El fiscal
Martín Niklison sostuvo que hay pruebas suficientes para sostener que el robo
de bebés respondió a “órdenes emanadas de las máximas autoridades militares” y
que “se insertó en el plan sistemático de represión ilegal”.
(Fuente: Página/12)
Los
testimonios y otros elementos recabados durante más de un año en las audiencias
realizadas en los tribunales de Comodoro Py aportaron pruebas suficientes para
concluir que el robo de bebés y niños, hijos de mujeres y hombres detenidos
clandestinamente y en su mayoría desaparecidos, no fueron acciones aisladas
durante la dictadura sino, por el contrario, un crimen que respondió a “órdenes
emanadas de las máximas autoridades militares” y que “se insertaban en el plan
sistemático general de represión ilegal”. Así lo considera la fiscalía que,
bajo la representación de Martín Niklison, Félix Crous y la adjunta María
Saavedra, actúa en el juicio que evalúa la responsabilidad de una decena de
militares, entre ellos los dictadores Jorge Rafael Videla y Reynaldo Bignone,
en la sustracción, retención y ocultamiento de 34 niños y en la sustitución de
sus identidades. Ayer, el fiscal Niklison comenzó a exponer su alegato en el
que, además de definir los crímenes como partes de la táctica y la estrategia
del terrorismo de Estado, advirtió sobre su vigencia actual, a más de tres
décadas de su aplicación. “Hay duelos que nunca se pudieron realizar como
consecuencia de la metodología represiva de la dictadura. El horror de esos
años no pertenece aún al pasado”, introduce la posición fiscal.
Niklison
dibujó claramente el marco en el que se desarrollará el alegato de la fiscalía,
durante las próximas seis audiencias. “Ha quedado demostrado con total certeza
de que no se trató de conductas ocasionales y que en distintos lugares
existieron estructuras montadas para llevar a cabo la sustracción de los
menores”, mencionó, ante los rostros de los acusados y la mayoría de las
querellas que participan del proceso, iniciado en febrero de 2011 ante el TOF
6.
La certeza
de la fiscalía se apoya sobre varios ejes. De por sí, fueron contundentes las
declaraciones que citaron de boca de represores como Ramón Camps o el propio
Videla, quienes reconocieron la sustracción de bebés a hombres o mujeres “de la
subversión”. Para los fiscales, la cantidad de hechos juzgados, sumados a los
que figuran en otras causas penales y los que ya recibieron condena; el número
de “lugares en donde se produjeron las apropiaciones” y el traslado hacia allí
de mujeres embarazadas desde donde estaban secuestradas clandestinamente
aportaron a la demostración de su hipótesis.
“Si en
Argentina tenemos cientos de casos (de apropiaciones) y en las dictaduras de
países vecinos no hubo ninguno, es porque aquí se tomó una decisión diferente”,
señaló Niklison. Respecto de los escenarios, subrayó que “no se trató de un par
de comisarías o de un cuartel. Tampoco se limitó a instalaciones de una fuerza,
sino que hubo maternidades en dependencias de la Policía Bonaerense ,
del Ejército y de la Armada ”.
Por último,
mencionó que “es impensable que en la Argentina de esos años se pudiera trasladar a una
mujer embarazada desde Mar del Plata o desde Morón hasta la ESMA para que tuviera su
hijo, luego se hiciera desaparecer a esa mujer y su bebé se le entregara a otra
persona y que ello no respondiera a un plan perfectamente orquestado desde los
máximos niveles”. La connivencia de representantes de la Iglesia en el secuestro de
bebés –hecho probado en el caso de la nieta de Chicha Mariani–, así como de
miembros del Poder Judicial –el caso de la jueza Marta Pons– y la participación
de personal médico completan el tablero de indicios que apuntan a probar la
sistematicidad de los crímenes: “Hemos visto personas que todavía no saben
dónde están ni qué pasó con sus seres queridos, otras que han recuperado su
identidad hace muy poco y que, por lo tanto, todavía tienen muy fresca y con
dolor la herida abierta hace más de treinta años por quienes están siendo aquí
juzgados”.
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