“¿Cómo llegó usted a descubrir su verdadera identidad?”, preguntó ayer el fiscal Niklison. Francisco Madariaga, con su apropiadora en la sala (Víctor Gallo, el apropiador, prefirió esperar en un ambiente contiguo), inició su contundente testimonio.
“Viví 32 años en una violencia muy grande. Las dudas surgieron de chico, ya en el colegio, todos me decían que no me parecía a quienes eran mis hermanos. Yo tampoco podía creer cómo podían golpearme tanto. A los 20 años me fui de casa. A medida que iba juntando información me aparecían las dudas de si podía ser hijo de desaparecidos”. Francisco, por entonces Alejandro Ramiro Gallo, se ganaba la vida como artista callejero y asistía a cuanto recital de rock se le presentaba.
“Era una familia chiquita y oscura”, describió Francisco, “estaban todos peleados con todos, la única que me dio un poco de luz fue la hermana de (Inés) Colombo, que me dio trabajo, los primeros años de diabetes me fue pagando la medicación, que había que ir a buscar al Hospital Militar de Campo de Mayo, donde yo había nacido y mi madre había sido torturada”.
La diabetes se le generó luego de un episodio de violencia. “Gallo la empezó a golpear a Colombo y ya había dejado un charco de sangre y le seguía dando, entonces nos colgamos para que no la mate y ahí me amenazo con un arma”. En rigor, Gallo le gatilló una pistola
Retirado como capitán del Ejército, Gallo tuvo varios destinos en distintos lugares del país: Chubut, Comodoro Rivadavia, Jujuy, San Martín. En democracia participó de los alzamientos carapintadas pero también cometió delitos por las suyas –robo a una financiera, la masacre de Benavidez– que le valieron más de diez años en prisión.
“Nos criaron con odio. Cuando fueron las sublevaciones militares decía que vivíamos en una guerra, veía a un chino y decía ´chino de mierda´, un negro era ´negro de mierda´, ´Madres de mierda´, ´Abuelas de mierda´, mi infancia no era escuchar Los Parchís sino que Gallo llegaba, ponía la marcha de San Lorenzo y teníamos que escuchar sus anécdotas ´de guerra´. En lugar de llevarme al cine me llevaba a jugar al Campito, donde yo estuve en cautiverio con mi mamá”.
En diciembre de 2009, profundamente deprimido y con dudas urgentes sobre su identidad, decidió pedirle trabajo a Gallo, quien gerenciaba una empresa de seguridad. Francisco ya sabía que era un manipulador pero quería encararlo para conoce la verdad. Colombo, la apropiadora, quizá intuyendo las intenciones de Gallo, le pidió que no aceptara el trabajo. Francisco siguió con su plan y en el camino consiguió que Colombo se quebrara y le contara la verdad.
Entretanto, Colombo le adelantó a Gallo que “Alejandro” tenía dudas sobre su identidad. Sabido esto, Gallo lo puso a trabajar como custodio de camiones, con arma incluida, algo bien riesgoso para alguien que no ha sido policía o que al menos es robusto físicamente (no es el caso de Francisco). “Algo no me cerraba, a los dos o tres días encima me cambió de sucursal y yo me quería ir. Le pedí que me pagara lo que me debía así me compraba una moto y me ponía a trabajar de cadete pero me dijo ´no, vos sos mi hijo, tenés que ser mi mano derecha´”.
Los hechos se sucedieron rápidamente. “Era sábado, enero de
Abruptamente, el testimonio de Francisco debió interrumpirse por un corte de luz que afectó a todo el edificio de Comodoro Py, algo que ya ha ocurrido en otras ocasiones. Hoy a las 15 está previsto que Francisco continúe con su relato, luego de las declaraciones de Marta Julia Plaza, Jorge Tato, Elena Casariego de Couget, Beatriz Castiglione y Eduardo Covarrubias, todos ellos testigos de la causa Plan Sistemático.
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