miércoles, 1 de junio de 2011

La vicepresidenta de Abuelas relató el secuestro de su hija y el encuentro con su nieto

La vicepresidenta de las Abuelas, Rosa Roisinblit, relató el secuestro y desaparición de su hija Patricia y su yerno, José Manuel Pérez Rojo, ocurrido el 6 de octubre de 1978. Los secuestradores, en dos autos, se dirigieron primero a la localidad de San Martín, al negocio de José, a quien detuvieron allí junto con su socio, y luego, cerca de las 17, se trasladaron al departamento donde se encontraba Patricia.



“Estaba con su hija Mariana. Los secuestradores las subieron al auto y fueron a casa de mis consuegros. Una vez ahí, desde la ventanilla, Patricia gritó que por favor recibieran a Mariana porque a ella se la llevaban detenida, y allí quedó Mariana”.



A los cinco días, Rosa recibió una llamada. Era Patricia, que le dijo que estaba bien, y después escuchó la voz de un represor que le informó que su hija estaría detenida durante seis meses. Rosa seguía sin saber en qué lugar se encontraba detenida Patricia, sin embargo todavía pensaba que sería liberada pronto debido a que estaba embarazada.



“Presenté un habeas corpus que una amiga me ayudó a redactar para mi hija y mi yerno”, contó Rosa. También contó que fue a la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) donde la recibieron con los brazos abiertos y le tomaron toda la información pero la siguiente vez que volvió fue ignorada por los funcionarios de la entidad.



Rosa continuó su búsqueda con las Abuelas, visitó amigos y allegados que le dieron su ayuda pero nadie consiguió información acerca del lugar donde tenían detenida a Patricia y a José.



“Fui a casas cunas y juzgados, fui al departamento central de la policía donde un efectivo revisó el prontuario de Patricia y me dijo que estaba limpio y que no era una persona buscada, sin embargo me aclaró que no toda la información pasaba por allí. Fui a la embajada de Israel porque yo soy judía y el cónsul me dijo que no había ningún judío detenido”.



– ¿Algún juzgado donde le hayan negado ayuda? –preguntó el fiscal.



– Sí, en Lomas de Zamora, una jueza apellido Pons me dijo que los chicos que tenía nunca los iba a devolver –recordó Rosa.



Luego se enteró que en Ginebra, Suiza, vivían dos mujeres que habían estado secuestradas y más tarde fueron liberadas y que tenían información acerca de Patricia. Rosa viajó hasta allí y se reunió con Sara Osatinsky y Ana María Larralde, quienes le contaron que Patricia había tenido a su hijo en la ESMA, a quien bautizó como Rodolfo Fernando, y que había sido atendida por el médico Jorge Luis Magnacco, uno de los imputados en la causa.



Después de muchos años, Mariana, la otra nieta de Rosa, recibió una llamada anónima en la que le dieron la ubicación de un chico llamado Guillermo que posiblemente era su hermano desaparecido. Abuelas constató la información. Se trataba del hijo de Patricia y José Manuel, apropiado por Teodora Jofré y Francisco Gómez, ella hacía trabajo domestico para un funcionario de la Aeronáutica y él se convirtió en el jardinero que cuidaba el parque del centro clandestino donde estuvo Patricia.

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