lunes, 29 de agosto de 2011

Claudia Poblete: “Recuperar mi identidad es un proceso largo y difícil pero es lo que más tranquilidad me ha dado”

Fuente: Alejandra Dandan - Página/12

Claudia Poblete habló apenas media hora, pero logró situarse por primera vez con su nombre, y en nombre de sus padres, en el espacio público de los juicios por delitos de lesa humanidad. Apropiada en 1978, Claudia se sentó la semana pasada en una audiencia del proceso por el plan sistemático de apropiación de bebés: “Para mí recuperar mi identidad es un proceso largo y difícil –dijo–, pero es lo que más tranquilidad me ha dado y sentir que puedo seguir con mi vida. Siempre sentí mucha inseguridad y ahora siento que la he aclarado.”

Los juicios orales son espacios donde algunos relatos se nombran públicamente por primera vez. Claudia declaró en los Tribunales de Retiro el jueves pasado. Cuando le preguntaron si había habido algo en su vida que a la luz del presente cambiase de forma, ella habló de los juegos: “A un muñeco le puse de nombre Pepe, que era el nombre de mi padre –dijo– y me gustaba jugar a andar en silla de ruedas. A ellos (por los apropiadores) no les gustaba, decían que iba a traer desgracia”.

Claudia Victoria Poblete Hlaczik es hija de Gertrudis Hlaczik y de José Liborio Poblete Roa, militante chileno que llegó a Buenos Aires en 1972 para tratarse de un accidente que lo dejó paralítico. En el Instituto de Rehabilitación del Lisiado fundó el Frente de Lisiados Peronistas y conoció a Gertrudis, estudiante de Psicología. Claudia nació el 25 de marzo de 1978. El 28 de noviembre de 1978 secuestraron a José en Plaza Once y a la noche a su mujer y a su hija en Guernica. A los tres los llevaron al centro clandestino Olimpo. Claudia estuvo dos días allí con su madre y terminó apropiada por el coronel Ceferino Landa y su mujer, condenados en 2001. Sus padres fueron desaparecidos.

“Yo conozco mi verdadero origen el 10 de febrero del año 2000 –dijo Claudia–. Había sido citada al juzgado del juez Cavallo. Las personas que se decían mis padres eran Ceferino Landa y Mercedes Beatriz Moreira. Mi fecha de nacimiento era 13 de junio del ’78 y me llamaba Mercedes Landa.” El Landa que conoció Claudia era teniente coronel, integrante de la estructura de Inteligencia del Ejército, retirado supuestamente en 1979. De chica, a Claudia le habían hecho un análisis que dio negativo. Esta vez, “es la primera que me dicen que no era hija de ellos, que no podían tener hijos y que un médico, Cáceres Monie, me entregó”.

El médico militar Julio César Cáceres Monie intervino en otras apropiaciones. Ahora está muerto. “La versión que se contaba en mi casa de la dictadura era que ellos eran perseguidos por la subversión, que tenían miedo a las bombas. Yo no sabía que existían las Abuelas de Plaza de Mayo. Entonces para mí eso terminó siendo un armado para perjudicar a los Landa. Pero cuando el juez me mostró la foto mía de bebé, me reconocí inmediatamente.”

Claudia dijo que vivía en un círculo social muy restringido. “Tenía una sobreprotección muy marcada, se movían en un ambiente de militares. Fui a un colegio en Belgrano donde el capellán era Emilio Graselli, que había estado en la curia castrense, es el Colegio de la Misericordia. Luego encontré un cuaderno con las búsquedas de mi abuela y vi que había tratado de hacer gestiones con Graselli para encontrarnos.”

En el juicio habló de escenas de esa “vida familiar”. Dijo que alguna vez “de pequeña pregunté por fotos de embarazo, pero me dijeron que se las había robado una persona que trabajaba con ellos. Yo nunca fui muy inquisitiva, recién de adolescente empecé a pensar que podía no ser hija de ellos, por la edad de ellos; pero no preguntaba mucho”.

En la sala de audiencias estuvo sentado Fernando Roa, uno de los tíos de Claudia que la acompañó en el rearmado de la historia. El debía declarar la semana próxima en el juicio, pero no lo hará. Un testigo no puede estar presente en una audiencia hasta no haber declarado antes. El quiso estar ahí y escuchar a su sobrina declarar.

viernes, 26 de agosto de 2011

Cronograma de testigos actualizado

31 de agosto
9.30 hs. Isabel Teresa Cerrutti
10.30 hs. Susana Leonor Caride
11.30 hs. Isabel Mercedes Fernández Blanco

5 de septiembre
Inspección ocular en la ESMA

6 de septiembre
9.30 hs. María Belén Altamiranda Taranto
11.00 hs. María Susana Reyes
14.00 hs. Adolfo Pérez Esquivel
14.30 hs. Horacio Ricardo Ravena

12 de septiembre
9.30 hs. Nélida Edith Ferrúa
10.30 hs. María del Carmen Aguilera
14.00 hs. Adriana Moyano
14.30 hs. Ana María Martí
15.00 hs. Nelly Patricia Tauro

13 de septiembre
9.30 hs. Beatriz Elizabeth Tokar
10.30 hs. Osvaldo Lovazzano

14 de septiembre
9.30 hs. Beatriz Calvar de Viegas
10.30 hs. Jorge Luis Espósito
11.30 hs. María Luisa Pérez
12.30 hs. Alcira Patricia Camusso
14.00 hs. Juan Carlos Zucca
14.00 hs. Robert Cox

jueves, 25 de agosto de 2011

“Cuando ingresó Azic con la bebé fue muy extraño y triste, ya se sabía cuál iba a ser el destino de la madre”

Por Carmen Urzola Maldonado

Carlos Gregorio Lordkipanidse, fotógrafo, sobrevivió a la ESMA y prestó testimonio ante el TOF Nº 6 por la causa Plan sistemático. Durante su cautiverio, presenció el nacimiento de la hija del matrimonio Ruiz Dameri (uno de los 35 casos que se juzgan) y la posterior desaparición de la familia.
“El 18 de noviembre de 1978 fui secuestrado en Carlos Calvo y Muñiz por efectivos de la Marina. De allí me llevaron a la ESMA. Cuando llegué escuché los gritos de mi esposa Liliana Pellegrino, a quien habían secuestrado ese mismo día junto a nuestro hijo de 20 días y a Cristian, un primo de Liliana. Fui llevado al sótano donde se encontraban Juan Antonio Azic, el prefecto Héctor Febres, Adolfo Donda, y (Fernando Enrique) Pellón”.
“Mi secuestro fue motivo de satisfacción en ese grupo de tareas, ellos esperaban que yo tuviera información de otros militantes, me golpeaban para que hablara. Azic tomó a mi hijo por los pies y dijo que si yo no hablaba lo dejaba caer. Finalmente comprobaron que yo no sabía nada, entonces primero liberaron a Cristian y a mi hijo, después a mi esposa a cambio de que yo falsificara documentos para ellos. Víctor Melchor, Chiqui y Tito, otros prisioneros, me dijeron que si ayudaba podría sobrevivir y si no me inyectarían Pentotal y luego sería arrojado al mar. Estuve un año y medio realizando este trabajo esclavo hasta que fui liberado bajo vigilancia”.
Carlos relató que en ese momento no creía que su esposa e hijo habían sido liberados. “Me contaron que los niños eran arrebatados de los brazos de sus madres y posteriormente ellas eran desaparecidas. Después supe que los niños que se apropiaban eran los que nacían allí. En cuanto a Silvia Dameri, ella tuvo a su bebé en la sala denominada ´la huevera´, le decían así porque estaba forrado con cartones de huevos para que no se escucharan los gritos. Aún así se escuchaban. Yo estaba en el comedor con Víctor durante el parto, se encontraba el médico Capdevila, Díaz Smith y la prisionera Nora, cuando ingresó Juan Antonio Azic y Oscar Lanzon con la bebé fue muy extraño y triste, ya se sabía cuál iba a ser el destino de la madre”.
Carlos detalló la innumerable cantidad de documentación que reposaba en el laboratorio donde trabajaba. Partidas de nacimientos, pasaportes falsos, documentos de propiedades, fotos de muchas personas que habían pasado por el centro clandestino. Esta documentación, según Carlos, fue en gran parte retirada por "el Tigre" Acosta, otra microfilmada y quemada. Entre las labores de Carlos se encontraba la de hacer duplicados a estas microfilmaciones que nunca fueron encontradas.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Juan Cabandié: “Falco era muy violento conmigo y la familia”

Fuente: Alejandra Dandan - Página/12

“Una catarata de lágrimas”, dijo Juan Cabandié cuando dejó la sala de audiencias. La emoción se desborda en algún momento y el tribunal se ve obligado a pasar a un cuarto intermedio para dejar un poco de espacio a esas lágrimas. A Cabandié le habían preguntado por el secuestro de sus padres y cuando empezó a explicarlo, tuvo que parar. Antes había dicho algo sobre lo que volvió a insistir en el tramo final, la necesidad de encontrar alguna lógica, esta vez para su propio secuestro: “La necesidad de estas familias que con instrumentos ilegales han hecho uso de la autoridad transitoria al haber robado bebés, estaban satisfaciendo un vacío existencial o vacío familiar, que quizá se producía en algunas. Es el caso de (Luis) Falco”, explicó. “A partir de que pierden un bebé antes de nacer o durante el mismo nacimiento, tienen la necesidad de completar la familia con un estándar de familia tipo, de ser cuatro integrantes, y toman la decisión de apropiarse de un bebé ajeno. Y el lugar de poder y la impunidad los llevaba a agarrar chicos nacidos en centros clandestinos.”
Juan Cabandié declaró en la audiencia por el plan sistemático de robo de bebés. Los integrantes del Tribunal Oral Federal Nº 6 abrieron el debate con las preguntas del protocolo. Cuando le pidieron la fecha de su nacimiento, Cabandié hizo una pausa y dijo “20 de marzo de 1978”. Cuando la presidenta del tribunal, María del Carmen Roqueta, le preguntó, en cambio, si tenía pleitos pendientes con los acusados, se apuró en recordarle los datos del expediente: “Yo he nacido en la ESMA, como consta en la causa; mi madre ha sido secuestrada y me tuvo en la Escuela Superior de Mecánica de la Armada, ex ESMA, a mediados de 1978”. En las dos horas siguientes, presentado a sí mismo como diputado de la Ciudad de Buenos Aires, Cabandié volvió a entrar a la casa donde vivió convencido de que era hijo del policía de Inteligencia Luis Falco. “Donde yo estaba al borde de dar saltos de rana a la mañana, para ejemplificar la manera en la que se manejaba ésa que era una relación tortuosa y especialmente violenta.” Una familia a la que llegó a ocupar el lugar del niño muerto. Un lugar donde supo que Falco se infiltró entre las Madres de Plaza de Mayo y celebró porque lo equiparaba con los marinos. Y el lugar donde él pronunció alguna vez el nombre de Néstor Kirchner para enfrentar a Falco, cuando dejó la casa de Abuelas de Plaza de Mayo con alguna certeza sobre sus análisis genéticos y su apropiador lo llamó, por primera vez preocupado, para preguntarle si alguien más sabía algo. “Denotaba una especie de temor que no era habitual en él –dijo Cabandié–. Sí era habitual en mí porque yo le tenía mucho miedo, y por el miedo que tenía se me ocurre responderle que sabían Estela Carlotto y Néstor Kirchner. Estela lo sabía de alguna manera, porque mi denuncia estaba en Abuelas. Kirchner obviamente no lo sabía, yo no lo conocía, pero para mí era como una mano de protección, pensaba que nos iba a ayudar a nosotros, y él se asustó más.”
Hubo dos momentos singulares del relato. Uno, compartido con los jóvenes apropiados y restituidos que declaran en el juicio, que es el momento en el que entran y logran mostrar las condiciones domésticas y, entonces, más íntimas de la apropiación. El modo en el que funcionaron aquellas supuestas familias. El otro, la reconstrucción de la historia de sus padres, detalle a detalle, desde la lógica de las biografías políticas.
El relato
“¿Cuándo supo que Damián Cabandié y Alicia Alfonsín eran sus padres?”, le preguntó al comienzo el fiscal Martín Niklison. “De esto me entero el 26 de enero de 2004 –dijo Cabandié–, a partir de que yo me acerqué a Abuelas de Plaza de Mayo, a mediados de 2003, por distintas dudas con relación a mi filiación, en situación de inestabilidad emocional por no tener respuestas a muchas preguntas, por el maltrato que me prodigaba la persona que era mi padre. Y porque ningún argentino es ajeno a lo que sucedió entre 1976 y 1983.”
En esa casa, Cabandié era Mariano Andrés Falco, supuesto hijo de Falco y de Teresa Perrone y hermano menor de Vanina, la persona que lo acompañó más tarde en toda la búsqueda. Con Falco había “una relación tortuosa”, dijo él. “Era una relación mala, no así con Teresa. Yo lo dejo de ver a los 19 años, cuando se divorcia. No lo veo más. Era muy violento, muy autoritario, ejercía violencia sobre la familia, o ese supuesto núcleo familiar, aunque era especialmente violento conmigo, a partir de travesuras como las de cualquier chico: se agarraba de esos elementos para ejercer la violencia hacía mí.”
Falco estuvo en Inteligencia de la Policía Federal. El padre fue comisario general y su hermano sigue en actividad dentro de la fuerza. Tenía un trabajo de visitador médico como cobertura. Cabandié cree que llegó a sus manos por la relación con el represor Samuel Miara –parte de las patotas del Atlético, el centro clandestino por donde pasaron sus padres–, apropiador de los mellizos Reggiardo Tolosa y a quien Juan llamaba “tío”. Cabandié está convencido de que, por jerarquía y relación de mandos, Miara le permitió a Falco obtenerlo de adentro de la ESMA. A los 8 o 9 años, Cabandié vio en televisión las fotos de los mellizos Matías y Gonzalo buscados en llamados solidarios. Preguntó, le dijeron que era un error, pero él se guardó las dudas porque hacía tiempo que no los veía. Dos o tres años después volvió a ver fotos en televisión, esta vez con pedido de paradero. Falco viajó a Paraguay para ver a Miara. En 1989 extraditaron a Miara. Cabandié dijo que, en ese momento, Falco le dijo que Miara había hecho “una gran obra de amor con los mellizos” porque, cuando nacieron, estaban muy flaquitos: “Siendo mellizos, habiendo nacido en la comisaría de La Plata y con su madre torturada –explicó–, no es descabellado pensarlo”.
Pese a la supuesta clandestinidad de las actividades de Falco, en algún momento el represor empezó a construir relatos de lo que hacía, “despojado de cualquier resguardo”. Les hablaba de los allanamientos, de los operativos, de los discos y guitarras, jactándose por haberlos robado en los operativos. Le causaba gracia haberse infiltrado como operario del subte y que lo hayan descubierto. Les contó que usó un seudónimo para infiltrarse en el Mundial ’78. Les mostró una credencial a nombre de Leonardo Fajardo, “que hace alusión a la personalidad”. No hace mucho, Cabandié supo además que había vendido un departamento. Una militante de aquellos años lo contactó para contarle que le había comprado ese lugar a Falco. Que cuando vio la casa le llamaron la atención las imágenes de policía en las paredes y dos niños que jugaban con cara de tristes.
En la sala, Roqueta seguía la declaración con los jueces Julio Panelo y Domingo Altieri. En el fondo, entre el público, estaba la plana mayor de La Cámpora. Niklison seguía con las preguntas. Cabandié habló entonces del Nunca más. “Cuando yo empiezo a tener curiosidad sobre cuestiones de la vida, veo que llamativamente había un libro Nunca más en la casa. Había otros libros. Había libros de formación militar. Que no tenía nada de malo que sean de formación militar, pero había un libro explícitamente antipopular, con reivindicaciones de vejaciones y torturas.” Para entonces tenía 15 años. Leyó los nombres de los amigos de Falco, entre ellos del filonazi Jorge Vieira: “Leerlo me acercó a tener otra mirada, no me asombré de que apareciera explícitamente como filonazi fascista sino leerlo en un libro me llamó poderosamente la atención y empecé a darle más importancia a esa posición diferente”.
Cuando Cabandié empezó a hablar de sus padres, Roqueta ordenó un cuarto intermedio. Fue la primera vez en la que tuvo que dejar de hablar. “Mis papás desaparecen el 23 de noviembre del ’77 –dijo–. En ese momento, la organización política a la que pertenecían había tomado la decisión de iniciar el pasaje a la clandestinidad. Es decir, apartarse de los lugares de origen; mis padres eran muy jóvenes, tenían 16 y 19 años, estaban casados hacía un año.” Ellos vivían en Congreso, en la calle Solís, muy cerca del Departamento Central de Policía; primero fue secuestrado su padre, cuando salía de ENTel; y después su madre, cuando salía de un almacén. Más tarde habló de la ESMA, de su nacimiento, de los 15 o 20 días que estuvo con su madre. Del momento en que lo llamó sólo Juan, porque era un nombre simple. De la carta que le obligaron a escribir cuando estaba convencida de que a su hijo no lo iban a devolver a la familia. Aunque al final siguió con ellos. Pero esta vez habló de la vida cuando Roqueta le preguntó por las identidades políticas. Damián estuvo en la UES, antes del golpe se incorporó a la unidad básica Beto Simona, parte de la estructura de Montoneros. Con el pasaje a la clandestinidad, las actividades se trasladaron al Club Social Teodoro García, donde se conoció con Alicia. Tuvieron una militancia activa en la Villa General Mitre, que era la villa más grande de la ciudad de Buenos Aires, dijo Cabandié. La villa estaba en Colegiales, en el espacio que ahora ocupan la Plaza Mafalda y el Mercado de Pulgas. De su padre sabe que era el que más hacía pintadas; su madre, en cambio, estaba en el barrio.

jueves, 18 de agosto de 2011

Cronograma actualizado de testigos

23 de agosto
9.30 hs. Juan Cabandié
11.00 hs. Carlos Gregorio Lordkipanidse
14.00 hs. Adriana Luisa Reinhold

25 de agosto
9.30 hs. Claudia Victoria Poblete Hlaczik
11.00 hs. Juan Agustín Guillén
12.00 hs. Mónica Evelina Brull
14.00 hs. Gilberto Rengel Ponce

31 de agosto
9.30 hs. Isabel Teresa Cerrutti
10.30 hs. Susana Leonor Caride
11.30 hs. Isabel Mercedes Fernández Blanco
14.00 hs. Graciela Trotta
14.30 hs. Fernando Navarro Roa

6 de septiembre
9.30 hs. María Belén Altamiranda Taranto
11.00 hs. María Susana Reyes

miércoles, 17 de agosto de 2011

“Los niños corrían y se deslizaban por los pasillos”

Por Carmen Urzola Maldonado



El sobreviviente Víctor Melchor Basterra, quien estuvo secuestrado y esclavizado durante cuatro años y medio en la ESMA, fue citado a esta audiencia para testificar por el caso de la familia Ruiz Dameri y para relatar su propia historia y la crueldad de las torturas tanto físicas como psicológicas que vio, escuchó y padeció en este centro clandestino de detención.


“El 10 de agosto de 1979 irrumpieron en mi casa en Valentín Alsina un grupo de hombres entre los que encontraba Adolfo Donda. Junto a mi esposa y mi hija nos subieron a un auto y nos trasladaron a la ESMA donde fuimos torturados. Una semana después mi hija y mi esposa fueron llevadas a la ciudad de La Plata y liberadas, Yo continúe secuestrado allí y fui obligado a trabajar falsificando documentos para los militares mientras Adolfo Donda hizo todo lo necesario para quedarse con nuestra casa”.


“Los Ruiz Dameri fueron secuestrados en mayo de 1980. El momento en que vi a Orlando Ruiz y a Silvia Dameri por primera vez fue muy conmovedor, ella tenía un embarazo bastante pronunciado. Llegaron con dos niños de tres y cuatro años, los niños corrían y se deslizaban por los pasillos. En septiembre, Victoria, como se le conocía a Silvia en la ESMA, parió una niña en una sala llamada ´la huevera´, el parto fue atendido por el doctor Carlos Capdevila y asistido por Nora Irene Wolfson, desaparecida. Cuando la niña nació el doctor la sacó y nos la mostró como si fuese una especie de trofeo, después solo vi una foto donde Silvia amamantaba a la niña”.


“Los dos niños, que se deslizaban por los pasillos de la ESMA, fueron abandonados en sendos sanatorios, la niña en Rosario, el niño en Córdoba, y posteriormente adoptados. La recién nacida (Carla) fue apropiada por quien formaba parte del grupo de torturadores, Juan Antonio Azic”.


“De niña tenía pesadillas con personas disfrazadas de payasos que se me acercaban”

Por Carmen Urzola Maldonado





Victoria Ruiz Dameri, quien estuvo secuestrada en la ESMA junto a sus padres y su hermano cuando contaba con tres años de edad, rindió su testimonio ante el TOF N° 6.



“Desde los tres años, viví con Norma y Humberto Torres, mis padres adoptivos, en un pueblo llamado Fighiera (provincia de Santa Fe). Siempre supe que no era hija biológica, y aunque mis padres me daban todo el amor y los gustos siempre me sentí abandonada. Llegué a Abuelas porque un día, mirando el diario Clarín, vi una foto mía de niña, no lo podía creer”.



“Mi padre y mi tío se pusieron en contacto con las Abuelas y con la comisión Hermanos y a los veinte días tuve el resultado. Entonces supe que era hija de Orlando Ruiz y Silvia Dameri. Fue un gran alivio saber que ellos no me habían abandonado y una gran satisfacción conocer a mi familia biológica. Tengo abuela paterna, hermanos, tías y primos”.



Testigos que sobrevivieron a la crueldad de los militares le relataron a Victoria que ella permaneció alrededor de cuatro meses secuestrada en la ESMA junto a su familia, y que con su hermano Marcelo, de 4 años, corrían y jugaban por los pasillos del centro clandestino de detención.



La periodista Analía Argento, durante la investigación para su libro De vuelta a casa, se encontró con un acta donde figura la fecha de secuestro de la familia Ruiz Dameri y se la envió a Victoria. El abogado de Abuelas, Agustín Chit, solicitó al tribunal mostrar este documento, y pese a la objeción de la defensa el acta fue leída por la jueza María del Carmen Roqueta.



“De niña tuve muchas pesadillas con personas disfrazadas de payasos que se me acercaban”, precisó Victoria. “Mis padres me contaron que yo les pedía que por favor no dejaran que el tío Tommy me viniera a buscar. Después de ver muchas fotos y escuchar testimonios supe que ´tío Tommy´ era (el oficial) Carlos Capdevila, quien me dejó en el sanatorio con una cartel que decía que mis padres no se podían hacer cargo de mí”, añadió.



La hermana menor de Victoria, Carla, quien nació en el sector de la ESMA llamado “la huevera”, fue apropiada por Juan Antonio Azic, imputado en esta causa. Carla, como sus hermanos Victoria y Marcelo, también conoce su identidad gracias a la búsqueda de Abuelas.


miércoles, 10 de agosto de 2011

Cronograma actualizado de testigos

15 de agosto
9.30: Víctor Basterra
10.30: María de las Victorias Ruiz Dameri
11.30 Juan Cabandié Alfonsín

16 de agosto
9.30 Javier Gonzalo Penino
11.30 Carlos Alberto Viñas
14.00: Lucía Grecco
14.30: Ana María Rivas
15.00: Juan Carlos Rodríguez
15.3: Alfredo Buzzalino

17 de agosto
9.30: Adolfo Perez Esquivel
11.30 Alberto Eduardo Girondo
14.30: Miguel Angel Lauletta
15:00: Susana Ramus

Las huellas de los partos

Por Alejandra Dandán (Página/12)


Nélida Elena Balaris tenía los ojos llenos de lágrimas. A esa altura, había recorrido casi a tientas buena parte del Hospital Militar de Campo de Mayo, la antigua maternidad, la zona del quirófano donde alguna vez atendió en su rol de enfermera el parto de una secuestrada y ahora estaba entrando en la última etapa, el sector de lo que funcionó como cárcel de encausados, otro centro clandestino, ubicado a seis kilómetros del hospital, dentro del mismo predio del Ejército. Ante la mirada de los jueces del Tribunal Oral Federal 6 y una comitiva de fiscales, querellantes y defensores, avanzó hasta la enfermería de la vieja cárcel, recorrió el pasillo principal, vio las puertas, unas detrás de otras, de pequeños boxes cerrados y finalmente llegó hasta el mismo espacio donde alguna vez, hace más de treinta años, atendió de urgencia el parto de otra prisionera, haciéndose fuerte porque un cordón de soldados no querían dejarla sola. Nélida entró y salió enseguida de ese lugar. “La angustia que yo siento en ese momento –explicó–, no la siente ninguno de ustedes.”



Nélida había llegado al Hospital Militar temprano, antes que los integrantes del tribunal encabezado por María del Carmen Roqueta, que se desplazaba de Retiro al interior de la guarnición militar de Campo de Mayo para llevar adelante un reconocimiento en el lugar en el que funcionó una de las maternidades clandestinas de la dictadura. Nélida no volvía ahí desde hacía años. Había declarado ante la Conadep y luego en cada uno de los juicios, en una suerte de peregrinación que siente que no termina. “A mí me habían dicho que venía acá para atender a soldados, pero me enfrentaron con esto”, dijo en un momento mientras se acomodaba al lado de médicos y enfermeros con quienes también había dejado de verse, y ahora se reunían para entrar al túnel del tiempo.



El reconocimiento empezó por el viejo espacio de la maternidad, un pasillo largo desmantelado después de la dictadura. Luego, las habitaciones preparadas como salas de parto y el quirófano donde pasaron las secuestradas. El fiscal Martín Niklison, los abogados de Abuelas de Plaza de Mayo y las defensas se hacían espacio para avanzar entre pasillos. Escaleras arriba, todos se detuvieron ante un marco casi arrancado de lo que alguien dijo que funcionó como la ventana de la nursery y ahora es un ingreso en ruinas hacia una sala de espera completamente vacía.



“Doctora, acá estaba la maternidad, ginecología y obstetricia”, dijo el director a Roqueta. La caravana avanzó por el pasillo de las habitaciones; Nely reconoció en el fondo una vieja área de cocina y enfrente el acceso a dos pequeñas salas de parto. Se detuvo ahí. Dijo que cuando el hospital cambió el turno de las guardias médicas de nacimientos de pasivas a activas, cambiaron las salas. Que entonces, la sala se instaló más cerca del quirófano que es donde se hicieron las cesáreas, en un período que coincide con el momento del golpe de Estado.



“¿Alguno de ustedes atendió acá algún parto de una detenida?”, preguntó Roqueta. Rosalinda Libertad Salguero dijo que sí. Ella es otra enfermera: “Yo sí –explicó–, pero no me acuerdo dónde, señora”.



Poco más tarde, la comisión entró en la zona del quirófano. Nely atendió ahí el parto de una secuestrada, la habían llamado de urgencia y en una audiencia dijo que aquella mujer tenía el pelo canoso, que no era la primera vez que tenía hijos, que lo que más le llamó la atención fue su completo silencio.



Al cabo de unos minutos, el grupo estaba nuevamente afuera, en una de las calles del interior de hospital. Los jueces caminaron un trecho al lado de Ernesto Petro-cchi, un viejo médico que en el juicio confirmó que las secuestradas embarazadas parecían una “estrella fugaz”, porque entraban y salían del hospital donde les aceleraban el parto con goteo y cesárea. Por ahí también estaba José Soria, uno de los enfermeros. En ese momento, la comitiva descifró entre lo nuevo y lo viejo la estructura casi en ruinas del pabellón de Infectología. Soria buscó uno de los cuartos. Atravesó el piso sin puertas, avanzó hasta una de las ventanas. Y ahí dijo que las ventanas en su época estaban tapiadas, que los cuartos tampoco tenían otro tipo de luz porque los cables estaban eliminados, que las parturientas, entonces, quedaban todo el tiempo a oscuras, excepto cuando ellos, quienes las atendían, entraban en algún momento por la puerta.



“¿Usted dijo que tampoco tenían colchones?”, preguntó Mariano Gaitán, de Abuelas. “Las camas tenían elásticos, tenían un cubre elástico, era lo único que tenían porque no había sábanas ni frazadas, sólo tenían un camisolín blanco.” “Yo habré visto a seis o siete en total”, dijo él. Una vez, vio tres mujeres y un varón, el chico estaba con una herida de bala en las rodillas.



Soria siguió parado en ese lugar en el que años atrás entraba y salía haciendo curaciones o con la comida. Donde encontró una vez sobre la mesa de luz y escrita con migas de pan la palabra “gracias”. Y otra vez encontró migas de pan formando algo parecido a un número de teléfono. “Son cosas que no me lo olvido más”, dijo. “¿Y qué podía hacer yo? Tenía a los guardias respirando atrás mío.” Recordó las dos veces que sacó a secuestradas después del parto. Casi inmediatamente. Primero con una. “Yo la saqué de la mano –dijo–, se las llevaba de la mano porque tenían anteojos oscuros, la llevaba hasta afuera, a la calle, la subí a un Renault 12, ella tenía que subir adelante y a mí me decían que suba en la parte de atrás. Yo tenía que llevarlos hasta la salida de la guarnición, bajaba del coche y volvía.”



El recorrido terminó más tarde en el Campito, el lugar que funcionó como centro clandestino. El coronel que guió la exploración dijo que Campo de Mayo tiene la forma de un trapecio, que hay que entender que ahora, en ese Campito, todos estaban justo en el centro. En las manos, para observar el terreno, el hombre llevaba un mapa dibujado hace muchos años por el sobreviviente Cacho Scarpati.


jueves, 4 de agosto de 2011

"Los jóvenes que recuperamos nuestra identidad somos la evidencia de que hubo un plan sistemático de apropiación de niños"


Por Carmen Urzola


"Los jóvenes que hemos recuperado nuestra identidad somos la evidencia de que hubo de hecho un plan sistemático de apropiación de niños. Este plan sistemático no ha concluido, quedan aún muchos casos por resolver", afirmó la nieta restituida y diputada nacional Victoria Analía Donda Pérez.


No es seguro que Victoria haya nacido el 17 de septiembre de 1977, la fecha que figura en su documento; lo que sí se sabe es que, como decenas de hijos de desaparecidos, nació en el infierno de la ESMA. El fiscal Martín Niklison le pidió que relatara cómo se enteró de su identidad, cuál fue el procedimiento y qué relación pudo construir con su familia biológica.


"Aceptar esta realidad fue muy difícil y doloroso. Gracias a las Abuelas, a la comisión Hermanos y a muchos otros que me ayudaron en esos momentos difíciles empecé a conocer mi historia y la de mis padres. El 8 de octubre de 2004 supe que era hija de María Hilda Pérez y de José María Laureano Donda. Antes, desde 2001 aproximadamente, algunos vecinos y personas conocidas habían hecho llamadas anónimas a las Abuelas, quienes abrieron una investigación por mi caso. En 2006 viajé a Canadá a conocer a mi abuela materna Leontina Puebla, también conocí mis primos y tías, la relación fue normal".


"¿Qué pasó con su madre?", preguntó Niklison. "Ella y mi padre militaban en Montoneros. Mi madre fue secuestrada en la Plaza de Morón el 28 de marzo de 1977 cuando tenía cinco meses de embarazo. El operativo estuvo a cargo de personal de Aeronáutica que la llevaron a la comisaría 3ra. de Castelar y posteriormente la trasladaron a la ESMA. Allí se enteró que su cuñado, mi tío Adolfo Donda, el hermano mayor de mi padre, trabajaba en la ESMA".


"Mi padre fue secuestrado dos meses después y llevado a este mismo lugar donde le hicieron un careo con mi madre, los torturaron y los separaron nuevamente. Adolfo Donda, luego de una de las acostumbradas torturas a las que era sometida mi madre, le prometió que me entregaría a mi abuela materna... y no cumplió".


La sobreviviente Lidia Vieyra le contó a Victoria que su madre no quería que le atendiera el parto el médico Jorge Luis Magnacco -uno de los imputados en la causa-, entonces le pidió a Lidia que la acompañara. Finalmente, Magnacco llegó sólo para cortar el cordón umbilical.


Victoria expresó que no entiende por qué a pesar de haber varios testimonios que aseguran que Adolfo Donda sabía de su nacimiento, no está imputado en esta causa. "Debe ser juzgado, él es culpable y responsable de lo que pasó", subrayó.


"También me enteré que quien era mi padrino y amigo de la familia con la que me crié, el prefecto Héctor Febres, era el encargado de entregar a los niños que nacían en cautiverio. Me hacía muchos regalos y me decía ´la Turquita´. Más tarde, a los 15 años, cuando me volví guevarista, se dañó la relación con él, entonces me empezó a decir ´la Zurdita´. Un día comentó: ´Hay algunas cosas que no tienen remedio´. Desde muy chica he militado en la agrupación Libres del Sur y he hecho trabajo social en las villas".


Los abogados de Abuelas formularon algunas preguntas aclaratorias acerca del tipo de diligencias que hicieron los abuelos de Victoria para encontrarla a ella y a sus papás."Presentaron hábeas corpus en todos los lugares posibles y fueron a ver a Adolfo Donda para preguntarle por mis padres. Adolfo les respondió: ´Yo les avisé que se fueran del país y ellos decidieron´. Nunca sospeché que Juan Azic y Esther Abregó no eran mis padres biológicos, ellos me criaron con amor, sentí amor y sigo sintiendo amor. Ahora sé que mi infancia no fue normal porque me mintieron y, aunque me hayan criado con amor, ellos cometieron un delito".

lunes, 1 de agosto de 2011

Cronograma actualizado de testigos

2 de agosto
9.30 hs. Roberto Schinocca
10.30 hs. Miriam Lewin
14.00 hs. María Alicia Millia

3 de agosto

9.30 hs. Victoria Donda
13.00 hs. Lila Pastoriza
14.00 hs. Marta Remedios Álvarez
15.30 hs. Perla Rubel

8 de agosto
9.30 hs. Adriana Luisa Reinhold
10.30 hs. Adriana Moyano
12.00 hs. Luis Allega
12.00 hs. Amalia Larralde
14.00 hs. Nelly Patricia Tauro

15 de agosto
9.30 hs. Víctor Melchor Basterra
10.30 hs. María de las Victorias Ruiz Dameri
11.30 hs. Juan Cabandié Alfonsín

16 de agosto
9.30 hs. Juan Gonzalo Penino
11.30 hs. Carlos Alberto Viñas
14.00 hs. Lucía Grecco
14.30 hs. Ana María Rivas
14.30 hs. Juan Carlos Rodríguez
15.00 hs Ana María Bravo

17 de agosto
9.30 hs. Adolfo Pérez Esquivel
11.30 hs. Alberto Eduardo Girondo
14.00 hs. Alfredo Buzzalino
14.30 hs. Miguel Ángel Lauletta
15.00 hs. Susana Ramus