La causa por el Plan Sistemático toma 34 apropiaciones, un
universo que el fiscal considera representativo de la “organización” que se
dedicó a robar chicos. La complejidad de la infraestructura y los traslados de
embarazadas.
(Fuente: Alejandra Dandan – Página/12)
El juicio por el plan sistemático de robo de bebés contempla
34 casos de niños apropiados, la desaparición de todas las madres menos una y
de todos los padres menos dos. Siete de esos niños fueron secuestrados cuando
tenían entre trece días y cuatro años de edad, y los otros 27 nacieron en
cautiverio. Todos fueron apropiados, la mayor parte por jefes, subordinados o
allegados a hombres de las fuerzas armadas que, en general, optaron por los
recién nacidos. A algunos de los más grandes los abandonaron en plazas o
instituciones.
El fiscal federal Martín Niklison está a cargo del juicio y
piensa que el juicio es representativo de lo que ocurrió en todo el país, entre
otras razones porque la mayor parte de los robos de niños se concentraron en la
ciudad y la provincia de Buenos Aires por lógicas que incluyen cuestiones
culturales. También cree que las maternidades “son los casos más claros del
Plan, porque estaban muy organizadas”. Entre otras cosas, los traslados de
embarazadas muestran una “coordinación interfuerzas y al interior de cada
arma”. Las más importantes estuvieron en la ESMA , el Pozo de Banfield y el Hospital Militar
de Campo de Mayo, donde nacieron niños de mujeres encerradas allí o llegadas de
otros campos.
Próximo a entrar en la etapa de alegatos, Niklison repasa en
esta entrevista con Página/12 algunos ejes que surgieron del juicio que
permitió por primera vez reunir 34 casos para la fiscalía y 35 para la
querella. Entre otras cosas, explica por qué cree que la idea del robo de niños
no surgió el 24 de marzo de 1976 sino que fue un efecto de la política de
desaparición que obligó en determinado momento a poner en marcha el robo de
niños. Habla de los jefes del Plan: Jorge Rafael Videla, Reynaldo Bignone y
Jorge “el Tigre” Acosta, entre otros. De la Iglesia y el rol que efectivamente cumplieron
“montones” de “obispos, adjuntores y capellanes” que entregaron información a
la familias y muestran que tuvieron “acceso a la información”. Y habla de los
documentos desclasificados y de la “importantísima” declaración del entonces
funcionario norteamericano Eliott Abrams, que dijo que Estados Unidos sabía del
robo de bebés y sugirió que intervenga la Iglesia : “Esto demuestra que el gobierno
norteamericano quería que no los eduquen (a los chicos) familias comunistas,
por eso se lo bancaron. Y segundo, se ve en el memorándum que con los
desaparecidos está, pero los chicos es un tema que les hace ruido”.
–¿Cuál es la imagen
del juicio que más le impactó?
–Al principio hubo algunas muy fuertes, pero la declaración
de Victoria Montenegro fue muy importante. Sabía lo que iba a decir, pero me
pareció una persona que podía llorar y reírse, y contar su fanatismo por el
militar que la apropió y decir lo contrario. Pudo manejar el drama, contarlo
cuando dos o tres años antes seguía sosteniendo que era María Sol Tetzlaff. Fue
importante cómo se animó a denunciar al fiscal Juan Martín Romero Victorica.
Ella no sabía qué hacer. Yo le dije que hoy había gente en la Justicia que no quería
tapar esas cosas. Otra faceta fueron las Abuelas. Uno escuchaba a la abuela de
Paula Logares, Elsa Pavón, entrar y salir y buscar a su nieta como en una
historia de detectives. Me baso en pensar que el poder las subestimó: nunca
pensó que estas mujeres iban a hacer todo eso. Cuando ellas hacen esto, lo
normal hubiese sido que nunca hubiesen podido averiguar casi ningún dato, y por
eso en definitiva en el Juicio a las Juntas se probó sólo el caso de los
hermanos Gatica, porque no se pensaba que ellas iban a tener el tesón que
tienen hasta hoy. La dictadura tenía la certeza de que no los iban a descubrir.
Por eso en el documento final de la
Junta , el que ordena la autoanmistía ni menciona el tema de
los chicos. Lo hacen pese a que hay un plateo de la APDH para que intervenga la Iglesia. Y está ese
otro planteo que ahora nos enteramos que hace Abrams por el lado de Estados
Unidos.
–Dice lo mismo: que
intervenga la Iglesia.
–Y ellos deciden no hacerlo con la confianza de que esto
nunca iba a saltar. En el documento desclasificado hablan del problema de
sacarle los chicos a las “familias adoptivas”. También eso es importantísimo
porque muestra que en algún lugar todavía hay documentación y la deben tener.
No puedo creer que hayan prendido fuego o no hayan microfilmado a quién le
dieron cada chico.
–Al comienzo del
juicio, se dijo que la sucesión de casos iba a permitir ver el plan
sistemático. ¿Qué se vio?
–La fiscalía tiene 34 casos. Sabemos que hay más. No sólo
por las denuncias sino porque hay montones de condenas y sin embargo no forman
parte del juicio. Pero estos casos fueron elegidos por los lugares donde se
dieron: dentro de Buenos Aires, y a lo mejor es que el tema de los chicos se
concentró acá aunque hubo casos en Córdoba, en San Juan o Santa Fe y alguno en
otro lugar.
–¿Los otros serían
casos aislados?
–Pareciera que el grueso se dio acá. Hubo dos casos de este
juicio de embarazadas que trajeron desde Córdoba. Pero por las declaraciones,
para mí en Córdoba se dieron todas las situaciones: hubo a quienes se les
devolvieron los hijos, hubo embarazadas fusiladas y algunos testigos hablan de
la resistencia de los médicos de allá a prestarse para partos de mujeres secuestradas.
Esa sería la explicación de por qué traen a la ESMA a María del Carmen “Pichona” Moyano de
Poblete, por ejemplo. También hubo un caso con condena en el Hospital de Paraná
el año pasado y se dijo que podría haber otros. Pero cuando se hizo la denuncia
original de esta causa, hace 16 años, se eligieron estos casos y tiene su
lógica.
–¿Qué características
tienen en común?
–De los 34 casos, 33 madres desaparecen. Sólo queda viva
Sara Rita Méndez, que la devuelven a Uruguay pero entregan a su hijo acá. Y
desaparecen 32 padres, ni Abel Madariaga desapareció ni el marido de Sara
Méndez.
–¿Qué significa eso?
–Mi idea es que cuando la madre iba a ser liberada, no le
robaban los chicos. Y por supuesto la postura de la acusación no va a ser que
el Ejército se convirtió en una banda dedicada a robar chicos. No es así. Hubo
embarazadas a las que mataron directamente y otras perdían los embarazos en las
torturas, pero en los demás casos está claro que las tenían esperando hasta que
tuvieran los hijos, luego las desaparecían y en ese momento entregaban al
chico. Casos de mujeres desparecidas que hayan parido en cautiverio y que les
devuelvan los hijos hay muy pocos: uno en ESMA, uno en Vesubio y pareciera que
dos en Córdoba, pero en general en eso hay una especie de regla.
–¿Qué pasó con los
niños más grandes?
–De los 34 casos, 27 nacieron en cautiverio. Y 7 ya habían
nacido, tenían entre 13 días y 4 años, como Anatole Julien, que lo llevaron a
Orletti con su hermana, después a Uruguay, y los abandonan en una plaza de
Chile. Creo que su edad generó el problema de entregarlo, con lo que lo
llevaron a Chile para que no se supiera dónde estaban. Por lo cual estaban
desaparecidos. Uruguay tampoco se quiso hacer responsable.
–Una hipótesis indica
que a los recién nacidos los apropiaban y los más grandes los entregaron a
instituciones.
–Yo creo que ocurrió como en otras adopciones: la gente
quiere adoptar un bebé recién nacido. A los chicos ya nacidos en general no los
robaron. Supongo que no les sería tan práctico llevarlos a los centros
clandestinos. Hay niños secuestrados en operativos que fueron devueltos y otros
que no.
La solución argentina
–Hubo dictaduras similares en toda América latina. Y en
ningún caso se desarrolló una organización como la de Abuelas de Plaza de Mayo.
Le pregunté a Pérez Esquivel cuando estuvo, y me dijo que no hubo. En Uruguay,
hubo sólo el caso de Macarena Gelman, por eso estaban horrorizados cuando sale
la denuncia. En Chile no hay casos, por lo menos yo no los tengo. Y en Bolivia,
pregunté y una testigo me dijo que no. No quiere decir que no puede haber, pero
por lo menos no tuvo la dimensión como para que se organice una agrupación para
reclamar. Entonces, salvo que los militares y policías argentinos tengan una
predisposición a apropiarse de los hijos de sus víctimas, cosa que no creo, es
que de arriba decidieron hacerlo. ¿Por qué ocurre algo así en una sociedad y no
en otra? Porque hay algo del poder que lo permite.
–¿Por qué?
–Sin duda tiene relación con la metodología elegida. En
Uruguay hubo detenciones o asesinatos, los desaparecidos son poquísimos. En
Chile hubo desaparecidos, pero iban directamente y los fusilaban. Todos
tuvieron sus áreas clandestinas pero acá, estimulados por las condenas
internacionales que caían sobre Chile, se estableció la clandestinidad como
método central. Entonces surge el problema de los niños. Creo que el 24 de
marzo no se propusieron tomar a los chicos, pero como el noventa por ciento de
las víctimas eran personas jóvenes, generalmente parejas y mujeres en edad
fértil con chicos, chiquitos, les surgió el problema y encontraron un
justificativo importantísimo: se dijeron que los chicos eran así por las
familias que los educaron con estas ideas.
–Lo que interesa en el juicio es la gran cantidad de
información que obtenían a través de gente de la Iglesia los familiares que
buscaban a sus hijas y a sus chiquitos. Vino de montones de obispos y
adjuntores de entonces. Monseñor Raúl Plaza le dice a Chicha Mariani que no
busque más a su nieta porque está bien con otra familia. En el caso de (Licha) La Cuadra también le da
información otro obispo y le dice que su nieta está siendo educada
cristianamente. Graselli le dice más o menos lo mismo. Otro (el vicario
castrense, Victorio), Bonamín, le dice a un pariente de Beatriz Castiglione que
ella debería ser liberada unas semanas más adelante. (El entonces párroco del
obispado de Morón, Raúl) Trotz que le dice a Amelia Galeano que su amiga
Teresita, que era catequista, ya estaba afuera del país y su hija estaba siendo
educada por una familia cristiana. O sea, llegaban a la información.
–Hay más casos:
Sandoval, por ejemplo.
–La familia de Alejandro Sandoval era de Entre Ríos y al
padre le dijo el cura del pueblo, que era un capellán del Regimiento de ahí,
que tuvo un varón. Juan Gelman llegó a la información en 1977, cuando le
dijeron en el Vaticano que nació su nieta o nieto, a través del segundo de la Secretaría de Estado
vaticana que se comunica con alguien de Argentina y supo aquello dea child was
borns. ¿Cómo hace un obispo, y en este caso un obispo que es un diplomático,
para obtener información? El obispo tuvo que haberse contactado con un general
o almirante que le dio información. Los datos me sirven para marcar eso: ahora
están todos muertos, pero permiten saber que ellos tenían acceso, que había
niveles donde sabían. Pareciera que no estaba descontrolado, estaba perfectamente
controlado.
La maternidad como
eje del plan
“Las maternidades son los casos mas claros del Plan porque
eran algo muy organizado. En la
ESMA encajan una maternidad que no es sólo para los presos de
la Armada sino
para los de la Fuerza
Aérea y del Ejército. Es el caso más paradigmático porque era
una maternidad estructurada, en coordinación con las otras fuerzas, lo que
demuestra que montaron una organización y que hubo acuerdo entre las fuerzas.
Con lo cual, la idea de Plan y de la práctica sistemática y organizada está
perfectamente establecida. Allí llevan a dos detenidas de Fuerza Aérea
(Graciela Tauro de Rochistein y Patricia Roisinblit). Y eso deja claro que no
es un acuerdo de un comodoro con Jorge Acosta sino que hay otro nivel que decidió
ese traslado, donde está organizado: la
ESMA funciona bien en eso.
–¿Y Campo de Mayo?
–También es importante porque es un hospital militar
importantísimo y si bien en el juicio tenemos sólo dos mujeres que estaban en
El Campito, hay otra (Altamiranda Taranto) que llega del Vesubio y nace en el
hospital. Pero ahí también tenemos dos chicos que fueron entregados a las
madres porque las madres vivieron, como Paula Ogando.
–¿En el pozo de
Banfield?
–Tenemos nacimientos de diciembre de 1976 a agosto de 1978,
solamente en este juicio porque hay muchas más denuncias. Pero el tiempo
demuestra continuidad. Yo no sé por qué lo hacían ahí, nacían en condiciones
terribles. Hay casos que nacieron sin médico, como el parto de María Eloísa
Castellini, que tuvo a Victoria en un pasillo en abril de 1977. Y también
estuvo Asunción Artigas, la madre de Victoria Moyano a la que en algún momento
el comisario Oscar Penna le proveyó vitaminas, porque su hermano se iba a
quedar con el chico.
Los traslados
interfuerzas
–¿Hubo traslados del
Ejército a la ESMA ?
–El caso de Juan Cabandié es uno. La madre pasó de El Banco
a la ESMA antes
del parto. El mayor Guillermo Minicucci, que aparece todo el tiempo, la iba a
visitar. Minicucci estaba a cargo de El Banco y Olimpo. También aparece como el
padrino del chico de Cecilia Viñas. Cuando desaparece Claudia Poblete, él está
en el Olimpo. Y en el parto de Laura Carlotto, en el Hospital Militar Central,
un conscripto dice que estuvo una persona que le decían “mayor”. La hipótesis
es que estaba en el reparto de chicos encomendado por alguien que no sé quién
será.
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