jueves, 30 de junio de 2011

Una monja aseguró que vio a niños en el Hospital de Campo de Mayo

(Fuente: Telam)


Una monja paraguaya dijo ayer que vio un niño de siete años y dos hermanitas de dos y cuatro, primos entre sí, en el Hospital Militar de Campo de Mayo, en 1976, y que las niñas lloraban llamando su mamá mientras el varoncito les aseguraba que "la madre no está más”.



Nicomedes Caracho, cuyo nombre religioso es Hermana Felisa, declaró ayer ante el Tribunal Oral en lo Federal 6 en la causa por el plan asistemático para el robo de bebés cuando sus madres estaban en ilegal cautiverio durante la última dictadura militar.



Pese a las reiteradas evasivas, con respuestas tales como “no me acuerdo”, “no sé”, “no estoy segura”, la mujer admitió que en una oportunidad la madre superiora de pidió “sábanas para pacientes NN” y cuando se le pidió que aclare a quienes se refería sostuvo que son “aquellos que no tenían nombre”.



La reticencia de la monja, quien dijo haber ingresado al centro de salud en 1976 y que permaneció allí hasta 1982, comenzó cuando la presidenta del Tribunal, María del Carmen Roqueta, le preguntó si “sabía lo que pasaba en el país”, a lo que la mujer respondió que “No. No sabía que estábamos en peligro” aunque no aclaró el contenido de su afirmación.



“¿Usted recibió alguna amenaza, coacción o dinero para declarar de esta forma?”, le preguntó la jueza, quien fue más allá y le ofreció a la testigo la posibilidad de testimoniar sin público, pero la Hermana Felisa rehusó la propuesta porque “estoy diciendo lo que tengo que decir”.



La religiosa sostuvo que “nunca nadie le comentó que hubiera embarazadas llevadas a parir” a ese lugar y cuando Roqueta le dijo si conocía los motivos por los cuales estaba declarando respondió “algún día lo voy a pensar”, lo que motivó que la jueza le replicase “piénselo ahora que está declarando ante un tribunal”.



Caracho sostuvo que estaba bajo la coordinación de la Madre Luciana y la Hermana Imelda aunque dijo no conocer los nombres de civiles de ambas religiosas porque “son croatas y sus apellidos son muy difíciles”.



Sobre el área de epidemiología, donde según testimonios eran llevadas prisioneras embarazadas, la testigo dijo que “nunca” escuchó que se hablase de partos, “ni vio” personas heridas y que su labor se limitaba a “distribuir comida y ropa a los soldados y hacer la limpieza”, en referencia a los pacientes.



En este proceso son sometidos a juicio los represores Jorge Rafael Videla y Reynaldo Benito Bignone, junto con Jorge “el Tigre” Acosta, Santiago Omar Riveros, Rubén Franco, Antonio Vañek, Juan Azic, y el médico Jorge Magnacco, a quien se imputa su intervención profesional en los partos.



Todos los represores son juzgados por los delitos de sustracción, retención y ocultamiento de menores y sustitución de sus identidades en 35 casos.

martes, 28 de junio de 2011

Cronograma actualizado de testigos

27 de junio



9.00 hs. Nicomedes Caracho



10.30 hs. Carlos Alberto Raffineti



12.00 hs. Roberto A. Schinoca



14.00 hs. Eduardo J. Poisson





28 de junio



9.00 hs. Nélida Elena Valaris



11.00 hs. Marta Azucena Ybarra



12.00 hs. David Lanoscou



13.30 hs. Jorge Tato



14.00 hs. Graciela Inés Morales de Micalucci



15.00 hs. Margarita M. Allende





4 de julio



9.00 hs. José Aniceto Soria



10.00 hs. Cristina Elena Ledesma



11.00 hs. Arnaldo Fabian



12.00 hs. Silvia Cecilia Bonsignore de Petrillo



14.00 hs. Lorena Josefa Tasca



15.00 hs. Rosalinda Libertad Salguero.





5 de julio



9.00 hs. Eduardo Alberto Pellerano



10.00 hs. Celina Amalia Galeano



11.00 hs. Ernesto T. Petrocci



12.00 Aldo Rodríguez



14.00 hs. Margarita Melia





6 de julio



9.00 hs. Alejandro Sandoval



11.30 hs. Edgardo Fontana



14.00 hs. Silvia Fontana



15.00 hs. Ana María Careaga





11 de julio



9.00 hs. Miguel D’Agostino



10.00 hs. Delia Barrera y Ferrando



11.00 hs. Nilda Noemí Actis de Goleta



14.00 hs. Adriana Moyano



14.00 hs. Julio César Leston





12 de julio



(PROYECCIÓN DE VIDEOS Y/O INC. X LECT)





(FERIA)





1° de agosto



9.00 hs. Graciela Daleo



11.00 hs. Miriam Lewin



14.00 hs. María Alicia Millia





2 de agosto



9.00 hs. Victoria Donda



13.00 hs. Lila Pastoriza



14.00 hs. Marta Remedios Álvarez

miércoles, 22 de junio de 2011

“ Yo ya estaba tranquilo y en paz estando en la casa de las Abuelas"

Francisco Madariaga terminó hoy su declaración en el juicio por su apropiación contra Víctor Gallo y Susana Colombo, luego de la suspensión de su testimonio el lunes por corte de luz. "Después de una golpiza contra Colombo, a Gallo se le prohibió acercarse a la casa, esto fue en los 90, en ese momento cae preso, entraba y salía todo el tiempo", contó Francisco. "Su presencia estaba siempre, como un mafioso, en un momento que estaba detenido en Campo de Mayo se apareció por una ventana de la casa", recordó el hijo del Secretario de Abuelas de Plaza de Mayo, Abel Madariaga. Luego definió a su apropiador: “era un monstruo”. La sensación de estar perseguido por Gallo era constante, pero meses antes de conocer su identidad la situación de intensificó: "Sentía que me seguía. Lo veía en todos lados, me estaba volviendo loco". Colombo también sentía miedo y que por eso pidió a Abuelas entrar al programa de protección, Francisco también entró al programa pero aseguró: “ yo ya estaba tranquilo y en paz estando en la casa de las Abuelas".

Francisco Madariaga: “En lugar de llevarme al cine, me llevaban a jugar al Campito, donde había estado en cautiverio con mi mamá”

“¿Cómo llegó usted a descubrir su verdadera identidad?”, preguntó ayer el fiscal Niklison. Francisco Madariaga, con su apropiadora en la sala (Víctor Gallo, el apropiador, prefirió esperar en un ambiente contiguo), inició su contundente testimonio.



“Viví 32 años en una violencia muy grande. Las dudas surgieron de chico, ya en el colegio, todos me decían que no me parecía a quienes eran mis hermanos. Yo tampoco podía creer cómo podían golpearme tanto. A los 20 años me fui de casa. A medida que iba juntando información me aparecían las dudas de si podía ser hijo de desaparecidos”. Francisco, por entonces Alejandro Ramiro Gallo, se ganaba la vida como artista callejero y asistía a cuanto recital de rock se le presentaba.



“Era una familia chiquita y oscura”, describió Francisco, “estaban todos peleados con todos, la única que me dio un poco de luz fue la hermana de (Inés) Colombo, que me dio trabajo, los primeros años de diabetes me fue pagando la medicación, que había que ir a buscar al Hospital Militar de Campo de Mayo, donde yo había nacido y mi madre había sido torturada”.



La diabetes se le generó luego de un episodio de violencia. “Gallo la empezó a golpear a Colombo y ya había dejado un charco de sangre y le seguía dando, entonces nos colgamos para que no la mate y ahí me amenazo con un arma”. En rigor, Gallo le gatilló una pistola 9 milímetros en la cabeza.



Retirado como capitán del Ejército, Gallo tuvo varios destinos en distintos lugares del país: Chubut, Comodoro Rivadavia, Jujuy, San Martín. En democracia participó de los alzamientos carapintadas pero también cometió delitos por las suyas –robo a una financiera, la masacre de Benavidez– que le valieron más de diez años en prisión.



“Nos criaron con odio. Cuando fueron las sublevaciones militares decía que vivíamos en una guerra, veía a un chino y decía ´chino de mierda´, un negro era ´negro de mierda´, ´Madres de mierda´, ´Abuelas de mierda´, mi infancia no era escuchar Los Parchís sino que Gallo llegaba, ponía la marcha de San Lorenzo y teníamos que escuchar sus anécdotas ´de guerra´. En lugar de llevarme al cine me llevaba a jugar al Campito, donde yo estuve en cautiverio con mi mamá”.



En diciembre de 2009, profundamente deprimido y con dudas urgentes sobre su identidad, decidió pedirle trabajo a Gallo, quien gerenciaba una empresa de seguridad. Francisco ya sabía que era un manipulador pero quería encararlo para conoce la verdad. Colombo, la apropiadora, quizá intuyendo las intenciones de Gallo, le pidió que no aceptara el trabajo. Francisco siguió con su plan y en el camino consiguió que Colombo se quebrara y le contara la verdad.



Entretanto, Colombo le adelantó a Gallo que “Alejandro” tenía dudas sobre su identidad. Sabido esto, Gallo lo puso a trabajar como custodio de camiones, con arma incluida, algo bien riesgoso para alguien que no ha sido policía o que al menos es robusto físicamente (no es el caso de Francisco). “Algo no me cerraba, a los dos o tres días encima me cambió de sucursal y yo me quería ir. Le pedí que me pagara lo que me debía así me compraba una moto y me ponía a trabajar de cadete pero me dijo ´no, vos sos mi hijo, tenés que ser mi mano derecha´”.



Los hechos se sucedieron rápidamente. “Era sábado, enero de 2010, mi jefe sin mirarme a la cara me manda en un camión a un supermercado chino donde al lado hay un aguantadero. Mis compañeros no lo podían creer, cualquiera estaba más preparado que yo para ir, uno de hecho insistió y me acompañó, llegamos al lugar, baja él, habla con el custodio del supermercado, yo me alejo unos quince metros y me pongo a escuchar música por los auriculares, pasan por al lado mío cuatro hombres y van directamente a atacar al custodio del camión, no robaron el super, no se llevaron el camión, y una vez que dejaron todo ensangrentado a mi compañero se dan vuelta y empiezan a tirar para donde estaba yo que corrí y me metí en casa de una vecina. En ese mismo momento lo llamé a Gallo y me dice ´quedate tranquilo que estoy a 15 cuadras´, cuando no había ningún motivo para que esté por ahí, lo cierto es que nunca apareció, tampoco me dejaron hacer la denuncia y me dijeron que tenía que seguir trabajando, y mientras tanto mi compañero estaba ahí, lleno de sangre, con los ojos que le daban vuelta para todas partes...”.



Abruptamente, el testimonio de Francisco debió interrumpirse por un corte de luz que afectó a todo el edificio de Comodoro Py, algo que ya ha ocurrido en otras ocasiones. Hoy a las 15 está previsto que Francisco continúe con su relato, luego de las declaraciones de Marta Julia Plaza, Jorge Tato, Elena Casariego de Couget, Beatriz Castiglione y Eduardo Covarrubias, todos ellos testigos de la causa Plan Sistemático.

martes, 21 de junio de 2011

Abel Madariaga: "Viví 32 años y medio con un agujero en el alma"

“Viví 32 años y medio con un agujero en el alma. Es algo difícil de transmitir tener un hijo apropiado. Es un desaparecido con vida. Siempre tuve el entusiasmo de encontrarlo. Cuando testifiqué en el juicio por los crímenes cometidos en Campo de Mayo, dije que iba a buscar a mi hijo hasta que me muera”, afirmó hoy Abel Madariaga (60), el secretario de Abuelas de Plaza de Mayo, en el debate oral por la causa Plan Sistemático.


“A los pocos meses”, relató Abel, “yo estaba de vacaciones y me vinieron a buscar Estela de Carlotto, su hija Claudia, directora de Conadi y María José Lavalle Lemos, la responsable del área genética de Abuelas”. “¿Qué carajo pasé acá?”, se preguntó. “Encontramos a tu hijo”, fue la respuesta de Estela. “No lo podía creer”, dijo Abel, quien añadió que “en paralelo a Francisco le estaban contando que tenía un padre vivo”.


Horas más tarde Abel recibía a Francisco en la sede de la Asociación. “Apenas lo vi noté el parecido físico, las manos, y el abrazo que nos dimos me sanó el alma”. Sin embargo, la bronca de haber vivido con un hijo apropiado y que tantos otros nietos sigan estándolo, no se la saca nadie. “No hay forma de reparar a alguien que ha sido esclavo 32 años y medio. Lo que sufrió Francisco, los maltratos que padeció, su insulinodependencia nerviosa por todo lo que le hicieron vivir... Lo único que podemos conseguir con este juicio es una condena seria para los apropiadores”, dijo Abel hasta que el llanto le impidió seguir. Ya repuesto, contó que este domingo pasó el mejor día del padre de su vida porque lo acompañaron Francisco y Lucía, su otra hija.


En su testimonio Abel también repasó el secuestro de su mujer Silvia Mónica Quintela ocurrido en enero de 1977. “María”, como se la conocía en la organización Montoneros, era la responsable de atender a los compañeros heridos o a las parturientas que estaban en la clandestinidad. Acudió a una cita convocada por Yoly, otra militante que trabajaba en el Hospital de San Fernando. Abel la llevó en auto hasta la estación Florida, partido de Vicente López, dio una vuelta para esperarla y al retomar la calle alcanzó a ver dos Falcon y que en uno la introducían a Silvia y escapaban a toda velocidad.


Abel, quien se desempeñaba en el área de propaganda de la diezmada columna norte de Montoneros, se contactó con su padre y a través de un cura de Acassuso con la madre de Silvia, y ellos iniciaron habeas corpus, etcétera, “todo negativo”. “Estuve escondido en el país, luego trabajé en un campo en el interior de Uruguay, y más tarde fui a Brasil donde la ACNUR me otorgó asilo en Suecia”, relató.


“En Suecia me encontré con Tina, la mamá de Silvia, porque allá vive una hermana de Silvia. No teníamos noticias de Silvia, nada. Por una fuerte depresión y por el frío, no me pude adaptar y me fui a vivir a México, donde a fines de 1979 me llegó una información proveniente de Ginebra. Un grupo de sobrevivientes había dado testimonio de lo que sucedía en Campo de Mayo y en la ESMA, hasta que llega el testimonio de Cacho Scarpatti, a quien ya conocíamos de la militancia, y ahí tomo conocimiento de que Silvia dio a luz en Campo de Mayo, por cesárea, que fue un varón y que se lo iban a entregar a su madre”.


“(En 1983) Yo trabajaba en el Museo de Antropología en Puebla, México, ahí me avisan que en el consulado argentino estaba mi DNI, entonces de inmediato solicité mi pasaporte. A los pocos meses me otorgan uno consular y vuelvo al país en agosto. Y acá me enteré de toda la información recabada por Abuelas sobre el nacimiento de mi hijo”.


“Me puse a trabajar con el equipo que estaba investigando Campo de Mayo para la Conadep. Conocí a Beatriz Castiglione, una sobreviviente que había compartido cautiverio con mi mujer. No podía creer que había estado con Silvia”.


”Después fue traído desde España Cacho Scarpatti para declarar en el Juicio a las Juntas. Contó que dormía enfrente de Silvia. Allí estaban además Beatriz Recchia y Norma Tato, cuyos hijos fueron apropiados y han recuperado su identidad. La nieta restituida Catalina De Sanctis Ovando también nació ahí”.


“Todos y todas estaban engrillados, mal comidos y no había ningún trato especial con las embarazadas. Silvia lo atendió a Cacho, que llegó herido con nueve balazos a El Campito. Le pidió al veterinario de la guarnición militar tranquilizante para caballos y se lo infiltró como suero. A Silvia, según dijo Cacho, se la llevaron un día y la trajeron de regreso a las 24 horas. Ella le contó a su vez que le habían practicado una cesárea y que le dijeron que le llevarían el bebé a Tina, su mamá”.


Ante una pregunta del abogado de Abuelas Alan Iud, Abel dijo que la fecha estimada de parto de Silvia era la primera quincena de julio, y que Cacho Scarpatti le confirmó que fue precisamente en julio de 1977. La defensora de la apropiadora de Francisco, Inés Colombo, pidió a la jueza María Roqueta un careo entre Abel y Francisco, es decir entre las víctimas. Con buen criterio, no se dio lugar a la solicitud.

jueves, 16 de junio de 2011

El testimonio de Angélica Bauer, la abuela de Evelin

Angélica Chimeno de Bauer relató el secuestro y desaparición de su hijo Rubén Santiago Bauer y de su nuera Susana Beatriz Pegoraro embarazada de cinco meses.


La última vez que Angélica vio a su hijo fue el 30 de mayo de 1977 y desde entonces nunca más supo de él. “Lo único que supe de Susana fue gracias a unas chicas liberadas de la ESMA que escribieron un libro en donde contaban que ella había tenido a su hijo allí, que fue atendida por el doctor Magnaco y que después fue trasladada a Mar del Plata”.


Rubén y Susana sabían que los perseguían y por eso se mudaban constantemente. Los encuentros con Angélica los acordaban por teléfono en algún lugar estratégico para no llamar la atención. “Nos reuníamos en el hospital de niños de la Plata, él ultimo día que esperaba a Susana de hecho nos siguió un auto verde… Todos fuimos perseguidos, yo sufrí allanamientos en mi casa y a Cristina, la ex esposa de Rubén, la secuestraron en Mar del Plata y la asesinaron en Bahía Blanca”.


A raíz de la desaparición de su hijo y su nuera, Angélica se trasladó a Capital Federal para hacer las presentaciones pertinentes. “Fui a todos los lugares donde se hacían denuncias, presenté hábeas corpus, brindé mi testimonio cuando vino la comisión de Derechos Humanos de la OEA, pregunté, busqué y nada supe”.


La nieta de Angélica fue entregada al matrimonio compuesto por el ex marino Luis Vázquez Policarpo y su esposa, Ana María Ferrá, quienes la anotaron como hija propia. La falsa partida de nacimiento fue firmada por la partera Justina Cáceres. En 1999, Vázquez reconoció que recibió a la niña mientras desempeñaba tareas en el Edificio Libertad.


Debido a la negativa de la joven a realizarse los análisis inmunogenéticos, el 14 de febrero de 2008 la justicia ordenó recoger objetos personales de su domicilio a fin de extraer muestras de ADN. El 22 de abril de ese mismo año, el BNDG informó a la jueza federal María R. Servini de Cubría los resultados de los análisis que confirmaron que la joven era la hija de Rubén Bauer y Susana Pegoraro.


Gracias a la alternativa de extracción de ADN de muestras no hemáticas que contempla ahora la justicia, Evelin pudo conocer su verdadera identidad. Su abuela Angélica manifestó ante el tribunal toda la emoción que le significó encontrarla.

“El encuentro con mi nieto fue muy emotivo, él se integró muy bien a la familia”

La Abuela Jorgelina “Coqui” Azarri de Pereyra, responsable de la filial platense de la Asociación, relató el secuestro de su hija Liliana Carmen Pereyra (21) y su yerno Eduardo Alberto Cagnola (23) ocurrido el 5 de octubre de 1974. Ambos estudiaban derecho y Liliana estaba embarazada de cinco meses.


Casi once años después, el 9 de marzo de 1985, los restos de uno y otra fueron encontrados juntos con dos NN más en el cementerio de Mar del Plata. En esa ocasión, el afamado antropólogo forense Clyde Snow junto a su equipo de investigación identificó los restos y constató que Liliana había tenido su hijo de forma natural.


Aquel 5 de octubre de 1974, antes de que Liliana llegara del trabajo a su casa, fuerzas de la Marina y buzos tácticos irrumpieron en la vivienda y aguardaron con las luces apagadas hasta que ella llegó a las 20:30.


Liliana fue torturada y llevada a la ESMA adonde tuvo a su hijo al que bautizó con el nombre de Federico. Su parto fue atendido por el médico Magnaco, uno de los imputados en la causa plan sistemático, y luego fue trasladada y asesinada. Coqui accedió a esta información gracias al testimonio de sobrevivientes, Sara Osatinsky entre otras.


“Cuando me enteré del secuestro de mi hija, inicié la búsqueda, presentamos varios hábeas corpus, firmé solicitadas, denuncias dentro y fuera del país, pero aquí los jueces y los abogados no nos escucharon, hicimos todo lo posible para pedir justicia”, recordó Coqui.


Finalmente, el 8 de septiembre de 2008, gracias a las investigaciones realizadas por las Abuelas, encontró a su nieto Federico de 33 años. “El encuentro fue muy emotivo, él se integró muy bien a la familia”. Los apropiadores, que están siendo procesados aunque no eran represores, conocían el origen del niño al que rebautizaron como Hilario.

miércoles, 15 de junio de 2011

“Gallo se encargó de todo, como se encargó de anotar a todos mis hijos y de elegir el nombre”

Susana Colombo declaró en la causa plan sistemático de robo de bebés en la que se la juzga junto a su ex marido, el ex capitán del Ejército Víctor Alejandro Gallo, por la apropiación de Francisco Madariaga Quintela, el hijo de Abel Madariaga, secretario de Abuelas de Plaza de Mayo, y de Silvia Quintela Dallasta, desaparecida en 1977 por el terrorismo de Estado.


El lunes pasado, Gallo prefirió no hacer uso de la palabra por lo que la presidenta del Tribunal Oral Federal Nº 6, María del Carmen Roqueta, solicitó la lectura de su declaración realizada en el Juzgado Federal de San Martín donde estaba radicada la causa. “Yo no tenía necesidad de adoptar un bebé, fui conmovido por un acto profundo, fue un hecho de exclusiva caridad cristiana, en la que fui educado”, explicó sobre la apropiación de Francisco y en cuanto a la inscripción como hijo propio justificó: “Hubiese sido imposible adoptar un niño en esa época”. Con respecto a la llegada de Francisco a su hogar, relató que un oficial de campo de Mayo lo paró un día en el que él paseaba por ese destacamento, en julio del 77, y le entregó al niño. El militar le indicó que lo llevara al Hospital de San Miguel, y él supuso que podía ser hijos de desaparecidos. Sin embargo, pasó por su casa y como su mujer le dijo que se lo quedaran, accedió.


Por su parte, Inés Susana Colombo contó su versión, buscando responsabilizar a Gallo de los delitos que se los inculpa a ambos, amparándose en su condición de víctima de violencia de género. Sin embargo, las contradicciones en su propia narración hicieron que la declaración se extendiera cerca de tres horas en las que fiscales, abogados de ambas defensas, letrados de la querella y los propios jueces la inundaran de preguntas para intentar ordenar y esclarecer su relato. La contradicción más evidente surgió con respecto a la llegada de Francisco. Colombo aseguró que Gallo le había comentado acerca de un niño “abandonado” en Campo de Mayo y que días después, una noche, se apareció en un auto oscuro, estacionó sobre la vereda de enfrente a su casa, bajó y se lo entregó sin decirle una sola palabra. El bebé aún tenía el cordón umbilical. Alan Iud, abogado de Abuelas quiso saber si no le había dado ninguna explicación cuando se lo entregó. Ella insistió: “No, no teníamos diálogo, eran frases sueltas, yo le dije mil veces que quería adoptarlo, pero él me decía que no”. En su relato Colombo aseguró haber llevado a Francisco al pediatra de su hija, que entonces tenía un año y medio, para que lo revisara. Uno de los jueces quiso saber el nombre y entonces Colombo explicó que lo había llevado a Campo de Mayo. “Y qué documentación presentó”, preguntó el juez. “No sé, ninguna, no sé, el carnet supongo, no sé, el sistema de la obra social cambió varias veces”. Muchos volvieron sobre este punto que no logró esclarecerse con el relato de la acusada.


Roqueta le preguntó si ella relacionaba los dichos de Gallo sobre el niño abandonado con la llegada de Francisco a lo que Colombo respondió que sí. Luego intentó saber cuánto tiempo había pasado entre los dichos de Gallo y la llegada del bebé a su domicilio, y aseguró no recordarlo, pero que podría haber pasado una semana y media, diez días. La jueza entonces quiso saber cuándo había perdido entonces Francisco el cordón umbilical, y tampoco pudo precisarlo, pero estimó que habrían pasado al menos siete días más. La jueza también indagó sobre la fecha de nacimiento del niño y la inscripción: “Él se encargó de todo, como se encargó de anotar a todos mis hijos y de elegir el nombre. Yo no elegí el nombre de ninguno, quería que mi hija se llamara Florencia, pero él le puso Guadalupe”, se lamentó. Colombo relató una vida sumida en la violencia a lo que adujo, por eso, no haber confesado a Francisco su procedencia. El Tribunal preguntó por qué no lo hizo cuando Gallo estuvo por primera vez detenido por el delito de robo agravado por tenencia de armas, pero ella insistió en que tenía miedo.


Colombo narró el episodio en que decidió decir la verdad a Francisco: “El venía de una situación de haber estado extremadamente estresado, cuando Gallo debería estar asistiéndolo, lo cambiaba constantemente de lugar de trabajo y lo ponía en situaciones en que corría riesgo su vida”. Francisco, en febrero de 2010, cuando se le restituyó su identidad, se encontraba trabajando en la empresa de seguridad de Gallo, Lince. El episodio detonante por el que decidió acudir a Abuelas, además de las dudas constantes sobre su origen, fue cuando en una guardia se desató un tiroteo. “Él llegó desquiciado, lloraba, gritaba y decía que no podía ser su hijo si lo trataba así, entonces me dijo: yo no puedo ser de esta familia, decime si soy de esta familia, y yo le respondí que no”, explicó Colombo. Fue entonces cuando lo acompañó a Abuelas y Francisco comenzó su camino hacia la libertad.

martes, 14 de junio de 2011

“Su hija tenía un arma mucho más peligrosa que cualquier otra, las ideas”

La abuela Mirtha Acuña relató el secuestro de su hija Ana María Baravalle con cinco meses de embarazo, y de su yerno Julio César Galizzi, ocurrido el 27 de agosto de 1976. El operativo tuvo lugar en el domicilio de Ana María y Julio César, en el partido bonaerense de San Martín, y fue llevado a cabo por personas fuertemente armadas y con uniformes que irrumpieron a los disparos, saquearon la casa y se los llevaron sin decir nada.



Ese día, precisamente, la familia se había reunido a celebrar que el obstetra que atendía a Ana María la había felicitado porque “para ser primeriza su embarazo iba muy bien”, tal como contó Mirtha.



Ana María estudiaba sociología, trabajaba en el Ministerio de Hacienda y realizaba trabajo social. “Solía levantarse muy temprano a llevarle comida a la gente que estaba en la calle y decía que no quería que el pueblo se sometiera si no que se integrara”.



Mirtha dijo que hasta ese momento creía en las leyes, tan es así que inició el mismo recorrido que siguieron centenares de Madres y Abuelas. Primero presentó la denuncia ante la Justicia sin obtener respuesta, luego dos hábeas corpus, uno por su hija y su yerno y el otro por su nieto nacido en cautiverio, firmados por ella y por su esposo ya que los abogados se abstenían de firmarlos para no poner en riesgo su seguridad.



Mirtha supo entonces que no contaba con nadie, que lo único que tenía eran sus sentimientos de dolor, angustia, impotencia, pero no sólo eso: también tenía ese espíritu de lucha y perseverancia que caracterizaba a su hija Ana María.



“Hemos vivido la corrupción de los jueces y la indiferencia de la iglesia católica”. Mirtha relató su visita al monseñor Adolfo Servando Tortolo, presidente de la Conferencia Episcopal Argentina y vicario de las fuerzas armadas, para que intercediera por sus seres queridos frente a las autoridades de la dictadura. En esos días Mirtha había tomado conocimiento de los tormentos a los que eran sometidas las jóvenes secuestradas. “Lo de las torturas no me consta”, fue la escueta contestación del sacerdote.



“Realizamos una cantidad enorme de actividades para buscar ayuda e investigar, viajamos a las provincias y a otros países, nos reuníamos en lugares públicos para celebrar los cumpleaños imaginarios de nuestros nietos y nietas y de esta forma intercambiamos información, varias veces fuimos atacadas y reprimidas”.



Un día tuvo la oportunidad de hablar con un teniente coronel en Campo de Mayo y le dijo: “Siempre le habíamos enseñado a nuestros hijos que los militares estaban para protegernos, por eso nunca tuvimos un arma, ¿por qué entonces se llevaron a mi hija?”. El militar le respondió: “Su hija tenía un arma mucho más peligrosa que cualquier otra, las ideas”.

Comenzó el juicio a Víctor Gallo por la apropiación de Francisco Madariaga

El ex capitán del Ejército Víctor Alejandro Gallo y su ex mujer Susana Colombo se encuentran imputados por la apropiación de Francisco Madariaga Quintela, hijo de Silvia Mónica Quintela y Abel Pedro Madariaga, actual secretario de Abuelas de Plaza de Mayo.


Incorporado como parte de la causa plan sistemático, el proceso también está a cargo del Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 6 y se realiza en la Sala Amia de Comodoro Py. A Gallo y Colombo se los acusa del ocultamiento y retención del hijo del matrimonio Quintela-Madariaga y la falsificación de la partida de nacimiento con la que inscribieron al niño como su hijo biológico y obtuvieron un documento nacional de identidad falso, suprimiendo así el estado civil y la identidad de Francisco.


Francisco Madariaga Quintela recuperó su identidad el 17 de febrero de 2010, luego de presentarse en Abuelas con dudas sobre su identidad. El prontuario del ex carapintada Gallo, la fecha y el lugar de nacimiento de Francisco, sumado al relato sobre su difícil infancia, dieron las pautas que el ADN luego ratificó: se trataba del hijo de una desaparecida que dio a luz en cautiverio.


Gallo además de ahora estar imputado por el delito de apropiación ilegal de un menor de edad, fue condenado en 1997 a diez años de prisión por la Cámara Penal de San Martín por los delitos de robo calificado, tenencia de arma de guerra, privación ilegal de la libertad y coacción, en la llamada Masacre de Benavídez, ocurrida el 6 de septiembre de 1994.


Francisco y su padre declararán el próximo 21 de junio ante el TOF N° 6. Francisco podrá relatar su experiencia de apropiación y su padre la historia de búsqueda. Luego, el Tribunal deberá impartir justicia.

lunes, 13 de junio de 2011

Nuevo cronograma del juicio

13 de junio :
LECTURA R.E.J. GALLO - (2 imputados) – cuestiones preliminares – indagatorias -
14 de junio: Adriana Chamorro y Eduardo Otilio Corro – (Videoconferencia en Canadá – Toronto)
21 de junio:
9.00 hs. Abel Madariaga;
11.00 hs. Francisco Madariaga;
14:00 hs. Daniel Ernesto Quintela.
22 de junio:
9.00 hs. Marta Julia Plaza;
10:00 hs. Jorge Tato;
11:00 hs. Elena Casariego de Couget;
14:00 hs. Beatriz S. Castiglione;
15:00 Eduardo Covarrubias.
23 de junio:
9:00 hs. Ana Cristina Santucho;
10:00 hs. Patricia Erb;
11:00 hs. Rodolfo Peregrino Fernández, David Lanoscou, Celina Amalia Galeano, Pedro Pablo Caravallo, Aldo Rodríguez, Ramona Valentina Galeano, Rosa Penayo, Nicomendes Zaracho, Elvira Espínola, Agatino Federico Di Benedetto, Carlos Alberto Raffineti, Jorge Ernesto, urutchet Ragusin, Rosalinda Libertad Salguero, Alfredo G. Luna, Eduardo Alberto Pellerano, Eduardo J. Poisson, Roberto A. Schinoca, Silvia Cecilia Bonsignore de Petrillo, Lorena Josefa Tasca, Nélida Elena Valaris, Margarita M. Allende, Cristina Elena Ledesma, Marta Azucena Ybarra, José Aniceto Soria, Arnaldo Flabian (ó Fabián), Graciela Inés Morales de Micalucci, María Estela Herrera, Elisa Ofelia Martínez, Ernesto T. Petrocci, Margarita Melia.

miércoles, 8 de junio de 2011

“Llegué a casa y mi esposo me dijo que se habían llevado a Horacio y a Rosa”

La Abuela de Plaza de Mayo Irma Rojas, de 76 años, relató el secuestro y desaparición de su hijo Horacio Antonio Altamiranda y de su nuera Rosa Taranto, embarazada en ese momento de siete meses.
“Llegué a casa y vi a los dos hijos de Rosa y Horacio (N. del R.: Cristian y Natalia), y mi esposo dijo que se habían llevado a Horacio y a Rosa. Esto pasó la mañana del 12 de mayo de 1977”.
Una vecina de la casa, en la localidad de Florencio Varela, le contó “que eran muchas personas y que patearon la puerta a las tres y cuarenta de la madrugada”. “Encapucharon a mi hijo, a mi nuera y a una hermana de Rosa, Adriana”, prosiguió Rosa, “y los secuestradores, antes de irse, se acercaron a lo de esta vecina con una foto del padre de Rosa y le dijeron que le llevara los niños”.
“El 15 de mayo inicié mi búsqueda. Visité a hospitales y comisarías. Abandoné mi trabajo para continuar con la búsqueda. Recorrí y recorrí hasta que llegué al Ejército, estuve en la escuela General Lemos y en Campo de Mayo sin encontrar respuestas. Un chico me dijo que había visto a mi hijo y mi nuera en Campo de Mayo, pero siempre que pregunté me dijeron que no estaban allí”.
Como todos los familiares de desaparecidos, Irma presentó ante la justicia un recurso de hábeas corpus y más tarde, ya en 1979, comenzó a reunirse con las Abuelas. Con ellas pudo acceder al testimonio de Susana Reyes, una ex detenida, quien le contó que había visto a Horacio besar la panza de Rosa antes de que se la llevaran a parir.
“Esto ocurrió en el (Centro Clandestino de Detención) Vesubio, de donde la trasladaron a tener el hijo a un hospital. Cuando regresó, Susana Reyes le preguntó qué había tenido, pero Rosa le respondió que no sabía, pues sólo había escuchado el llanto del bebé”.
“A mi nieta la conocí 29 años después, en 2007 Había sido adoptada de buena fe en una casa cuna cuando tenía tres meses por una familia de Córdoba. María Belén, así se llama, vio las fotos de sus papás y la mía en el Mensuario de Abuelas y notó el parecido. Allí comenzó su búsqueda. Nos encontramos por primera vez en el juzgado cuando se le restituyó la identidad. Ella es madre de dos niños y es muy dulce”.

viernes, 3 de junio de 2011

Próximas audiencias

6 de junio
9:30 Irma Rojas
12:00 Mirta Acuña de Baravalle
13:30 Angélica Chimeno

7 de junio
9:30 Cecilia Viñas
12:00 Berta Shubaroff

8 de junio
9:30 "Chela" Fontana, Abuela de a Alejandro Sandoval Fontana
12:00 Buscarita Roa, Abuelas de Claudia Poblete
14:30 "Coqui" Pereyra, referente de Abuelas La Plata

miércoles, 1 de junio de 2011

La vicepresidenta de Abuelas relató el secuestro de su hija y el encuentro con su nieto

La vicepresidenta de las Abuelas, Rosa Roisinblit, relató el secuestro y desaparición de su hija Patricia y su yerno, José Manuel Pérez Rojo, ocurrido el 6 de octubre de 1978. Los secuestradores, en dos autos, se dirigieron primero a la localidad de San Martín, al negocio de José, a quien detuvieron allí junto con su socio, y luego, cerca de las 17, se trasladaron al departamento donde se encontraba Patricia.



“Estaba con su hija Mariana. Los secuestradores las subieron al auto y fueron a casa de mis consuegros. Una vez ahí, desde la ventanilla, Patricia gritó que por favor recibieran a Mariana porque a ella se la llevaban detenida, y allí quedó Mariana”.



A los cinco días, Rosa recibió una llamada. Era Patricia, que le dijo que estaba bien, y después escuchó la voz de un represor que le informó que su hija estaría detenida durante seis meses. Rosa seguía sin saber en qué lugar se encontraba detenida Patricia, sin embargo todavía pensaba que sería liberada pronto debido a que estaba embarazada.



“Presenté un habeas corpus que una amiga me ayudó a redactar para mi hija y mi yerno”, contó Rosa. También contó que fue a la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) donde la recibieron con los brazos abiertos y le tomaron toda la información pero la siguiente vez que volvió fue ignorada por los funcionarios de la entidad.



Rosa continuó su búsqueda con las Abuelas, visitó amigos y allegados que le dieron su ayuda pero nadie consiguió información acerca del lugar donde tenían detenida a Patricia y a José.



“Fui a casas cunas y juzgados, fui al departamento central de la policía donde un efectivo revisó el prontuario de Patricia y me dijo que estaba limpio y que no era una persona buscada, sin embargo me aclaró que no toda la información pasaba por allí. Fui a la embajada de Israel porque yo soy judía y el cónsul me dijo que no había ningún judío detenido”.



– ¿Algún juzgado donde le hayan negado ayuda? –preguntó el fiscal.



– Sí, en Lomas de Zamora, una jueza apellido Pons me dijo que los chicos que tenía nunca los iba a devolver –recordó Rosa.



Luego se enteró que en Ginebra, Suiza, vivían dos mujeres que habían estado secuestradas y más tarde fueron liberadas y que tenían información acerca de Patricia. Rosa viajó hasta allí y se reunió con Sara Osatinsky y Ana María Larralde, quienes le contaron que Patricia había tenido a su hijo en la ESMA, a quien bautizó como Rodolfo Fernando, y que había sido atendida por el médico Jorge Luis Magnacco, uno de los imputados en la causa.



Después de muchos años, Mariana, la otra nieta de Rosa, recibió una llamada anónima en la que le dieron la ubicación de un chico llamado Guillermo que posiblemente era su hermano desaparecido. Abuelas constató la información. Se trataba del hijo de Patricia y José Manuel, apropiado por Teodora Jofré y Francisco Gómez, ella hacía trabajo domestico para un funcionario de la Aeronáutica y él se convirtió en el jardinero que cuidaba el parque del centro clandestino donde estuvo Patricia.