El fiscal
Martín Niklison reconstruyó, a partir de los testimonios recabados, los 35
casos del juicio y se concentró en los niños nacidos en la Comisaría V de La Plata y en el Pozo de
Banfield, donde “se montó una verdadera maternidad clandestina”, dijo.
(Fuente: Alejandra Dandan - Página/12)
El modo
“curioso y significativo” con el que el Poder Judicial rechazó u omitió los
trámites de quienes buscaron a las embarazadas durante la dictadura. Las
gestiones ante obispos y curas que hoy, más de 36 años después, hicieron que
una de las fiscales del juicio por el plan sistemático de apropiación de bebés
todavía se pregunte: “¿Qué tipo de gestiones realizaba la Iglesia , ante cuál de las
autoridades de facto y qué respuestas obtenían?”. O el rol de un Estado, que
“tenía la obligación de suministrar información”, pero no lo hizo. Estos fueron
algunos de los subrayados que hizo la Fiscalía Federal
a cargo de Martín Niklison, en el segundo día de sus alegatos. Durante la
reconstrucción de los casos y (ayer) del funcionamiento de la maternidad
clandestina del Pozo de Banfield, la Fiscalía asumió la acusación de los crímenes del
Estado terrorista de la dictadura. Retomó, en ese contexto, las últimas
palabras con que los niños apropiados, hoy adultos, les hablaron a los jueces,
sumándose a los reclamos que hicieron ellos. Y nombró a cada una de las
víctimas desde sus identidades políticas.
El Servicio
Penitenciario Federal trasladó a todos los acusados a los tribunales de
Comodoro Py, pero recibió un reto de la presidenta del Tribunal Oral Federal Nº
6, María del Carmen Roqueta. Los problemas en los traslados provocaron que el
martes el Tigre Jorge Acosta quedara en Comodoro Py hasta las once de la noche.
O que el dictador Jorge Rafael Videla llegara a Campo de Mayo pasada la una de
la mañana. Ayer estuvo sentado siempre en una esquina, al lado de Reynaldo
Bignone, como si buscaran seguir manteniendo distancia. Ninguna cámara mostró
la cara de Videla cada vez que la
Fiscalía volvía a nombrarlo, como cuando le dijeron que no
habla y, cuando lo hace, “decide hablar en una entrevista en la que reivindica
su accionar como jefe de la dictadura”.
“En el Pozo
de Banfield, además de haberse alojado a cientos de detenidos-desaparecidos
–dijo Niklison–, se montó una verdadera maternidad clandestina donde las madres
eran recluidas hasta el término de su embarazo y obligadas a dar a luz. Luego
del alumbramiento, el destino de los recién nacidos y de sus madres estaba sellado:
los niños eran apropiados por fuerzas de la represión o familias allegadas, y
sus madres, en cambio, integrarían la lista de desaparecidos.”
Las
embarazadas parían en la “enfermería”: sus embarazos sucedían en el encierro,
tabicadas y vendadas como los demás, y en condiciones de desnudez casi total en
algunos casos, dijeron. En contadas ocasiones, las futuras madres fueron
provistas de algún medicamento o alimento distinto, aunque cuando se “acercaba
la fecha del alumbramiento generalmente eran puestas al cuidado de alguno de
sus compañeros, había controles médicos y los partos eran usualmente atendidos
por el médico policial Jorge Antonio Bergés”.
Esas
“señales claras” demuestran “el interés de los represores de mantener la
gestación de los hijos de las desaparecidas”. Un dato que reforzaron poco más
tarde al describir cómo, tras el parto, esos mismos cuidados se desvanecían.
“Otra constante del Pozo de Banfield –dijo el fiscal– fue que, luego de tener a
sus hijos, las madres eran libradas a su suerte, teniendo que lidiar por sí
solas con los dolores postparto y las infecciones que se les generaban por la
acumulación de leche. Ya nadie iba a controlar su estado de salud ni se
interesaba por ellas. Sólo se las volvía a buscar, a fin de ser trasladadas. Esto
demostraba que el interés de la organización represiva por el estado de estas
mujeres desaparecía luego del nacimiento de los niños.”
Niklison y
las fiscales ad hoc Nuria Piñol, María Saavedra y Viviana Sánchez lograron
explicar por qué muchos de los niños que nacieron en el Pozo de Banfield eran
hijos de parejas uruguayas, secuestradas en Argentina. Para eso, reconstruyeron
la historia del Pozo, la relación con el Plan Cóndor, la conexión con el Pozo
de Quilmes y la Brigada
de San Justo y explicaron cómo luego de la caída de un militante montonero con
documentos uruguayos empezó a caer ahí el último grupo de uruguayos.
Hubo un
apartado para Adriana Calvo, casi a modo de homenaje, pero que permitió a la
vez plantear su caso como “una excepción”. Muerta el año pasado, su nombre se
repitió innumerables veces en las audiencias no sólo porque dio a luz en un
patrullero, secuestrada, y salió viva con su hija, sino porque mientras estuvo
cautiva asistió a las embarazadas, hizo las primeras sistematizaciones de los
partos y ayudó a los familiares de los desaparecidos a encontrarse con los
niños robados o les acercó datos y relatos de su gente. “Lamentamos enormemente
que no haya podido relatarnos en esta sala el calvario que vivió y el crudo
nacimiento de su hija Teresa en un patrullero de la policía”, dijo Niklison.
“Si bien ella no pudo darnos presencialmente su testimonio, su declaración ante
la Cámara Federal
en 1984 ha
sido proyectada innumerables veces y quedará grabada para siempre en nuestras
memorias. Su testimonio pone en voz presente el horror que sufrieron las madres
desaparecidas que nunca pudieron relatar el nacimiento de sus hijos.”
Adriana,
que parió mientras la llevaban de la Comisaría V al Pozo de Banfield, donde Bergés le
sacó el tabique de los ojos y “bruscamente” le quitó la placenta y la obligó a
limpiar el lugar frente al oficial de guardia y a otros carceleros que se
reían, fue una “circunstancia excepcional, única en el Pozo de Banfield”: la
organización represiva postergó su liberación ya decidida por la atención que
les demandó el caso de los Graiver.
Más tarde,
el fiscal Niklison volvió a hablarle a Videla. Hablaba de las fichas que
elaboró el Ejército con los desaparecidos, un dato evidente a partir de legajos
incorporados al expediente sobre las víctimas de La Noche de los Lápices. “Estas
fichas demuestran cabalmente el riguroso control de información que el Ejército
llevaba de los operativos –dijo el fiscal–. Nos preguntamos dónde estarán las
fichas con la información de las embarazadas que parieron o pasaron por ese
centro clandestino. Nos gustaría que el ex comandante en jefe del Ejército aquí
presente nos lo diga.”
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