Por Carmen Urzola Maldonado
María Belén Altamiranda Taranto es hija de los desaparecidos Rosa Taranto y Horacio Antonio Altamiranda y nieta de la abuela Irma Rojas. Ayer, dio su testimonio en la causa por el Plan Sistemático de Apropiación de Menores ante el TOF N° 6. Contó que nació en el Hospital Militar de Campo de Mayo, el 8 de agosto de 1977, que recuperó su identidad el 29 de Junio de 2007, a los 29 años, y que actualmente trabaja en la Filial Córdoba de Abuelas de Plaza de Mayo.
La audiencia comenzó con una pregunta aclaratoria por parte de la presidenta del Tribunal, María del Carmen Roqueta, acerca del apellido de la testigo, ya que se presentó como María Belén Estefanía Gentile. Ella respondió que era el apellido de sus padres adoptivos, que fue adoptada legalmente y que conserva el apellido porque el cambio todavía está en trámite.
Posteriormente, el fiscal de la causa, Martín Niklison, indagó acerca de la adopción y de la forma en que la joven se acercó a Abuelas en busca de su identidad. "Siempre supe que era hija adoptada. A mi hermano, que también fue adoptado, y a mí nuestros padres nos decían que cuando quisiéramos saber nuestro origen nos llevarían al lugar donde nos adoptaron. Yo no quería saber la verdad para no sentirme diferente", narró Belén, y continuó: "Durante mis estudios secundarios se habló muy poco de la dictadura, recién cuando entré en la facultad empecé a sensibilizarme con el tema viendo documentales y estudiando la historia. Una amiga y unos familiares de mis padres adoptivos me preguntaron si no había pensado que podría ser hija de desaparecidos por mi fecha de nacimiento. Entonces, ya conociendo la labor de las Abuelas de Plaza de Mayo, me acerque para averiguar".
La joven contó que su padre adoptivo le dio datos para que siguiera buscando. "Él siempre se ocupó de todo. Conocía a la directora del Movimiento Familiar Cristiano, de apellido Link, quien me dio en adopción. A ese lugar me llevó recién nacida un hombre joven, diciendo que yo había nacido el 8 de agosto y que mi madre no se podía hacer cargo de mí", explicó. La nieta restituida contó que sus padres adoptivos estaban en una lista de espera y al poco tiempo la adoptaron. "Mi padre, después de darme los datos, me confesó su temor a perderme. Yo me sentía culpable, no quería lastimarlo, entonces abandoné la búsqueda. En el año 2006, cuando él falleció, volví a buscar mi identidad porque me sentía incompleta”.
Entonces, Belén se acercó a Abuelas. "Me pidieron la partida de nacimiento y, a través de la Conadi, hicieron los papeles. El 18 de mayo de 2007 me hice los análisis en el Banco Nacional de Datos Genéticos y, el 29 de junio, fui a Abuelas. Allí estaba todo el equipo reunido, me dijeron que el resultado era positivo y me mostraron las fotos de mis padres. Anteriormente había estado haciendo terapia con los psicólogos de Abuelas, preparándome para el momento. El lunes siguiente conocí a mi familia biológica, quienes me contaron todas las diligencias que habían hecho buscándome. Aunque fueron víctimas de amenazas, mi abuela no dejó de buscarme. El encuentro fue muy emotivo. Conocí a mi hermana -somos muy parecidas-, a mi abuela, a mis tías y primos. Ellos me habían hecho un álbum con fotos de mis padres”.
Al finalizar su declaración, María Belén se dirigió a la defensa y pidió que les digan a los represores que confiesen dónde están los desaparecidos y los nietos que aún falta encontrar.
Más tarde, declaró Susana Reyes, sobreviviente del Centro Clandestino de Detención El Vesubio, donde estuvieron secuestrados Rosa y Horacio. Le contó a María Belén el paso de sus padres por este lugar infernal. Susana vio cuando llevaron a Rosa a parir, con ocho meses de embarazo y sin que tuviera ningún tipo de molestia. A los dos días, Rosa regresó muy deprimida y dijo que le habían practicado una cesárea, que pudo ver unas monjas y que, además, no le habían permitido ver a su bebé.
Para finalizar la audiencia, Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz en 1980, relató algunas de las gestiones que hizo, junto a diversos organismos, para difundir y buscar ayuda internacional por las diferentes modalidades de violación a los derechos humanos puestas en práctica por la dictadura, incluido el robo de bebés.
Pérez Esquivel también habló de la complicidad de la iglesia con los militares. Contó que en su encuentro con Juan Pablo II, luego de recibir el Nobel, le entregó en mano un dossier con los casos de 54 bebés desaparecidos o que debían haber nacido durante el cautiverio de sus madres, que le había enviado anteriormente. “Según él, no lo había recibido. El problema en la Argentina ya era conocido a nivel internacional, él se quedó con los documentos y dijo que yo debía dedicarme a ayudar a los comunistas”, concluyó
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