El alegato de las Abuelas de Plaza
de Mayo en el juicio por el robo de bebés, que comenzará a escucharse el lunes,
mostrará la evidencia reunida en la búsqueda de los nietos secuestrados. Aquí,
parte de la prueba.
(Fuente: Victoria Ginzberg y Alejandra
Dandan - Página 12)
Victoria Montenegro, Catalina de
Sanctis Ovando, Francisco Madariaga, Macarena Gelman, Simón Riquelo, Alejandro
Pedro Sandoval, Leonardo Fosatti, Juan Cabandié, Claudia Poblete, los hermanos
Antole Boris y Victoria Eva Julien Grisonas y los otros 95 niños secuestrados
durante la última dictadura que recuperaron su identidad son la prueba más
firme y palpable del plan de apropiación de niños. Pero los análisis de ADN,
sus historias (en lo que se pudo) reparadas no son lo único que demuestra la
existencia de aquella práctica que hicieron sistemática y perfeccionaron los
ejecutores del terrorismo de Estado. Hay documentos, papeles que dejó la
burocracia, memos secretos y cartas familiares. Y hay palabras, testimonios de
sobrevivientes y confesiones de represores ante jueces y de apropiadores ante
los niños que pretendían aliados. Esta evidencia recolectada durante años de
investigación fue analizada en el juicio contra ocho represores que entrará
esta semana en su etapa final. Luego de las marchas con las que organismos de
derechos humanos, organizaciones políticas, estudiantiles y sociales repudiarán
hoy el golpe militar del 24 de marzo de 1976, el lunes, los abogados de Abuelas
de Plaza de Mayo comenzarán su alegato y darán cuenta de todos estos hechos,
que permitirán sostener la acusación contra Jorge Rafael Videla, Reinaldo
Benito Bignone, Santiago Omar Riveros, Jorge Acosta, Antonio Vañek, Jorge Azic,
Rubén Franco y el médico Jorge Luis Magnacco.
Palabras
Hay numerosas declaraciones judiciales en las que testigos o
imputados mencionan la existencia de órdenes provenientes desde la cúpula
militar para apropiarse de los hijos de desaparecidos. Todas coinciden en que
había un objetivo definido: que los niños se criaran en hogares
"occidentales y cristianos". Los testimonios del médico militar Julio
César Caserotto, el fundador del CELS Emilio Mignone, la sobreviviente Lila
Pastoriza y Jorge Eduardo Noguer, un ex marino cuya hija y nieta fueron
secuestradas, son solo algunos ejemplos.
- "En el Hospital Militar de Campo de Mayo, sector de
maternidad, durante el llamado Proceso de Reorganización Nacional existieron
órdenes verbales y escritas por la superioridad para que en el lugar se
asistiera a las parturientas traídas por personal de Inteligencia. Las órdenes
escritas estaban tituladas ‘Plan de Operaciones Normales para con el Personal
de Inteligencia’, y estaban firmadas por el director del hospital" (Ramón
Posse), reveló en 1998 el médico militar Julio César Caserotto, que se
desempeñó entre 1977 y 1983 como jefe del servicio de obstetricia del Hospital
Militar de Campo de Mayo. Cuando se le preguntó por el destino de esas mujeres
y de los niños, respondió que se dirigía "al despacho del director del
hospital y le mencionaba que la paciente estaba en condiciones de recibir el
alta" y él se desligaba de la cuestión, pero que al otro día ni la parturienta
ni el recién nacido estaban en el lugar. En otra declaración, Caserotto recordó
puntualmente cuando se le transmitieron esas órdenes. Dijo que "un día por
la mañana, cuando se disponía a tomar el servicio, lo encontró muy alborotado.
Que divisó una mujer que se encontraba internada en la sala general ya
puérpera, siendo vigilada por un soldado armado. Que dicha situación alteraba
el orden normal de la sala, ya que se encontraban internadas otras
mujeres". Recordó que luego, en una reunión, Posse le indicó: ‘A partir de
ahora se internan todas las detenidas embarazadas en Epidemiología’, así le
evitaban inconvenientes, y que no debían registrar el ingreso de estas mujeres
ni de los nacimientos. Allí estaba presente también el capitán Norberto Bianco,
médico militar que se encargaba de las embarazadas secuestradas en distintos
centros clandestinos y que se apropió del hijo de Norma Tato y Jorge Casariego,
quienes en 1977 estuvieron secuestrados en El Campito y permanecen
desaparecidos.
- El fundador del CELS, Emilio Mignone, recordó en una causa
judicial en 1998 que, en 1978, junto con Augusto Conte fueron a ver a Mario
Amadeo para reprocharle que hubiese aceptado la designación como experto en la Comisión de Derechos
Humanos de Naciones Unidas con aval de Videla. Le pidieron que se interiorizara
sobre la situación de la desaparición de personas y que recibiera a las Abuelas
de Plaza de Mayo. Esa reunión se concretó y luego de escuchar a las mujeres que
denunciaban la desaparición de sus hijas embarazadas y el secuestro de sus
nietos, Amadeo se entrevistó con el secretario Legal y Técnico de la Presidencia , el
coronel auditor Carlos Cerdá, y le planteó la cuestión referida a los menores,
ante lo cual Cerdá respondió que "se ha aprobado a nivel de la Junta Militar una
doctrina mediante la cual los hijos de los subversivos no deben ser educados
con odio hacia las instituciones militares" y que "por ello se
entregaban los chicos en adopción".
- Jorge Eduardo Noguer fue miembro de la Armada entre 1947 hasta
1967, cuando se retiró como teniente de fragata. El 3 de junio de 1976
desaparecieron su hija María Fernanda Noguer y su nieta Lucía Villagra, en
Acassuso. Su hermano, el coronel José María Noguer, era intendente de San
Isidro y había sido compañero de promoción de Riveros, quien era comandante de
Institutos Militares de Campo de Mayo. En consecuencia, Jorge Noguer se
entrevistó con él para tratar de localizar a su hija y a su nieta. Riveros
designó a Hermann Tetzlaff (apropiador de Victoria Montenegro) para que lo
ayudara a reconstruir el operativo en que se las habían llevado. Noguer recordó
que Tetzlaff era el representante de la Escuela de Comunicaciones en el grupo de
Inteligencia, jefe de la zona de San Isidro, Boulogne y Tigre y que trabajaba
en forma conjunta con el Batallón de Inteligencia de Campo de Mayo. Noguer
aseguró que Tetzlaff y su mujer, María del Carmen Eduartes, le contaron varias
veces que no podían tener hijos. Incluso, dijo que en una ocasión, en junio o
julio del ’76, el represor lo pasó a buscar por su domicilio y lo llevó "a
una vivienda ubicada en la calle Thames o Dardo Rocha, a media cuadra de la Panamericana , en la
que la noche anterior se había efectuado un procedimiento del Ejército, donde
le dijo ‘la habíamos reventado, la habíamos reventado y donde murieron los
guerrilleros padres’, ‘cuando entramos nos encontramos con dos chicos con los
ojos gigantes, abiertos y me quedé con uno’". El ex marino, que seguía
buscando a su hija y a su nieta, quedó impresionado por la crueldad del relato.
Pocos días después de ese episodio, un sábado por la tarde, apareció Tetzlaff
en su casa, acompañado por su esposa Eduartes, con una niña que Tetzlaff
presentó como su hija, una niñera y la suegra. Noguer decidió ir a ver a
Riveros para preguntarle si no cabía la posibilidad de que su nieta hubiera
sido entregada a otro matrimonio como el de Tetzlaff y Eduartes. Riveros le
dijo que con su nieta no había pasado eso, pero le indició que "ésas eran
normas para evitar que los hijos de zurdos caigan si no en hogares bien
constituidos ideológicamente con el fin de enderezarlos". Noguer,
finalmente, hizo contacto con Videla, quien lo derivó al ministro del Interior
Albano Harguindeguy, quien por medio de una lista le ratificó la desaparición
de su hija y su nieta y le dijo que estaban en manos del jefe de la Armada , Emilio Eduardo
Massera. En enero de 1977 recuperó a su nieta. Su hija, María Fernanda Noguer,
continúa desaparecida.
- Los testimonios de los sobrevivientes, en este caso en su
mayoría mujeres secuestradas que acompañaban en la celda a sus compañeras
embarazadas y que hasta las asistieron en sus partos, son también fundamentales
evidencias de este plan. Sara Solarz de Osatinsky, quien estuvo cautiva en la ESMA , declaró que
"durante mucho tiempo, venían a visitar la pieza de las embarazadas altos
jefes de la Marina ,
entre otros Vañek, y venía Chamorro y venía también Vildoza. Estoy casi segura
de que fue por esas fechas, pero eran permanentes las visitas para contar lo
que era ‘la maternidad’, a la que llamaban ‘la pequeña Sardá’". La Esma contó con un staff de
médicos y enfermeros que tenían como función controlar el estado de los
secuestrados para garantizar una mayor cantidad de tiempo de tortura e
interrogatorios. Y, además, hacían controles ginecológicos y atendían partos
clandestinos. La "justificación" para robarse a los niños era la
misma en la Armada
que en el Ejército. Lila Pastoriza narró: "Me encontré con una chica que
me dijo que tenía los pechos destrozados, le pregunté a (Luis) D’Imperio (alias
Abdala, a cargo del Servicio de Inteligencia Naval, grupo de tareas que operaba
en la ESMA ) y me
dijo: ‘Nosotros consideramos que los chicos no tienen la culpa de tener los
padres que tienen, los subversivos, estos terroristas’" (...)
"creemos que las madres deben tener sus partos, pero a los chicos los
entregamos a otras familias que puedan educarlos de otra manera’".
Un legajo esclarecedor
El nieto Alejandro Sandoval Fontana contó que Alicia Beatriz
Arteach, su apropiadora, le dijo que un oficial de la Gendarmería de
apellido Correa era quien lo había entregado y que les había dado a ella y a
Víctor Rei (ex comandante de Gendarmería) la posibilidad de elegir entre él y
una niña recién nacida. Alejandro contó que cuando preguntó por Correa, Arteach
le respondió que se había vuelto alcohólico, que lo degradaban porque se vivía
peleando y que no había quedado bien por lo que había pasado en Campo de Mayo.
Correa es el comandante principal de la Gendarmería Darío
Alberto Correa y estaba a cargo de las embarazadas secuestradas en la prisión
militar de encausados Campo de Mayo, que si bien se encontraba dentro de la
guarnición mencionada, dependía del Cuerpo Primero del Ejército, con asiento en
Palermo. El legajo personal de Correa, ya fallecido, aporta interesante
documentación: él mismo relató en una actuación administrativa del año 1987 su
participación en la represión. En una historia clínica que aparece bajo el
título "Actividades cumplidas en el medio castrense", fechada en
Catamarca el 29 de julio de 1987, Correa admitió, entre otras cosas, que tuvo a
su cargo la "atención de parturientas detenidas, sus hijos y posterior
entrega de los mismos a personas seleccionadas por las autoridades responsables
incluyendo el posterior traslado de las madres a lugares secretos para su
entrega a los responsables de su eliminación final".
El caso de Correa, explicarán durante el alegato los
abogados de las Abuelas de Plaza de Mayo, prueba la existencia de aceitados
mecanismos para la apropiación de los hijos de las mujeres desaparecidas. En
primer lugar, queda clara la coordinación entre distintas zonas dentro del
Ejército. También prueba la existencia de un procedimiento complejo manejado
desde la jerarquía con distintas cadenas de mando y roles definidos, donde las
personas que recibirían (se apropiarían) a los niños eran seleccionadas
previamente por autoridades responsables. Y, finalmente, prueba que existía un
procedimiento establecido para asesinar a las madres.
Papeles
Otro documento que da cuenta del plan para apropiarse de los
hijos de desaparecidos es el memorandum redactado en 1982 por Elliot Abrams,
funcionario del Departamento de Estado de EE.UU., luego de entrevistarse con el
embajador argentino en Washington, Lucio García del Solar. El papel fue desclasificado
por el gobierno de Estados Unidos en 2002 y publicado por Página/12.
En dicho escrito, Abrams contó: "Le pregunté al
embajador el tema de los niños nacidos de prisioneras o los arrancados de sus
familias durante la guerra sucia. Si bien los desaparecidos estaban muertos,
estos niños estaban vivos y en un sentido esto era el problema humanitario más
grave. El embajador acordaba en un todo y ya le había mencionado este punto a
su ministro de Relaciones Exteriores y al presidente. No habían rechazado su
punto de vista, pero señalaron el problema de, por ejemplo, sacarles los niños
a los padres adoptivos". Este memorándum lleva fecha del 3 de diciembre de
1982, cuando ejercía la presidencia de facto Reinaldo Benito Bignone.
El documento refleja el pleno conocimiento de Bignone de la
apropiación de niños, pero, más aún, señalan los abogados de Abuelas de Plaza
de Mayo, deja ver que el dictador conocía el destino de esos niños. Abrams fue
convocado a declarar en el juicio oral como testigo, trámite que realizó a
través de una videoconferencia. En esa oportunidad dijo: "Pensábamos que
era un plan porque había mucha gente que encarcelaban o asesinaban y nos
parecía que el gobierno militar había decidido que algunos (niños) se entreguen
a otras familias" y aclaró que ésta no era su opinión personal, sino del
gobierno de Estados Unidos.
Gente bien
Con las declaraciones de algunos jóvenes que recuperaron su
identidad, se reforzó la idea de que el objetivo de que los niños fueran
entregados a familiares que cumplieran ciertos requisitos se llevó a cabo y de
que, para eso, existieron ciertos mecanismos burocráticos, más o menos formales
según los casos.
La apropiadora de Alejadro Sandoval Fontana le contó que a
ella y a Rei los citaron "en el Regimiento de Patricios, el Maldonadito, y
le hicieron un ambiental". Les dijeron que quien se quedara con el niño
"tenía que ser de la fuerza o amigo de la fuerza, tenías que tener casa
propia, ser católico".
Esto coincide con la información que obtuvo Catalina De
Sanctis Ovando, que pudo reconstruir parte del proceso de su sustracción a
partir de una carta que encontró en el domicilio de sus apropiadores (y que
luego fue secuestrada en un allanamiento) y de lo que ellos mismos -Carlos
Hidalgo Garzón y Francisca Morillo- le dijeron.
La carta fue enviada por Morillo a Hidalgo Garzón, oficial
de Inteligencia del Ejército, a su destino militar en Tucumán y está fechada el
7 de abril de 1977. En la carta, Morillo le informa a Hidalgo Garzón: "Del
Liceo hablé con el Coronel y me dijo que parece que se hace el llamado nomás,
me dijo que fuera por Liceo luego de Semana Santa para ya llenar la solicitud:
me atendió muy amable y se recordó en seguida, se ve que tiene presente el
caso, veremos qué pasa" (...) "Vino la asistente de movimiento, quedó
encantada con el departamento. Conversamos mucho, y me explicó que ella hace 7
años que trabaja en el movimiento y nunca vio que entregaran niños con
problemas de salud o malformaciones, que son muy sanitos y que a ella le
llamaba la atención lo normal que son los partos. Luego te contaré en detalle
la conversación."
El "Movimiento" al que se refiere en la carta es
el Movimiento Familiar Cristiano, que intervino en algunos casos como
intermediario entre las Fuerzas Armadas y familias apropiadoras. En una charla
con el marido de Catalina, Hidalgo Garzón confesó haber visto a la mamá de Catalina
detenida en Campo de Mayo y haber llamado al día siguiente de la sustracción
para preguntar si habían "volado el paquete", en referencia al
asesinato de Miryam Ovando al arrojarla al mar en los denominados "vuelos
de a muerte". La apropiadora argumentó, además, que ellos querían
"adoptar" a la niña, pero que "un superior les ordenó que la
tenían que inscribir como hija propia".
"Estos hechos -dirán los abogados de Abuelas- nos
permiten concluir que existieron mecanismos burocráticos precisos para la
entrega de los bebés a sus apropiadores, en los que se cumplían requisitos
también precisos, en los que intervenían distintas instituciones además de las
militares, como el Movimiento Familiar Cristiano, también religiosos, y en el
que había control jerárquico dentro de la misma estructura militar."
"Si bien es claro que la dictadura desarrolló su
actividad de represión y exterminio en la más absoluta clandestinidad -y la
apropiación de niños no fue la excepción- y que procuró su impunidad instando a
la destrucción de los más diversos registros y evidencias, alcanzando tanto la
destrucción de documentos como de espacios físicos (tal es el caso de el CCD El
Campito, en Campo de Mayo), así y todo, han quedado muchos rastros de la
política que la dictadura definió respecto de los niños", se escuchará
durante el alegato preparado por los abogados María Inés Bedia, Florencia
Sotelo, Colleen Torre, Germán Kexel, Emanuel Lovelli, Agustín Chit, Mariano
Gaitán, Luciano Hazan y Alan Iud.
No será por lo tanto posible encontrar un papel escrito por
los represores con los detalles del plan de apropiación de niños. Pero estos 35
años de búsqueda de nietos han permitido recolectar pruebas más que suficientes
que establecen que las apropiaciones de niños no fueron "excesos" o
casos aislados, como argumentaban las cúpulas militares cuando se encontraban
ante la inapelable evidencia de un análisis genético positivo.
"Quien se pregunte si la dictadura militar tuvo por
objetivo satisfacer los deseos egoístas de paternidad de algunos oficiales,
suboficiales o familias vinculados con aquéllos estará errando el punto de
partida -explican los abogados de Abuelas-. El objetivo de la dictadura fue
erradicar las posibilidades de construcción de un país distinto, donde el
pueblo fuera el protagonista de las decisiones políticas y decidiera
soberanamente su destino, y para ello persiguió con los más perversos y crueles
métodos a los militantes políticos, sindicales, estudiantiles, que impulsaban
la politización de la sociedad y buscaban modificar el statu quo. Fue en la
ejecución de esa infame tarea que las Fuerzas Armadas abordaron el ‘problema’
de los hijos de aquellos a quienes desaparecían. Y, muy tempranamente, tomaron
la decisión de que esos niños no fueran devueltos a sus familias."
La voz de los nietos
Los grandes protagonistas del juicio por el plan sistemático
de robo de bebés fueron aquellos niños, hoy jóvenes, que contaron ante el
tribunal sus historias en primera persona.
- Leonardo Fossati: "Cuando conocí toda esta historia mi hijo ya
tenía ocho años y nos tocó a los dos transitar por este camino, que fue muy
duro. Yo busqué mi historia, yo me acerqué a las Abuelas con dudas y yo tenía
expectativas en poder encontrar la verdad, más allá de que uno nunca está
preparado para enterarse de que sus padres están desaparecidos y que fueron
torturados, yo era consciente de que me podía encontrar con eso, pero en el
caso de mi hijo de ocho años... fue una situación muy dura, mientras fue
pasando el tiempo le pude contar por qué nos tocaba recién a esta altura de la
vida conocer a nuestra verdadera familia".
- Victoria Julien Grisonas: "A mi modo de ver, la
realidad se construye no sólo de imágenes, sino de sensaciones, de cosas. Tengo
sensaciones de ruido fuerte, cierto tipo de sonidos de ruido a golpes y
repetidas relaciones vinculares de separación y abandono".
- María Belén Altamiranda Taranto: "Necesitaba saber mis
orígenes, cerrar ese círculo. Si los acusados, que quizá se dicen tan católicos
que llegan a las audiencias con rosarios en las manos, si tienen un poco de
piedad, podrían decirnos dónde están nuestros padres, dónde están los
desaparecidos, dónde están los nietos".
- Mariana Zaffaroni Islas: "Es un proceso difícil, pero
a la larga muy liberador. Porque uno realmente encuentra el lugar al que
pertenece. Se siente cómodo, como en casa".
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