viernes, 6 de julio de 2012

“Una práctica sistemática y generalizada”


El dictador Jorge Rafael Videla recibió 50 años de prisión. Las penas fueron bajando hasta los cinco años que recibió la apropiadora de Francisco Madariaga. El tribunal dio por probado el plan sistemático y los secuestros de los niños aún no encontrados.

(Fuente: Página 12 - Alejandra Dandan)


Y el día llegó. La Justicia dio por probado que la existencia de una “práctica sistemática y generalizada de sustracción, retención y ocultamiento de menores de edad” en “el marco de un plan general de aniquilación que desplegó sobre parte de la población civil, con el argumento de combatir la subversión implementando métodos del terrorismo de Estado durante los años 1976 a 1983 de la última dictadura militar”. Esa definición, pendiente desde el Juicio a las Juntas de Comandantes que no lo había dado por probado, reclamada durante más de 36 años por las Abuelas de Plaza de Mayo y por los nietos identificados, la dijo ayer la presidenta del Tribunal Oral Federal 6, María del Carmen Roqueta, en la sentencia del juicio por el robo de bebés. El dictador Jorge Rafael Videla recibió la pena histórica de 50 años de prisión, que se da por primera vez, por haber organizado esa práctica. El tribunal condenó además a otros ocho represores, entre ellos a Reynaldo Bignone, Santiago Riveros y los marinos Antonio Vañek y Jorge “El Tigre” Acosta. Los jueces imputaron a los acusados por los casos de los niños que aún están desaparecidos, es decir, dieron por probados sus secuestros y entendieron que el delito continúa. También impulsaron una investigación sobre el emblemático vicario castrense Emilio Graselli y dispusieron la rectificación de las partidas de nacimiento. “Es un día memorable para la Argentina y para todo el mundo civilizado que sabe que en un país donde no hay justicia, no puede haber democracia. Y acá la estamos haciendo entre todos”, señaló Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo.

La sala de los tribunales de Retiro estaba en silencio. Frente a la línea de acusados, el blazer azul de Videla, el poncho de Bignone, la chalina de Riveros, se ubicó a las 18.18 Roqueta, seguida por los jueces Julio Luis Panela, Domingo Altieri y Pedro García de la Torre. Roqueta leyó poco después el artículo en el que por primera vez aparece definido legalmente el robo de niños como sistema. La sala escuchó. Luego leyó el nombre de Videla, los nombres de sus víctimas y llegó a la condena. Cuando leyó el monto de la pena, los 50 años pedidos por todas las querellas y la fiscalía de Martín Niklison, un número que pareció en ciertas ocasiones imposible, ahí, sí, se escuchó un suspiro colectivo en forma de alivio.

“Tengo una mezcla de sensaciones”, dijo Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo apenas se levantó de la sala. “Porque por un lado celebro la condena de 50 años para Videla, lo cual se da por primera vez, y está el reconocimiento explícito y claro de la Justicia de que hubo un robo sistemático de niños y se condena al responsable emblemático. Pero por otro, las demás penas fueron más livianas de lo que esperábamos, aunque los abogados tienen su explicación, todavía podremos verlas.”

Estela se sentó al lado de Francisco Madariaga, que llevó a juicio a sus apropiadores Víctor Gallo y Susana Colombo. Detrás estaba Abel Madariaga, su padre, el único padre sobreviviente de los 35 casos revisados durante el juicio. Atrás y adelante estaban Elsa Pavón con su nieta Paula Logares; Macarena Gelman, María Victoria Montenegro, Rosa Roisinblit con su nieto Guillermo y Sara Méndez –la única de esas madres que sobrevivió– pegada a su hijo Simón, ahora recuperado.

“Yo lloré como una desgraciada, para serte sincera, porque fue la primera vez que escuché que existía el nombre de mi hermana”, dijo, como pudo, Adriana Moyano, la tía de Victoria Moyano Artigas, apenas se paró de su silla. “Treinta y cinco años para ver la cara de los que vieron nacer y sostuvieron a nuestro sobrina”, replicó al lado, Elsa Poblete. “Magnacco estaba ahí –dijo–: agarrando a mi sobrina.”

El punto más importante de la sentencia sin duda fue la definición del robo de niños. En una fórmula compacta, precisa y muy cuidada, el tribunal desplegó lo que no estaba dicho hasta ahora y a partir de ahora repetirá la Justicia. Después de leer una serie de nulidades, Roqueta pronunció el punto ocho de su sentencia: “No hacer lugar a los planteos de prescripción penal interpuestos por las defensas –dijo y siguió– por tratarse los hechos juzgados de delitos de lesa humanidad implementados mediante una práctica sistemática y generalizada de sustracción, retención y ocultamiento de menores de edad, haciendo incierta, alterando o suprimiendo su identidad en ocasión del secuestro, cautiverio, desaparición o muerte de sus madres, en el marco de un plan general de aniquilación que desplegó sobre parte de la población civil con el argumento de combatir la subversión implementando métodos del terrorismo de Estado durante los años 1976 a 1983 de la última dictadura militar, artículo 118 de la Constitución”.

No dijo “plan”, pero dijo “práctica sistemática”, tal como lo habían sostenido la querella de Abuelas de Plaza de Mayo y la fiscalía. Esa decisión había quedado pendiente desde el Juicio a las Juntas, en el que se absolvió a Videla por cinco de los seis casos que llegaron a juicio. Allí se consideró que ese práctica sistemática no existía y que las apropiaciones eran casos “aislados”.

Las penas

Al lado de Videla, el que recibió la segunda pena más alta fue el marino Antonio Vañek, condenado a 40 años de prisión como responsable de la Armada. El resto de las penas fueron más bajas de lo que se había pedido. Sin embargo, entre ellas, hubo una escala más alta para los lugares de mando, los llamados “instrumentadores” del plan: entre ellos, Acosta por la ESMA, condenado a 30 años de prisión y Riveros por Campo de Mayo, condenado a 20 pero juzgado sólo por dos casos.

Bignone recibió una pena de 15 años de prisión, menos de los 50 que pidió la fiscalía. Llegó a juicio por su participación en la última junta de comandantes, como Rubén Franco. Los dos estaban acusados por la firma de dos resoluciones: la de la autoamnistía y la que declaró la muerte de los desaparecidos, es decir también de los niños. Las querellas se esforzaron en mostrar, durante el debate, el documento con el peso y los efectos de cualquier otro acontecimiento jurídico y penal. Por alguna razón que anoche aún no se conocía, el tribunal condenó a Bignone pero absolvió a Franco.

Entre los autores directos –los responsables de haberse quedado con los niños– se hallaron las penas más bajas. Víctor Gallo y su ex mujer Susana Colombo, acusados por la apropiación de Francisco Madariaga, recibieron 15 y 5 años de prisión. Francisco lloró cuando Roqueta leyó la condena a Gallo, y luego volvió a hacerlo cuando pronunció la de Colombo. La pena para Gallo fue más baja que la que este Tribunal le había puesto a Víctor Rei por la apropiación de Alejandro Sandoval (que fue de 16 años) y la pena sobre Colombo fue la mínima, un dato que permite entender que los jueces tomaron aquello que ella argumentó durante el juicio: que su silencio fue producto de la violencia de género.

El tribunal anunció que dará a conocer los fundamentos de la sentencia el 17 de septiembre. Allí habrá otros elementos para analizar. La condena a Videla es una de ellas, de la lectura de ayer se desprendieron datos importantes para esta y otras causas. Uno de ellos es que la acusación incluyó el caso de Macarena Gelman, que nació en territorio uruguayo. La decisión es importante porque pese a que hay antecedentes en el fallo de Orletti y de Arancibia Clavel, las defensas alegaban que no podía incluirse porque la causa específica del Plan Cóndor todavía no tiene sentencia.

El otro dato, más fino jurídicamente, es que la acusación incluyó a niños que aún están desaparecidos, entre ellos el hijo de Laura Carlotto y nieto de la presidenta de Abuelas, y a Clara Anahí Mariani, la nieta de Chicha Mariani. Para los abogados aparece una revisión de cosas que dejó escrita la Cámara Federal en la causa 13 de 1985. Al descartar los casos que habían llegado a juicio porque los niños no estaban, entendió que no había delito. “La defensa había usado esos argumentos: dijo que no se sabe si están vivos y tampoco está probado que estén apropiados, por eso una definición sobre eso a nivel jurídico y simbólico es muy importante”, había dicho un día antes a Página/12 Alan Iud, del equipo jurídico de Abuelas.

A la noche, los ocupantes de la sala donde se habían realizado las audiencias durante un año y medio se retiraban. Estela de Carlotto se chocaba con Mirta Guarino, que llegaba de afuera. A Victoria Montenegro la agarraban las Abuelas de las filas de adelante. Taty Almeida, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, se emocionaba con el juicio justo, legal, “jamás por mano propia”. En ese momento pasó Elsa Pavón por la puerta de la sala. Chiquitita, abajo de la campera, como pudo levantó el dedo pulgar de la mano derecha y así dejó la sala. “Tuvieron un juicio justo en plena luz del día –dijo– y con toda la justicia y la ley que no tuvieron los nuestros.”

En los pasillos estaban todos. No se escuchó el Himno Nacional que los familiares de los represores suelen ponerse a cantar en los finales de los juicios como si fuese el escudo desde donde batallar. La Cámara de Casación habilitó una sala para ellos y siguieron la sentencia a través de una pantalla. Afuera se amontonaban las abuelas. Una de ellas le dijo a otra: “Misión cumplida”. Era Jorgelina Azzarri de Pereyra, la madre de Liliana Pereyra, una de las mujeres cuya historia y tránsito por la maternidad clandestina se escuchó en las audiencias. Una mujer que, además, encontró a su nieto hace cuatro años, pero él aún vive con otra identidad. “¿Por qué misión cumplida? Por los años de lucha, de pedir, de elaborar, a medida que pasan los juicios, los hijos y los nietos van logrando esto que es pedir justicia.”

Afuera de los tribunales, con la noche cerrada y el frío, los organismos de derechos humanos estaban acompañados por jóvenes de agrupaciones políticas y sociales. Cuando los vio, más temprano, Isabel Fernández Blanco, una de las sobrevivientes, decía: “¡Ya no estamos solos!”.


Los condenados

- Jorge Eduardo Videla, 50 años. Creyó que pasaría a la historia como presidente de facto, pero las actuales enciclopedias lo definen como “dictador argentino”. Nacido en Mercedes el 2 de agosto de 1925, podría postularse al Guinness por la cantidad de condenas por delitos de lesa humanidad que está acumulando. Desde hace pocos días ocupa el pabellón de detenidos por crímenes contra la humanidad de la cárcel de Marcos Paz. Sus recientes últimas palabras concluyeron su ciclo de exposición mediática y provocaron escozor cuando se permitió calificar a “las parturientas aludidas por las querellas” como “activistas que usaron a sus hijos embrionarios como escudos humanos al momento de operar como combatientes”.

- Antonio Vañek, 40 años. Fue comandante de Operaciones Navales durante 1977 y parte de 1978, y luego fue jefe de Operaciones del Estado Mayor de la Armada. Además de los testimonios de los sobrevivientes, fue acusado por los demás represores, como el ex capitán Adolfo Scilingo, y por periodistas. La ESMA estaba bajo su mando operativo. Los médicos navales Jorge Magnacco y Alberto Arias Duval señalaron la asistencia que prestó a los partos que tuvieron lugar “dentro de la clandestinidad de la ESMA”. Acosta refirió que las órdenes emanaban de Vañek. A fines de 1998, cuando fue detenido, dijo que Emilio Massera había dado las órdenes para “luchar contra la guerrilla”.

- Jorge “Tigre” Acosta, 30. Se le ha retirado el cargo de capitán de fragata, era quien tomaba las decisiones sobre tortura y muerte en la ESMA, y comandaba el grupo de tareas 3.3.2. Fue quien decidió arrojar al río a las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet, y las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo Azucena Villaflor, Esther Ballestrino de Careaga y María Ponce. Entre los 82 delitos que se le han probado están los secuestros de la familia Tarnopolsky, Nilda Actis, Lisandro Cubas, Carlos García, Ricardo Coquet y la sueca Dagmar Hagelin. En 1981 viajó a Sudáfrica para asesorar al gobierno del apartheid en la lucha contrainsurgente. En 1998 se descubrió que tenía una cuenta secreta en Suiza, que podría haberse usado para depositar el producto de los bienes sustraídos a los detenidos-desaparecidos. Fue condenado el año pasado en la megacausa ESMA.

- Santiago Omar Riveros, 20 años. Fue el primer militar en explicar el terrorismo de Estado y afirmó que “no ha habido desaparecidos, sino terroristas aniquilados en el marco de una guerra revolucionaria, y por tanto irregular”. Ex comandante del Cuerpo IV del Ejército y ex comandante de Institutos Militares fue condenado en Italia por la desaparición de tres ciudadanos italianos y, en 2006, cuando estaba procesado por delitos cometidos en el Plan Cóndor, la Justicia determinó que su indulto era inconstitucional. En agosto de 2009 fue declarado culpable del homicidio de Floreal Avellaneda, joven militante de la Juventud Comunista, cuyo cuerpo torturado apareció en las costas uruguayas.

- Reynaldo Benito Bignone, 15 años. Otro genocida que anhelaba el bronce por su condición de “último presidente de facto”. “Lo que tanto se mencionó de dar una lista de los muertos a mi juicio hubiera sido un error trágico. Si el propio Estado da por muerto a un individuo quiere decir que dispone de las pruebas para afirmarlo. Después vendrían los interrogantes: ¿quién lo mató?, ¿dónde está el cadáver?, ¿por qué lo mataron?”, razonó en su libro El último de facto, incorporado como prueba en la etapa preliminar. Participó activamente del derrocamiento de María Estela Martínez de Perón y, poco después del golpe, ocupó el Hospital Posadas, que se convertiría en un campo de exterminio. Bignone fue considerado un eslabón fundamental para garantizar la impunidad a los ejecutores de la práctica sistemática de apropiación de los menores, por haber firmado el Documento Final, que estableció la muerte de todos los desaparecidos y la ley de autoamnistía.

- Víctor Gallo, 15 años. Ex capitán del Ejército, ex miembro del Batallón de Inteligencia 601 y ex carapintada. Durante el juicio dijo ser accionista de una empresa de seguridad denominada Cooperativa Lince. En 1997 fue condenado a diez años de prisión por robo calificado, tenencia de arma de guerra, privación ilegal de la libertad y coacción. También estuvo involucrado en la masacre de Benavídez. “Gallo decía que era una guerra, todo el tiempo hablaba del supuesto enemigo, para él todos eran enemigos, todo el tiempo con odio, toda la familia, con eso nos criaban”, dijo el apropiado Francisco Madariaga.

- Juan Antonio Azic, 14 años. Suboficial principal retirado de la Prefectura y ex miembro del grupo de tareas 3.3 de la ESMA. “Un interrogador, un torturador”, lo definió el sobreviviente de la ESMA Carlos Lordkipanidse, a quien Azic le dijo cuando estaba en la mesa de torturas, “si no hablás le reviento la cabeza contra el piso a tu hijo”, que tenía apenas 20 días. Luego puso al pequeño Rodolfo sobre el pecho de su papá y le aplicó picana. Se apropió de Victoria Donda y Carla Ruiz Dameri, nacidas durante el cautiverio de sus padres en ese centro clandestino. Fue condenado el año pasado a 18 años de prisión en la megacausa ESMA.

- Jorge Luis Magnacco, 10 años. Era ginecólogo en el Hospital Naval y actuó como autoridad médica en la maternidad clandestina que funcionó en la ESMA, donde la “pieza de las embarazadas” era llamada “la pequeña Sardá” por los propios marinos. En 2005 había sido condenado a diez años por su participación en el secuestro de Rodolfo Pérez, nieto de la Abuela Rosa Roisinblit.

- Susana Colombo, 5 años. Esposa de Gallo, dijo haber sido quien acompañó a Francisco Madariaga por primera vez a Abuelas de Plaza de Mayo y, como parte de su plan de defensa, se definió como víctima de sucesivas formas de violencia doméstica de su cónyuge, a quien definió como un psicópata. Incluso dijo que temió que la matara y que no recurrió a nadie porque lo único que sentía era miedo. Pero no tuvo ninguna respuesta cuando le preguntaron por qué esperó hasta 2010 para decirle que podía ser hijo de desaparecidos. “No tuve la partida de nacimiento de los chicos, no elegía los nombres, nunca tuve la escritura de la casa, vivía aislada en el barrio militar donde uno vive y se calla la boca”, fue su descripción.



La voz de los jóvenes que recuperaron su identidad

Manuel Gonçalves Granada: Lo importante es que haya habido condenas, creo que eso es la medida de que se termina la impunidad. Obviamente, siempre queremos que las condenas sean las máximas, pero están condenados y quedó claro que hubo un plan sistemático. Por eso fue un día histórico.

Victoria Montenegro: Esto no nos pasó solamente a nosotros, sino a todo el pueblo argentino. Pudimos avanzar en la justicia, pudimos probar que en la Argentina hubo un plan sistemático de apropiación de bebés, que no les alcanzó con matar a nuestros padres, sino que también tenían que quedarse con nosotros y criarnos como ellos querían, pero gracias a las Abuelas, a las Madres, a los familiares que nos buscaron siempre podemos estar acá. Quiero decirles a mis papás gracias por soñar con tener un país mejor, gracias por darnos la vida, y gracias a las Abuelas por devolvérnosla. Y Gracias a Néstor porque en el 2003 vino a rescatar las historias de nuestros viejos.

Pedro Luis Nadal García: Están presos, donde tienen que estar, eso es lo primero a decir, aunque me quedé reflexionando sobre la condena a los apropiadores de Francisco (Madariaga). La Justicia es la que decide, pero creo que ellos merecían más por el daño que hicieron. De todas maneras, aunque no habría condena suficiente para pagar el genocidio, es un aliciente que se los haya condenado.

Sabino Abdala: Esto es una reivindicación de la lucha de las Abuelas, después de 35 años. Por eso es un momento de mucha alegría. Pero también está mezclada la angustia, porque todavía hay 400 hermanos que faltan recuperar y ellos siguen negándose a decir dónde están.

Francisco Madariaga: Por el lado de mis apropiadores –a él le dieron 15 años y a ella 5–, me queda un sabor amargo, porque yo estuve privado de mi identidad durante 32 años y medio. En relación a que se demostró que hubo un plan sistemático de robo de bebés fue satisfactorio. Así que estoy conforme por lo que significa para la lucha de las Abuelas, y con un sabor amargo por el lado personal. Pero fue gratificante poder escuchar la sentencia al lado de mi papá; a los dos meses de que recuperé mi identidad también pude escuchar la condena por el secuestro de mi mamá. Poder cerrar esa etapa judicial es reconfortante.

Mariana Zaffaroni Islas: El juicio tiene significado no sólo en lo personal, sino también en lo social. Para cualquier ciudadano, que acciones como éstas no queden impunes representa una garantía. Aunque no se puede volver al estado anterior, se siente la tranquilidad de que los responsables paguen.

Alejandro Pedro Sandoval Fontana: Hace 30 años, los represores decían que las Abuelas eran unas viejas locas que daban vueltas a la Pirámide y la sociedad lo creía, pero gracias a su lucha interminable por buscarnos, la sociedad fue descubriendo la verdad. Esta es una gran batalla ganada, no sólo por la sentencia, sino porque hay una sociedad que comprende y apoya la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo. Nos quedan otras batallas: saber dónde están los 400 hermanos apropiados y encontrar los restos de los desaparecidos.

martes, 26 de junio de 2012

Videla: "Muchas parturientas usaron a sus hijos embrionarios como escudos humanos al momento de ser combatientes"



Durante su último alegato en el juicio que lleva adelante el Tribunal Oral Federal 6, el expresidente negó la existencia de un "plan sistemático" de apropiación de niños durante la dictadura militar, aunque reconoció "acciones autónomas y asistemáticas", y reivindicó la actuación del Ejército durante la represión: "Lo más grave es haber enrostrado al Ejército de manera indirecta la autoría de un plan que no existió. Es mi deseo reivindicar al Ejército Argentino respecto de este agravio irracional y gratuito".

(Fuente: Página 12)

El dictador Jorge Rafael Videla, quien afronta un pedido de 50 años de prisión por parte del fiscal Martín Niklison, leyó un breve escrito en el cual consideró que "todas las parturientas, a quienes respeto como madres, eran militantes activas de las maquinarias del terrorismo y muchas de ellas usaron a sus hijos embrionarios como escudos humanos al momento de ser combatientes".

Como ya hizo en anteriores juicios en su contra, se autodefinió como un "preso político" en un juicio "que amenaza convertirse en una farsa para satisfacer políticas de quienes nos gobiernan, farsa que requiere habilidades histriónicas que no poseo". "Se pretende a través de la sentencia homologar una decisión política adoptada con sentido de revancha por quienes después de haber sido militarmente derrotados ocupan hoy cargos en el Gobierno", agregó y concluyó que aceptará la condena en su contra "en protesta, como un acto de servicio" a la hora de "cumplir" con su conciencia.

Acto seguido, el también enjuiciado Reynaldo Bignone se negó a hablar ante los jueces, al igual que el exgeneral Santiago Omar Riveros, el médico obstetra del Hospital Militar, Jorge Magnacco, y Antonio Vañek.

A su turno, el exagente de Inteligencia Eduardo Ruffo se lamentó por el "error" cometido al aportar datos para ayudar a recuperar al hijo robado a Sara Méndez, Simón Riquelo. "Ese es el error que me tiene hoy acá y por supuesto no me permitiría volver a cometer", dijo. "Flaco favor le ha hecho el fiscal a familias que buscan porque si alguien tenía la idea de aportar algún dato, después de su alegato, esa idea ha quedado totalmente descartada", advirtió respecto a la acusación en su contra del fiscal Niklison.

"No estaba cometiendo ningún delito con esa gestión, no hay 'pacto de silencio' entre los miembros de las Fuerzas Armadas y de seguridad que participamos de la guerra contra el terrorismo. El único pacto de silencio que existe es el que ustedes promueven con actitudes como esta", continuó.

Luego, el exjefe del grupo de tareas 3.3.2 de la ESMA, Jorge 'Tigre' Acosta hizo la más extensa exposición y también negó la existencia de un plan sistemático para apropiarse de bebés nacidos en centros clandestinos de detención. "Los procedimientos no hablaban de partos ni apropiación de niños, no he participado de ningún plan sistemático durante la guerra civil de la que se me ordenó participar. Hay casos particulares que sí existen y que como delitos que son deben ser analizados, pero no participé de ningún plan", insistió Acosta. "Todo lo que he conocido de niños nacidos en la guerra civil lo he dicho", concluyó, luego de recordar las notas enviadas a sus superiores sobre anónimos que circulaban acerca de la apropiación de un recién nacido por parte del exmarino Jorge Vildoza.

El último en dirigirse al Tribunal fue el exoficial de la Marina y también miembro del grupo de tareas 3.3.2 Juan Azic, apropiador de la diputada nacional Victoria Donda, quien le solicitó a los jueces que "hagan lo que corresponda".

miércoles, 13 de junio de 2012

Cronograma del juicio


Martes 26 de junio
10 hs.  Últimas palabras de Jorge “Tigre” Acosta, Jorge Rafael Videla, Reynaldo Benito Antonio Bignone, Jorge Luis Magnacco, Santiago Omar Riveros y Antonio Vañek.

Jueves 5 de julio
10 hs. Últimas palabras de Eduardo Alfredo Ruffo, Juan Antonio Azic, Inés Susana Colombo y Rubén Oscar Franco.
A continuación, lectura de la sentencia.

Las últimas palabras de los acusados pueden ser televisadas. Los medios deberán tomar la señal de Incaa TV. 

viernes, 11 de mayo de 2012

En búsqueda de atenuantes


Los abogados de Eduardo Ruffo, acusado en este juicio por ocultar la identidad del hijo de Sara Méndez, y de Susana Colombo, apropiadora de Francisco Madariaga, intentaron exculparlos y destacaron que colaboraron para que encontraran su identidad.

(Fuente: Alejandra Dandan - Página/12)

Empezó la etapa de alegatos de la defensa en el juicio por el plan sistemático de robo de bebés. Los abogados defensores de Eduardo Ruffo y de Susana Colombo pidieron absoluciones para los acusados. El ex agente de inteligencia Eduardo "Zapato" Ruffo está acusado por la sustracción, ocultamiento y sustitución de la identidad de Simón Méndez, el hijo de la uruguaya Sara Méndez. Susana Colombo, la ex mujer del represor de Campo de Mayo y ex carapintada Víctor Gallo, está acusada por la apropiación de Francisco Madariaga. Los casos tienen puntos en común. Los dos son "autores directos", imputados que llegaron a juicio acusados por un hecho puntual y no por todos los expedientes. Y algo del rol que tuvieron en el momento en el que aquellos niños, muchos años después, conocieron sus identidades emparienta las dos situaciones. Ese fue uno de los aspectos sobre los que recayó la estrategia de la defensa y también un aspecto que la fiscalía ya había ponderado y por el que atenuó el pedido de condena.
Con esta etapa empieza uno de los últimos momentos del juicio. Hoy por la mañana alegarán los defensores de Víctor Gallo, también acusado por la apropiación de Francisco Madariaga, y del prefecto Juan Antonio "Piraña" Azic, uno de los torturadores de la ESMA, apropiador de dos niñas y acusado en este contexto por la de Victoria Donda. También ellos llegaron a juicio acusados como autores directos de los delitos, los responsables que tuvieron en sus manos la ejecución de los crímenes. Luego será el turno de los defensores de los "autores mediatos", los represores de mayor peso en las fuerzas represivas de la dictadura que tuvieron en manos la organización del plan de robo de niños. Entre otros, son Jorge Rafael Videla, Reynaldo Bignone, Santiago Riveros o Jorge "El Tigre" Acosta, representados en general por la defensa oficial. Todos ellos aparecen en general como responsables de la mayor cantidad de los 36 expedientes del juicio, con pedidos de prisión de 50 años.
De las dos defensas de ayer, la mejor fundada técnicamente fue la de Ruffo y es la que más hará trabajar a los fiscales. Ruffo es investigado desde 1983 y fue condenado, entre otras causas, por la apropiación de Carla Rutila Artés, a quien ella le abrió una causa paralela por abusos y fue condenado por su responsabilidad en los crímenes de Orletti. Llegó a este juicio porque Sara Méndez lo situó en el operativo de la noche del 13 de julio de 1976, cuando la secuestraron a ella y le robaron a su hijo recién nacido, apropiado por el comisario de esa zona. Ruffo es la persona que además, 26 años más tarde, aportó un dato que permitió ubicar a Simón. Su abogado Cristian Calé cuestionó puntos que eran previsibles. El recuerdo de Sara que permitió ubicar a Ruffo en el operativo, un recuerdo rememorado en 2004 a partir de la publicación de una foto en una revista donde él aparece de cuerpo entero. Cuestionó además que se lo haya acusado de participar en un operativo cuando en la causa Orletti lo condenaron por haber participado esa misma noche o esos días de otros distintos. Y cuestionó la figura de la sustracción y "ocultamiento", entre otras razones, porque según su teoría, cuando le preguntaron por el paradero de Simón, Ruffo dijo que no tenía la información sino que salió a buscarla.
La fiscalía rebatirá estos puntos en lo que se llama etapa de "réplicas". Podría decirse sin embargo que la defensa de Ruffo no dijo nada sobre el modo en el que opera la memoria en el cuestionamiento al recuerdo de Sara. Cómo son los mecanismos de memoria y olvido. Cuándo se recuerda y por qué. El juicio a los autores directos, esto es a quienes intervinieron con el cuerpo en los operativos, no tiene la prueba de los muchos testimonios que suelen sostener las acusaciones a los cuadros medios o jefes. Son recuerdos de una persona como en este caso, la única sobreviviente de aquel día enfrentado con quien integró el circuito represivo.
La pregunta sobre si Ruffo tenía los datos de Simón o tuvo que salir a buscarlos no altera la acusación en su contra en cuanto que tuvo durante 26 años la forma de encontrar esos datos que finalmente encontró, y no lo hizo, según creen los fiscales. En este punto hay un aspecto que tiene que ver con una de las características de estos delitos que es que no cesan hasta que dejan de cometerse. Los fiscales habían dicho durante la acusación que esa misma disposición a ir a buscar el dato, fue uno de los elementos que permite atenuar la pena pero no exime de culpas: "Veintiséis años después colaboró para que se reencontraran; esa actitud al menos lo pone en un lugar diferente con todos los otros imputados -habían dicho-. Pero también es cierto que eso lo pudo hacer cualquier día de esos 26 años y evitar un inmenso dolor, pero recién lo hizo en 2001".
La defensa de Colombo presentó a la mujer como una víctima de la violencia doméstica, física y psicológica de Gallo, y en ese contexto aseguró que esperar que ella hubiese podido hacer algo en 1977 con ese niño es pedirle un acto de heroísmo porque implicaba poner en riesgo su vida. Colombo acompañó a Francisco a Abuelas de Plaza de Mayo, luego de una situación extrema, en la que admitió que él podía ser hijo de desaparecidos. Por eso la defensa pidió la absolución o la figura de la "necesidad disculpante o exculpante" que es causa de inimputabilidad. Para los fiscales y los abogados de Abuelas de Plaza de Mayo, para quienes esa conducta atenuó el pedido de penas, Colombo tenía herramientas para poder actuar de modo autónomo y no redime su grado de responsabilidad por haber sustraído, ocultado y sustituido la identidad de Francisco durante años.

miércoles, 25 de abril de 2012

Cronograma de audiencias

7 de mayo
Alegato de las defensas de Eduardo Alfredo Ruffo e Inés Susana Colombo.

8 de mayo
Alegato de las defensas de Víctor Alejandro Gallo y Juan Antonio Azic.

14, 15 y 16 de mayo
Alegato de las defensas de Jorge Rafael Videla, Reynaldo Benito Antonio Bignone y Jorge Luis Magnacco.

21, 22 y 23 de mayo
Alegato de las defensas de Santiago Omar Riveros y Antonio Vañek.

28, 29 y 30 de mayo
Alegato las defensas de Jorge Eduardo Acosta y Rubén Oscar Franco. 

“No merecen ninguna indulgencia”


“No son pobres ancianos, han envejecido impunes”, dijo el fiscal Martín Niklison al hablar sobre el dictador Jorge Rafael Videla, Ruben Oscar Franco, Reynaldo Bignone, Antonio Vañek y Jorge “El Tigre” Acosta, entre otros acusados.

(Fuente: Alejandra Dandan / Página 12)

“Algún desprevenido podrá apiadarse de los acusados por su ancianidad, pero no son pobres ancianos, sino que han envejecido impunes, guardando para ellos la información que ayudaría a las víctimas a encontrarse con la verdad. No merecen ninguna indulgencia. Ni en el epílogo de sus vidas se percibe en ellos un atisbo de intentar mitigar el dolor que causaron, por el contrario, reivindican sus crímenes y los ratifican con su silencio permanente.” Con esas palabras, el fiscal Martín Niklison marcó el carácter de esos ancianos represores acusados por el plan sistemático de robo de niños durante la última dictadura, en el último día de alegato. Tras analizar los dilemas sobre cómo cuantificar la magnitud de delitos de “una gravedad extraordinaria” y comparándolos con las sanciones de que dispone la nueva ley de desaparición forzada de personas, en línea con las querellas, la fiscalía federal pidió la pena máxima de 50 años de prisión para el dictador Jorge Rafael Videla, como autor mediato por veintiún apropiaciones de niños. El pedido del tope máximo de condenas de 50 años alcanzó además a Ruben Oscar Franco, Reynaldo Bignone, Antonio Vañek y Jorge “El Tigre” Acosta. La fiscalía pidió además el inicio de una investigación sobre el obispo castrense Emilio Graselli, para que se indague sobre su posible complicidad o encubrimiento de los crímenes.

Durante un cuarto intermedio de la audiencia, se produjo una escena que reafirmó las palabras con las que el fiscal recordó una y otra vez el cinismo y el silencio que aún guardan los represores. Franco y Bignone se levantaron campantemente de sus sillas para acercarse a Omar Riveros. El ex jefe de Institutos Militares de Campo de Mayo acababa de ser acusado por dos hechos: la apropiación de Pablo Casariego Tato y de Francisco Madariaga Quintela. Ahí, en medio de lo que parecía hacerlos revivir la escena de una vieja reunión de gabinete, Bignone le preguntó a Riveros: “¿Así que te acusan por dos casos?: ¡Ajá! ¡Sos un angelito!”.

Las querellas los escucharon. También lo hicieron las Abuelas. Elsa Pavón, la abuela de Paula Logares, estaba sentada entre el público, al lado de la madre de Cecilia Viñas y de Rosario Isabella Valenzi. Elsa no dijo nada. Uno de los abogados susurró lo que aquéllas no pueden decir: “A estos hombres –dijo– no les importa nada”.

La acusación

El final de los seis días de lectura de pruebas tuvo dos aspectos importantes. El primero, la necesidad de señalar lo atípico de la apropiación, cuyos efectos continúan en el presente amparados por el silencio de los represores. El segundo, más técnico pero probablemente significativo para otras causas, fue la forma que encontró la fiscalía para saltar el escollo que provoca fundamentar el pedido de penas de 50 años de prisión en la llamada y polémica ley Blumberg, comparando los casos con el corazón de la ley de 2011 de desaparición forzada de personas.

Durante la lectura del primer punto, Niklison estuvo varias veces a punto de estallar en lágrimas. “Al momento de fijar la pena también habrá que tener en cuenta que a estos hombres nunca les importó el suplicio a que sometían, y siguen sometiendo, en muchos casos, a los familiares que buscaban a esos niños y los largos años de duración de sus crímenes”, dijo. “Parece difícil encontrar muchos casos de mayor crueldad y sadismo que el de quienes sabían –saben– que había y hay mujeres buscando a sus nietos.” Que había una madre, dijo, buscando a su hijo como lo era Sara Méndez. Que había un padre en igual situación como Abel Madariaga. “Y pese a que ellos podían hacer cesar ese sufrimiento optaron por no responder a sus reclamos, por no recibirlos, por hacer silencio sobre el tema, por no decir nada.”

En la sala escuchaba un grupo de Abuelas. Niklison recordó que, “peor aún”, esas abuelas se convirtieron para ellos “en otra cara de la subversión que buscaba destruir familias cristianas sacándoles a esos niños”. Mencionó la complicidad de jueces y de los medios de comunicación, como lo hicieron las querellas, resaltando la construcción de humanidad que les dieron a los apropiadores. También dijo: “Contaron con sus abogados que se encargaban de descalificar denunciantes y obispos que hablaban de reconciliación sin exigir antes la verdad”.

Durante el juicio, recordó, se quitó la vida una joven que desde su infancia intentaba saber qué pasó con sus padres. O dónde estaba su hermano nacido en cautiverio. Y se preguntó: “¿Cómo medir el dolor de Chicha Mariani y de Estela de Carlotto que hace más de treinta años buscan a sus nietos? ¿Y el de Licha de la Cuadra, primera presidenta de Abuelas, que murió antes de encontrar a su nieta Ana Libertad? ¿Cómo ponerse en el lugar de Clara Petrakos y comprender algo de su sufrimiento tras 35 años de no saber qué pasó con sus padres y su hermana?”. Y dijo: “También resulta imposible ponerse en el lugar de los imputados para comprender qué los llevó a cometer semejantes crímenes, qué los hace mantenerse incólumes en su discurso y en la negación de lo sucedido, específicamente con estos niños”. Detrás de las palabras del fiscal aparecía una réplica a las supuestas confesiones que Videla viene haciendo a la prensa sin decir nada de los niños.

Cada una de esas invocaciones fundamentaron el segundo aspecto: el pedido extraordinario de 50 años de prisión para los cerebros del plan. En términos técnicos, el número está habilitado desde 2004 por la sanción de la ley Blumberg y puede usarse en estos casos porque el delito de la apropiación no termina de cometerse hasta que los niños recuperan la identidad. Como algunos de los 34 niños que integran el juicio recuperaron su identidad después de 2004 –es decir después de la sanción de la ley– y otros aún no la recuperaron, la figura está habilitada. En eso se basaron las querellas para pedir 50 años para Videla. En este caso, la fiscalía agregó además a otros represores. Para no basarse exclusivamente en una ley controvertida, evocó para dar “un buen indicio de la gravedad de estos delitos en el ámbito nacional” la ley 26.679, que tipifica la desaparición forzada de mujeres embarazadas y expresamente de personas nacidas durante la desaparición forzada de la madre e impone penas de prisión perpetua. “No se pretende la aplicación de esa ley –aclaró el fiscal–, sino sólo ejemplificar sobre la gravedad con la que en la actualidad los poderes del Estado consideran estos delitos. Así como existen los delitos de bagatela, existen estos delitos que hacen estallar los máximos penales: una sola desaparición es tan grave como para imponer una pena máxima.”

En concreto, los cargos dividieron a los acusados en dos grupos: Videla, Riveros, Vañek, Franco y Bignone fueron acusados como coautores mediatos, por ocupar los escalones superiores “desde donde emanaron las órdenes”, todos “eran altos jerarcas del sistema represivo”, hombres que estaban por atrás o arriba de los autores directos: “Asignaron personal destinado al equipamiento y aseguraron un sistema criminal para que nadie perturbara a los apropiadores”, fueron indicando las fiscales ad hoc Nuria Piñol y Viviana Sánchez. A Videla se lo acusó por 21 hechos; a Riveros le pidieron 30 años por dos casos; a Franco y Bignone se los acusó por 31 hechos, en otro de los giros del alegato: sus responsabilidades son por el “Documento Final” de la Junta que declaró la muerte de los desaparecidos y por ende la muerte de los niños. Y que prohibía además toda investigación. A Bignone le pesa además la ley de autoanmistía. A Vañek lo imputaron por sustracción, retención y ocultamiento de diez hechos.

Acosta, el prefecto Juan Antonio Azic, el médico Jorge Luis Magnacco, Eduardo Ruffo, Víctor Alejandro Gallo y Susana Colombo fueron descriptos como autores directos. A Acosta se le imputaron once hechos, entre ellos el de Victoria Donda y Juan Cabandié. Para Magnacco pidieron 19 años de prisión por el caso de Cecilia Viñas. Y a Azic, Gallo y Colombo se los acusó además como apropiadores directos porque “mantuvieron la mentira día a día haciéndoles creer a los jóvenes apropiados que eran sus padres”. Para Azic y Gallo, 25 años, y para Colombo, 14 años de prisión.

Un párrafo aparte merece Ruffo. Llegó a este juicio acusado por participar del secuestro y apropiación del hijo de Sara Méndez. Está acusado y condenado por otra apropiación; se le abrió una causa por abusos a esa niña y tiene condenas por delitos comunes. Veintiséis años después del secuestro del hijo de Sara Méndez aportó datos para ubicarlo a él y a Macarena Gelman. Los fiscales ponderaron esa situación como un atenuante y bajaron la pena máxima de 19 años para este caso a 17 años de prisión: “Esa actitud lo pone en un lugar diferente de los otros imputados. Pero también es cierto que eso lo pudo hacer cualquier día de esos 26 años y evitar un inmenso dolor, pero recién lo hizo en 2001”.

martes, 24 de abril de 2012

La fiscalía pidió 50 años para Videla, Vañek, Franco, Bignone y Acosta, y penas de 14 a 30 años para los demás acusados


El fiscal Martín Niklison pidió al Tribunal Oral Federal Nº 6 penas de 50 años de prisión para los genocidas Jorge Rafael Videla, Reynaldo Benito Bignone, Jorge “El Tigre” Acosta, Antonio Vañek y Rubén Franco; 30 años para Santiago Omar Riveros; 25 años para Azic  y Víctor Gallo; 19 para Jorge Luis Magnacco; 17 años para Eduardo Ruffo y 14 para Susana Colombo.

Las audiencias continuarán con el siguiente cronograma tentativo:
7 de mayo
Defensas de Eduardo Ruffo y Susana Colombo

8 de mayo
Defensas de Víctor Gallo y Juan Antonio Azic

14, 15 y 16 de mayo
Defensas Jorge Rafael Videla, Reynaldo Benito Bignone y Jorge Luis Magnacco

21 de mayo
Defensa de Jorge Acosta