“Viví 32 años y medio con un agujero en el alma. Es algo difícil de transmitir tener un hijo apropiado. Es un desaparecido con vida. Siempre tuve el entusiasmo de encontrarlo. Cuando testifiqué en el juicio por los crímenes cometidos en Campo de Mayo, dije que iba a buscar a mi hijo hasta que me muera”, afirmó hoy Abel Madariaga (60), el secretario de Abuelas de Plaza de Mayo, en el debate oral por la causa Plan Sistemático.
“A los pocos meses”, relató Abel, “yo estaba de vacaciones y me vinieron a buscar Estela de Carlotto, su hija Claudia, directora de Conadi y María José Lavalle Lemos, la responsable del área genética de Abuelas”. “¿Qué carajo pasé acá?”, se preguntó. “Encontramos a tu hijo”, fue la respuesta de Estela. “No lo podía creer”, dijo Abel, quien añadió que “en paralelo a Francisco le estaban contando que tenía un padre vivo”.
Horas más tarde Abel recibía a Francisco en la sede de
En su testimonio Abel también repasó el secuestro de su mujer Silvia Mónica Quintela ocurrido en enero de 1977. “María”, como se la conocía en la organización Montoneros, era la responsable de atender a los compañeros heridos o a las parturientas que estaban en la clandestinidad. Acudió a una cita convocada por Yoly, otra militante que trabajaba en el Hospital de San Fernando. Abel la llevó en auto hasta la estación Florida, partido de Vicente López, dio una vuelta para esperarla y al retomar la calle alcanzó a ver dos Falcon y que en uno la introducían a Silvia y escapaban a toda velocidad.
Abel, quien se desempeñaba en el área de propaganda de la diezmada columna norte de Montoneros, se contactó con su padre y a través de un cura de Acassuso con la madre de Silvia, y ellos iniciaron habeas corpus, etcétera, “todo negativo”. “Estuve escondido en el país, luego trabajé en un campo en el interior de Uruguay, y más tarde fui a Brasil donde
“En Suecia me encontré con Tina, la mamá de Silvia, porque allá vive una hermana de Silvia. No teníamos noticias de Silvia, nada. Por una fuerte depresión y por el frío, no me pude adaptar y me fui a vivir a México, donde a fines de 1979 me llegó una información proveniente de Ginebra. Un grupo de sobrevivientes había dado testimonio de lo que sucedía en Campo de Mayo y en
“(En 1983) Yo trabajaba en el Museo de Antropología en Puebla, México, ahí me avisan que en el consulado argentino estaba mi DNI, entonces de inmediato solicité mi pasaporte. A los pocos meses me otorgan uno consular y vuelvo al país en agosto. Y acá me enteré de toda la información recabada por Abuelas sobre el nacimiento de mi hijo”.
“Me puse a trabajar con el equipo que estaba investigando Campo de Mayo para
”Después fue traído desde España Cacho Scarpatti para declarar en el Juicio a las Juntas. Contó que dormía enfrente de Silvia. Allí estaban además Beatriz Recchia y Norma Tato, cuyos hijos fueron apropiados y han recuperado su identidad. La nieta restituida Catalina De Sanctis Ovando también nació ahí”.
“Todos y todas estaban engrillados, mal comidos y no había ningún trato especial con las embarazadas. Silvia lo atendió a Cacho, que llegó herido con nueve balazos a El Campito. Le pidió al veterinario de la guarnición militar tranquilizante para caballos y se lo infiltró como suero. A Silvia, según dijo Cacho, se la llevaron un día y la trajeron de regreso a las 24 horas. Ella le contó a su vez que le habían practicado una cesárea y que le dijeron que le llevarían el bebé a Tina, su mamá”.
Ante una pregunta del abogado de Abuelas Alan Iud, Abel dijo que la fecha estimada de parto de Silvia era la primera quincena de julio, y que Cacho Scarpatti le confirmó que fue precisamente en julio de 1977. La defensora de la apropiadora de Francisco, Inés Colombo, pidió a la jueza María Roqueta un careo entre Abel y Francisco, es decir entre las víctimas. Con buen criterio, no se dio lugar a la solicitud.
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