutíamos con las oficinas argentinas en Washington sobre eso, porque sentíamos que era el mayor problema de Derechos Humanos y que persistía en el tiempo”.
Las reuniones con el embajador argentino eran periódicas, cada dos o tres meses, siempre a la hora del almuerzo. En esos encuentros, el objetivo principal de García del Solar era que el Congreso de Estados Unidos le otorgara a Argentina un certificado de que se avanzaba en los Derechos Humanos. “Argentina avanzaba a un gobierno democrático. En ese sentido había un progreso. Podíamos certificarlos si no ocurría algún hecho grave”, recordó el ex funcionario estadounidense.
Al ser consultado por el grado de importancia de la reunión que consta en el documento, y por su confidencialidad, el testigo señaló: “Fue una conversación importante. Era una conversación confidencial con un embajador extranjero sobre un tema sensible. Le pedí que hablara francamente y la idea era resguardar la información.” 

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